Un pequeño de 12 años, de nombre Avery, estaba pescando en el río Ounasjoki, al norte de Finlandia, cuando algo grande tiró con fuerza de su caña. Habitué del lugar, logró con habilidad y algo de ayuda de su abuelo, sacar del agua un lucio de cinco kilos, su mayor captura hasta el momento. Pero lo más impresionante no fue el tamaño del pez, sino lo que encontraron en su interior al momento de destriparlo, seguramente con algún final gastronómico: el lucio había devorado un pato pequeño entero. “Me quedé un poco horrorizado”, reconoció el joven tras ver al animal descompuesto dentro del estómago del pez.
El hallazgo, aunque poco común, no sorprendió del todo a los expertos. Según señalan, el lucio es un depredador nato, conocido por su dieta variada y su capacidad para emboscar todo tipo de presas. “Encontrar peces dentro de un lucio es habitual, pero aves no tanto”, explicó Anna Kuparinen, profesora de Ciencias Ambientales Acuáticas en la Universidad de Jyväskylä. “Aun así, si un pato joven nada en el momento equivocado, puede terminar así”.

La naturaleza no tiene filtros
El diario As de España cuenta que, si bien es anecdótico, no es para nada inusual en el día a día en la naturaleza. En la Península Ibérica existen ecosistemas acuáticos que albergan especies que también son capaces de devorar aves, pequeños mamíferos, anfibios y reptiles. Uno de los principales protagonistas de este tipo de comportamientos en España es, precisamente, el lucio europeo (Esox lucius), una especie alóctona —es decir, no autóctona— introducida hace décadas con fines deportivos. Su presencia se ha consolidado en embalses, ríos y lagos del norte y centro de la península, como el embalse de Riaño, en León, o el río Tormes, en Salamanca.
Este pez posee una boca llena de dientes afilados y una mandíbula que actúa como una trampa de resorte, capaz de capturar y engullir en segundos a sus presas. Aunque su dieta habitual incluye peces más pequeños, anfibios y crustáceos, no es raro que cace polluelos de ánade real o fochas comunes que nadan solos cerca de las orillas. En varios informes, el Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC) ha documentado este tipo de depredación en humedales manchegos.
Más impactante aún es el caso del siluro gigante (Silurus glanis), otra especie invasora presente especialmente en el río Ebro, donde ha causado importantes alteraciones ecológicas. Algunos estudios como “Ecology of Freshwater Fish” publicado en la revista ecológica Willey, han confirmado que los siluros no sólo comen peces: su dieta puede incluir patos, ratas de agua e incluso palomas. De hecho, se han filmado siluros saliendo parcialmente del agua para atrapar aves posadas en la orilla.
Un comportamiento natural en un entorno que no es el suyo
Estas escenas, aunque naturales desde el punto de vista biológico, generan desequilibrios importantes cuando los depredadores no son autóctonos. Las especies introducidas, como el lucio o el siluro, carecen en muchos casos de enemigos naturales, lo que les permite expandirse rápidamente y alterar las cadenas tróficas.





























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