En unas semanas, las abundantes carpas y tarariras dejarán paso al ansiado pejerrey. El moncholo, en tanto, mantendrá su presencia en forma constante. Foto: Daniel Console
En unas semanas, las abundantes carpas y tarariras dejarán paso al ansiado pejerrey. El moncholo, en tanto, mantendrá su presencia en forma constante. Foto: Daniel Console
En unas semanas, las abundantes carpas y tarariras dejarán paso al ansiado pejerrey. El moncholo, en tanto, mantendrá su presencia en forma constante. Foto: Daniel Console
Enormes moncholos en gran parte de ríos, arroyos y riachos bonaerenses
Las inundaciones en la provincia provocaron un aumento en la población de una especie común entre los pescadores. Lejos de ser considerada entre las más deportivas, abunda en todo curso de agua.
Por Daniel Console
Las abundantes lluvias de los últimos meses han elevado significativamente el nivel de las lagunas, ríos y arroyos. Algunos cursos de agua, que a principios de año apenas eran un hilo, llegaron incluso a desbordarse. Esta crecida generalizada ha interconectado las cuencas, permitiendo la migración de especies como el pejerrey y la carpa. Sin embargo, se destaca la proliferación masiva del bagre blanco (o moncholo), de gran tamaño, que se ha convertido en una fuente importante de sustento para los lugareños, quienes lo pescan a diario, a menudo con equipos sencillos, pero con la experiencia de pescadores avezados.
El bagre blanco, también conocido como moncholo, pertenece a la familia Pimelodidae. El nombre deriva del griego "Pimeles", que significa graso u obeso, posiblemente por su carne rica en grasa. Su coloración es gris oscuro y suele encontrarse en el fondo, enterrado en el sustrato. Posee una piel lisa y sin escamas. En nuestras aguas habitan más de veinte especies de esta familia, la mayoría de las cuales presentan espinas punzantes en las aletas dorsales y pectorales. Una excepción notable es el bagre sapo, desprovisto de estas espinas y, además, de dientes.
Hablábamos de cuencas, y entre esas vías hídricas interconectadas nos encontramos con el Vallimanca en contacto directo con el Saladillo y a la del Salado y Las Flores, ambas esperando aún más cantidad de masa hídrica por el lento descenso que se viene sucediendo, lo que augura una temporada de las realmente buenas para el pescador. Hay que decir que el moncholo pica a toda hora y con equipos básicos, encarnando con lombriz, mojarra del lugar, cualquier forrajero y hasta con algún resto cárnico que le haya quedado en la heladera o del asadito a orillas del arroyo. Los intentos se hacen desde orilla e incluso hemos visto a pescadores acomodados en un poste de alambrado de un campo inundado, esperando pacientemente con su caña. En unas semanas, las abundantes carpas y tarariras dejarán paso al ansiado pejerrey. Se abandonará entonces la pesca de fondo para usar cualquier flotador, en busca de esta especie tan apreciada, aunque todavía no haya llegado.
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