En esos momentos que los recuerdos ganan la mente, suelo reflexionar que, a mis abuelos Manuel y Gregorio, no los pude disfrutar como hubiese querido. A uno porque partió muy tempranamente de este plano de cosas, del otro mi memoria preserva un manojo de intensas caricias, calurosas apretujadas y regalitos para ganar un poco más de mi atención.
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Pero la vida y esta hermosa profesión que es el periodismo reservaron para mí la grata sorpresa de conocer y adoptar como abuelos a dos pescadores de excepción: Rafael “El Rafa” Guglielmi y Haig Vartazian o simplemente “Varta”. Dos personajes en el sentido más cariñoso de la palabra que hoy, Día del Pescador, quiero homenajear.
Comenzada la década de 1990 con veintipocos años de edad, estudio, mucha perseverancia y, por sobre todo, Dios mediante, hicieron que terminara ingresando en una inolvidable redacción de Weekend, ubicada en aquel entonces en Sarmiento 1113 a escasos metros del Obelisco de Buenos Aires. Voy escribiendo y los recuerdos hacen eso que mencioné al principio: se adueñan del presente con fuerza. Tantas cosas vividas y vívidas. Pero solo voy a decirles que en esos pocos metros cuadrados donde se fumaba mucho, se tomaba más café y el golpe de las teclas de las máquinas de escribir eran música para los oídos (principios de los 90 no se olviden), entre tantos colaboradores especializados que entraban y salían se destacaban por su presencia esos dos señores, maestros pescadores: El Rafa y Varta.
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Yo el pibe, el joven redactor responsable de lo que en periodismo se denomina darle estilo a los textos recibidos en la redacción. El Rafa y Varta, los rectores de la caña que no se guardaban nada a la hora de responder mis dudas técnicas. Me enseñaron todo lo que les pregunté y sobre lo que no también. Términos como aparejo, paternóster, garete, brazolada, se hicieron muy familiares gracias a sus charlas.
Dos tipos de barrio que en un gesto, en una sonrisa pícara te decían todo. Hicimos migas enseguida porque fui educado en un hogar donde me inculcaron el respeto a mis mayores. Fundamental, el trato de usted y a escucharlos mientras hablan. Aunque con el tiempo el Rafa me permitió que lo tuteara.
Los textos tanto del Rafa como de Varta venían escritos de puño y letra o guardados en sus privilegiadas memorias para ser dictados. Así es. El tema era que sentarlos a la máquina de escribir del lado del teclado era como pedirles que renunciaran a la pesca, imposible. O bien, como me decía el risueño, tan querido Rafa, palabras más palabras menos: “Me siento ahí y me tomás declaración”. Había tango, barrio en el Rafa, y eso nos unía mucho. Lo sorprendía que siendo tan joven supiera de orquestas típicas y que mi cantante preferido fuera Ángel Vargas, El ruiseñor de las calles porteñas. Para él era “el pibe” y me encantaba como lo decía.
Creo que la reticencia a pasar en limpio las jornadas vividas a máquina venía de que les interesaba más lo fotográfico que la práctica de la escritura. Ambos, el Rafa y Varta, eran excelentes fotógrafos. Además, Varta era un consumado conductor de radio por su programa "Tiempo Libre". Ambos marcaron en la materia fotografía todo un estilo en el periodismo especializado local. Otro tema: confiaban ciegamente en el trabajo en equipo y sabían que en la redacción de Weekend estaban los que entendían las vueltas de las palabras y los signos de puntuación.
De Varta recuerdo su vozarrón y su mirada aguileña. Al contrario que con el Rafa, nunca nos tuteamos (luego supe que el usted lo aplicaba para todos). Amante del fútbol era hincha fanático del Club Atlético Atlanta. Fortachón, pelo encanecido, imponía respeto con su aspecto y parecía demasiado serio, pero nada que ver: suenan en mi mente en este momento sus atronadoras carcajadas. Tomaba mucho café y pese a ser fumador, pocas veces lo veía con un cigarrillo en la redacción. Venía empilchado de pescador casi siempre luciendo distintos chalecos de múltiples bolsillos. Parecía que siempre estaba bajando de un bote o de una lancha.
Tengo que aclarar que los colaboradores especializados en pesca en Weekend no se limitaban por aquel entonces al Rafa y Varta. Es también merecedor de este homenaje Rodolfo Perri, otra leyenda del periodismo especializado del aire libre que supe conocer, amante de la pesca y pionero en esto de registrar salidas a los ámbitos cañeriles, pero el Mariscal, como le decía, era un caso aparte porque siempre lo identifiqué más con la actividad de la caza.
Con el correr de los años conocí a muchos discípulos, directa o indirectamente, de estos monstruos que lamentablemente ya no están entre nosotros, que supieron ganar tantos torneos, recorrer tanta agua (ningún ámbito les fue ajeno) y tierra para llegar a esas piezas que siempre trataron con amor. No los voy a mencionar porque no quiero pecar de injusto frente a la posibilidad de incurrir en el olvido de algunos de ellos. Eso sí, todos grandes personas e impecables deportistas de la caña que también están incluidos en este recuerdo - homenaje.
El saludo especial me lo guardo para el final, para ustedes queridos lectores pescadores, razón de ser de estas líneas y de tantas otras generadas al abrigo de grandes maestros. Así que, donde quiera que estén a lo largo y a lo ancho de nuestro precioso país: ¡Feliz día y gracias!
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