Cómo la bici cambia nuestro cuerpo
Ya sea que lo hagamos por placer o deporte, rodar sobre las dos ruedas genera muchos beneficios para nuestro organismo.
Hoy es el Día Mundial de la Bicicleta, una fecha establecida para promover el uso de la bici, un medio de transporte que está en constante auge últimamente. Más allá de que permite movernos de manera fácil y sin contaminar, pedalear con regularidad, sin importar si lo hacemos por deporte o necesidad, genera muchos beneficios en nuestra salud. Sin que nos demos cuenta, nuestro cuerpo cambia en varios sentidos.
Corazón y pulmones más fuertes: más allá de la intensidad con la que rodemos, andar en bici es un gran entrenamiento cardiovascular. Con salidas más largas o exigentes, nuestro corazón tendrá que trabajar más, lo que generará un fortalecimiento del mismo y una reducción del riesgo de contraer enfermedades cardiovasculares. Un corazón más fuerte implica tener más energía durante el día y realizar un menor esfuerzo para las actividades del día a día.
Menos enfermedades: andar en bicicleta mejora nuestro sistema inmunológico. Cuando pedaleamos, el mismo se activa de forma inmediata para aniquilar las bacterias del cuerpo.
Un mimo al alma: cualquier actividad física genera endorfina, una sustancia que favorece el estado de ánimo. Además, andar en bicicleta nos permite disfrutar del aire libre y poder andar por paisajes naturales. Salir de la ciudad y rodar por caminos rurales o entre sierras, es uno de los grandes placeres que ayudan a desconectarnos y relajarnos.
Núcleo firme: toda la zona abdominal y la espalda se ven beneficiadas gracias a la quema de grasas y la tonificación muscular. Al pedalear, el área media trabaja para mantener el cuerpo en equilibrio. Además, otra zona muy beneficiada son los brazos, ya que son los puntos de apoyo sobre el manillar.
Articulaciones protegidas: al no ser una actividad de impacto, las articulaciones no sufren cuando rodamos. La mayor parte del peso del cuerpo descansa sobre el sillín, por lo que nuestras rodillas no sufren de ninguna carga extra. Además, también entrenamos los principales músculos de las piernas (gemelos, cuádriceps e isquiotibiales), que son los encargados de proteger rodillas y tobillos.
Mejores reflejos y coordinación: el cuerpo aprende a optimizar la energía para mantener el equilibrio y reaccionar mejor frente a obstáculos y cambios en el camino. Todo esto ayuda a desarrollar sentidos más agudos y una fuerte conciencia sobre el entorno.
Mejor descanso: andar en bicicleta estabiliza el ritmo biológico del cuerpo y reduce los niveles de cortisol, una hormona relacionada con el estrés que impide el sueño profundo. Según una investigación realizada por la Universidad de Medicina de Stanford, quienes practican ciclismo reducen el tiempo para dormirse y aumentan el sueño nocturno.
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