Arranque de tarariras
En el Rio de la Plata ya se afirma el cambio de temporada con la presencia de las especies más cazadoras. El dato de los sectores y los equipos. Por: Horacio Pascuariello.
Una de las pescas más atrayentes en el comienzo de la primavera es la de las tarariras, siempre están envueltas en el enigma de cuál va a ser su comportamiento después del letargo de invierno, ¿con qué va a picar?
También los ámbitos a donde las tuvimos temporadas atrás cambian, y es posible no encontrarlas ahí nunca más, llevándonos de nuevo a explorar otros sectores, y no siempre con éxito; un trabajo que requiere paciencia y cautela para no espantarlas y desaprovechar un posible gran pesquero. Este último dato es esencial si tenemos en cuenta su costumbre de anidar y defender ese territorio hasta el próximo desove, por lo cual es primordial salir en su busca con la premisa de devolverla a su medio después de dar con ella. Por lo tanto, si lo comparamos con un juego de amigos, podemos decir que el que se enoja primero pierde.
Con esta regla presente, mi amigo Rodrigo Ponce salió a recorrer algunos sectores del Rio de la Plata, que ya con aguas más tibias dejan ver las actividades de este feroz depredador que con apetito puede alimentarse no solo de otros peces, sino también de pequeños roedores, batracios, insectos y hasta aves. El derrotero comenzó en las marinas de la zona del norte: desde San Fernando enfilaron en primera medida hacia el sur para probar la pesca de bogas en un reconocido fondo de piedras a unos mil metros frente al Club de Pescadores, algo que después de algunas horas solo les dejó una satisfactoria pesca variada con bagres amarillos de muy buenos tamaños (suele superar el kilo de peso, es muy enérgico y con equipos livianos es una pesca sumamente entretenida).
De ahí la proa se enfiló a las costas frente a Ciudad Universitaria en donde el dorado suele encontrar territorio fértil para atacar especies menores, como sabalitos, mojarras o dientudos. Allí las pasadas las hicieron con sábalo, anguilas y por último una carnada clásica para los ámbitos porteños: pequeños bagres amarillos que son la tentación de los dorados. Pero tampoco dieron con ellos, así que llegaba el momento de ir por las tarariras. El día estaba esplendido, el sol comenzaba a calentar así que entraron a los arroyos que ofrece la zona de Coelho, ámbito de mucha tranquilidad, donde reina la vegetación y los pequeños canales, un sector ideal para que la tararira elija asentarse.
Refrigerio por medio probaron con líneas de flote y carnada, el pique casi de inmediato se empezó a dar con la fuerza y violencia que caracteriza a este pez que entrega luchas inolvidables al defenderse. Hubo de los más variados portes, pero todas las piezas se veían saludables y a pleno para volver al ruedo después de un intenso invierno, y como dato vale destacar que mordían, sábalos, anguilas y bagres por igual como carnada. La jornada terminó siendo fructífera y con la certeza de que ya tenemos a esta luchadora de nuevo entre nosotros.
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