Con boyas pequeñas y bajadas muy cortitas, encarnando con filet de dientudo, se dieron muchos pejerreyes. Foto: Horacio Pascuariello

Con boyas pequeñas y bajadas muy cortitas, encarnando con filet de dientudo, se dieron muchos pejerreyes. Foto: Horacio Pascuariello

Con boyas pequeñas y bajadas muy cortitas, encarnando con filet de dientudo, se dieron muchos pejerreyes. Foto: Horacio Pascuariello

Con boyas pequeñas y bajadas muy cortitas, encarnando con filet de dientudo, se dieron muchos pejerreyes. Foto: Horacio Pascuariello

CERCA Y DE COSTA

Primeros intentos con los pejerreyes del Salado

Visitamos General Belgrano motivados por el inicio de la temporada de esta especie que atrae tantos aficionados en todo el país. Opciones gasoleras a orillas del río emblema de los bonaerenses. Por: Horacio Pascuariello.  

A sólo una hora y media de CABA, General Belgrano nos permite sumergirnos rápidamente en la pasividad de un pueblo con todos los ítem necesarios para tener un momento de retiro del estrés diario. No sólo se puede practicar la pesca, sino que además tiene termas, piletas municipales, camping, buena gastronomía y mucha tranquilidad para disfrutar en familia con costos más que accesibles. En nuestro caso, tuvimos la suerte de ser recibidos por Matías Barbero, quien está a cargo de uno de los hospedajes más acogedores de la zona, estratégicamente ubicado para lo que íbamos hacer. Apenas a 200 m, y al final de una larga arboleda, nos esperaba el rio Salado. 

Muy cerca de la compuerta que sirve de contención para las grandes crecidas, tuvimos el primer lugar de pesca para probar distintas técnicas con carnada y, sin tener que hacer largos lanzamientos. De fondo y con masa intentamos lograr carpas, pero ninguna se acercaba al tentador cebo a pesar de verlas saltar y moverse. Martin Schwab, guía de la zona y con quien compartimos la jornada, nos decía que las lluvias de días previos en localidades cercanas habían llevado granos, pequeños frutos y otras tentaciones con las que la especie se venía alimentando. 

Sin acción a fondo, en contrapartida, de flote y a media agua, comenzamos una entretenida pesca que por momentos se tornaba en una seguidilla de piques de distintas especies. Fuimos logrando grandes dientudos, mojarrones de diversos tipos, bagres, moncholos y pequeños patíes. Sin embargo, nos preguntamos por los pejerreyes, y para dar con ellos, debíamos buscar otro sector de aguas más oxigenadas y adonde la corriente arrastrara a los pequeños habitantes del rio como insectos, camaroncitos y la famosa Garra Rufa, un pececito de origen turco conocido también como Pez Doctor, que come las impurezas de nuestra piel en los tratamientos de Ictioterapia y que en las orillas las vemos en cantidad. 

La mañana siguiente, bien temprano para evitar los mosquitos, Martin nos pasó a buscar para testear un punto a unos pocos kilómetros de ahí que reunía las características necesarias para dar con los pejerreyes. Armamos equipos clásicos con boyas pequeñas y bajadas muy cortitas de apenas 10 cm, encarnando con filet de dientudo y tratando de llegar a los remansos que se generaban detrás de la caída del agua. Minutos después, logramos el primer ejemplar, la llevada fue franca y sin dudas mostraba el clásico pique de pejerrey que a pesar de ser el típico de esta cuenca, es vigoroso, fuerte y se notaba muy bien alimentado. Por supuesto volvió al agua, y continuamos lo que parecía ser una jornada plena de temporada y con muchas capturas hasta que decidimos regresar, después de que el sol se puso intenso y los mosquitos mucho más. Volveremos con un clima más fresco para contarles una segunda parte de esto. 

En esta Nota