Los ATV cruzando el río Granadas. Foto: Weekend

Camino entre montañas, si así se puede denominar, ya que en varios puntos apenas pasa la trocha de los ATV. Foto: Weekend

Plaza de Coranzulí, donde el grupo aprovechó para almorzar. Foto: Weekend

Campamento en Cusi Cusi. Foto: Weekend

El grupo que llevó a cabo esta travesía frente a la iglesia de Coranzulí. Según reza un cartel, esta construcción data de 1899. Foto: Weekend

Atravesando el río San Juan de Oro, que forma el límite con Bolivia. En esta parte tiene 200 m de ancho. Foto: Weekend

Emoción sobre ruedas

600 kilómetros en ATV por los mejores paisajes de Jujuy

Una inolvidable travesía de tres días, en la que 22 cuatriciclos se adentraron en lo más profundo y desconocido del norte argentino.

Por Marcos Roldán

Recorrer 630 asombrosos kilómetros en ATV es una travesía con mucha adrenalina. Y para ello elegimos la RN 40 al norte, y un sinfín de caminos alternativos que nos llevaron a los más profundo y oculto de Jujuy. El punto de encuentro para esta gran expedición fue Susques, lugar que nos sirvió para amigarnos con la altura y poder acomodar todo nuestro equipo en los cuatriciclos. También para alistar la camioneta que tan gentilmente nos prestó nuestro amigo Federico y que trasladó Rubén con la finalidad de transportar el combustible hasta el Km 200, logística fundamental para completar el recorrido.

Día 1 (190 km). Luego de un desayuno liviano y de pasar con nuestra colorida caravana por Susques para el asombro de los locales, tomamos la RN 40 nueva. Ni bien se sale del pueblo, el marco montañoso es impensado: cerros nevados, ocres y rojizos acompañan el sinuoso camino que va trepando y deja descubrir la magnitud en el horizonte. Aproximadamente a mitad del trayecto nos desprendimos de la ruta principal, más precisamente en Minas Pirquitas, para tomar un casi fuera de camino con rumbo noroeste que nos llevaría a los 4.720 msnm rodeando el volcán Granada con una vista privilegiada de su cara oeste totalmente nevada, y comenzar un descenso muy pintoresco a Lagunillas del Farallón.

Desde acá no era mucho lo que nos quedaba para llegar a Cusi Cusi, pero una imprevista tormenta que le sumó más paisaje y aventura apuró el descenso de los imponentes caracoles para tratar de llegar sin mojarnos. Ya con todos en el campamento bajo techo –y secos–, la lluvia fue un mal menor que sobrellevamos con una cena reparadora y larga sobremesa incluida.

Día 2 (240 km). Nos esperaba una larga jornada, así que de antemano ya estábamos concientizados de que volveríamos de noche al campamento. Saliendo de Cusi Cusi se encuentra el pequeño Valle de la Luna jujeño, unas extrañas formaciones coloradas que impactan la vista de cualquier aventurero que se atreve a estas latitudes. Kilómetros más adelante, y después de cruzar varias veces el río Granadas, se ingresa a la impresionante quebrada de Paicone, que durante 11 km se transforma en una postal impensada.

Frontera húmeda

Es bueno aclarar que esta quebrada es el cauce del río San Juan de Oro, que después de su unión con el río Mojón durante 56 km cumple la función de límite húmedo natural entre Argentina y Bolivia. En algunas partes su ancho es de 200 m, pero en verano por las fuertes lluvias en muchas oportunidades resulta imposible de transitar.

Seguimos con un norte bien definido para llegar a Santa Catalina, donde nos esperaban con el almuerzo. Unos rápidos sándwiches y buena hidratación para acomodar el estómago y seguir adelante. Desde acá comenzaría otro viaje. Llegar a El Angosto, la localidad que tiene la particularidad de ser la población situada más al norte de todas las de la Argentina, y que se ubica a una altitud de 3.581 msnm. Como muchos comentaron, una expedición dentro de otra.

El balcón natural antes del descenso permite tener una vista de los caracoles, ver a lo lejos el pequeño pueblo, el cauce del río San Juan de Oro y la tierra boliviana. Es algo realmente imponente y que quedará para siempre guardado en nuestras pupilas. Son de esas imágenes que a uno le cuesta comprender por la magnitud de las distancias.

Le dimos paso a una Hilux que venía subiendo, casi como que de un colectivo se tratase, ya que no había lugar ni para un alfiler. Para nuestra sorpresa no solo iba mi amigo don Mamani, responsable de la nueva usina solar que abastece al pueblo de energía, sino también la maestra de la escuela. Es que, siendo viernes, se iban todos a La Quiaca para aprovechar el disimulado descanso. Estos movimientos, debido a las distancias, sirven más para aprovisionarse de mercadería que para disfrutar y encontrarse con sus seres queridos.

Cruzamos El Angosto, ese magnífico caserío y su amable gente que nos dejó a todos mudos, sin entender que en estas latitudes –en la nada misma– lo más poblado está a 90 km (dos horas y media de viaje ante cualquier necesidad y urgencia). La distancia y el tiempo son los que deciden situaciones, pero así y todo hay un puñado de argentinos haciendo patria.

Seguridad ante todo

Lo que seguía, y pensamos que iba a ser simple, se tornó altamente complejo. Es que el San Juan aún tenía buena carga de agua producto de las últimas lluvias del verano. Una minuciosa exploración, y varias pruebas y errores para chequear profundidades y correntadas con la clara convicción de disminuir riesgos personales y materiales, dio sus frutos. Consumió buen tiempo pero bien valió la pena el trabajo para lograr ganarle a los 200 m de ancho y seguir camino por los 90 km del lado boliviano.

Ni bien pisamos suelo extranjero nos dimos un tiempo para cantar las estrofas de nuestro Himno Nacional, ya que el momento, el buen clima humano y las circunstancias lo ameritaban. Tal como lo habíamos planificado, sabíamos que algunos kilómetros del regreso serían de noche, lo cual con un cielo sobrecargado de estrellas, buena temperatura y un andar pausado nos permitió regresar al campamento sin novedades para descansar después de los ambiciosos kilómetros conquistados.

Día 3 (200 km). Amanecimos muy temprano ya que teníamos que desarmar el campamento, alistar los ATV y llegar en horario lógico a Susques para cargar todo. Tras poco andar tuvimos que parar obligatoriamente a sacar fotos de otra gran postal que nos regalaba la naturaleza: el sol que recién asomaba por los filos iluminaba las montañas del oeste dándole un color rojizo muy especial. Continuamos la marcha hasta otras magníficas formaciones, transitando por nuevos recorridos y paisajes, y pasadas las dos de la tarde ingresamos en la plaza de Coranzulí, donde aprovechamos para almorzar y estirar las piernas después de cinco horas de marcha. Un cartel en la iglesia reza la data de 1899, pero no tuvimos oportunidad de que alguien pudiera confirmarla.

Con pocas ganas, porque esta gran expedición estaba terminando, comenzamos a movernos para hacer el último tramo y cruzar el bellísimo salar de Olaroz. Tres días, 22 ATV, 27 personas y 630 km difíciles de vencer del NOA oculto y casi desconocido ya forman parte de nuestra historia.

Más info: www.atvclubargentina.com.ar

 

Podés leer la nota completa en la revista Weekend de mayo de 2019, n° 560.

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