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PESCA | 26-03-2017 10:00

Buenos Aires a pura mosca

Pesqueros y especies que permiten disfrutar de la mosca en el territorio bonarense.
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Para muchos aficionados, la provincia de Buenos Aires es una de las “menos mosqueras” de la Argentina, con un status muy inferior a las patagónicas o mesopotámicas. Paradójicamente, bajo una mirada más profunda e inquisidora, este territorio ofrece un vasto abanico de escenarios y especies dulceacuícolas. Se destacan doradillos, tarariras, carpas, bagres, sábalos y una variada ultraliviana de chanchitas, cabezas amargas, mojarrones y dientudos de pesadilla. Muchas veces muy, pero muy cerca de casa. En este sentido el verano 2016/17 fue sumamanente auspicioso, con lluvias copiosas e inundaciones que trajeron mucha vida y peces, diluyendo tóxicos, mejorando el acceso al alimento o la eficiencia reproductiva. Un año que será recordado por mucho tiempo…

Arroyos de la pampa ondulada

Ubicada al noreste de Buenos Aires, su nombre deriva de sus ondulaciones orográficas. Ello origina cursos de buena pendiente con afloramientos de tosca que generan pintorescos saltos y correderas: excelentes sitios para la pesca de doradillos, que con las crecientes los han remontado en buen número. Entre los más destacables, de norte a sur, encontramos el Arroyo del Medio (oficia de límite con Santa Fe), el Ramallo y los ríos Arrecifes, Areco y Luján. Se le agrega una densa red de tributarios como el Rojas, Salto, Pergamino y Los Leones, carentes de dorados por saltos y/o represas que impiden su migración, pero excelentes para dentudos, chanchas, cabeza amarga, tarariras y las omniscientes carpas. Cursos por momentos muy castigados (industria, sobrepesca y agricultura) y hasta con problemas de seguridad periurbana, pero que de alinearse los planetas ofrecen pescas inolvidables.

Los más pequeños, con una predominancia de doradillos de 300 g 1 kilo, son ideales para equipos Nº 2 o 3, líneas de flote, shock tippet de fluorocarbono y streamers Nº 6 y 4 del tipo Scampi o Woolly Bugger, que parecen ser caramelitos con la abundancia de tosqueros. En ríos más grandes y con peces que superiores de 1 a 5 kg, como el caso del Medio, se usan cañas N 6º con streamers doraderos de 11 a 14 cm. Otra delicatessen son los sábalos, que si se los encuentra chupeteando resaca en superficie pueden tomar secas del tipo “miga de pan” de guata; difícil y enloquecedor, pero no imposible. En sus secciones bajas cercanas al Paraná, con inundación se agregan pequeños pirá pitás que toman muy bien ninfas y moscas secas patinadas. El Reconquista, considerado el segundo río más contaminado de la Argentina, aguas arriba del Dique Roggero posee cabeceras (arroyos Durazno y La Choza) muy saludables. Sitios complejos, pero que pueden dar tarariras como cocodrilos.

Río de la Plata urbano

Con las pasadas inundaciones, la franja urbana del Plata se llenó de doradillos de 500 g a casi 3 kg. Por practicidad y cercanía suelo buscarlos en playas naturales con afloraciones de tosca entre Perú Beach y la reserva de Vicente López. Una variable importantísima es el cuadrante y la intensidad del viento. La mejor condición es una brisa suave de tierra, con tiempo cálido y soleado. Vientos provenientes del río de más de 15 km/h remueven toda la costa comprometiendo la acción de la mosca. Sin contar que al dorado rioplatense... ¡no le gusta el viento! Aquí se vadea con el agua entre la rodilla y el ombligo, por flats de agua leonada que desnudan los peces con espantadas, saltos, lomeadas, rolidos o ataques en superficie.

No conviene echar raíces en un punto. Por el contrario, es aconsejable cubrir mucha agua, ir al encuentro de los dorados. Un gatillo fundamental consiste en cachetear el agua con la mosca, generando un chasquido natural de “pez en fuga”. Aquí casi todos los doradillos toman entre la posada y los primeros dos o tres stripeos. Se usan equipos del Nº 4 al 6, con líneas flotantes y streamers de craft fur de 10 a 12 centímetros en anzuelos hasta Nº 1/0 (lastiman menos).

Lagunas bonaerenses

Las Encadenadas del Salado marcaron a fuego a la generación tararirera de nuestros mayores. Y tras su epidemia de eutrofización, su equivalente para la nuestra fueron las lagunillas de la diagonal Bragado/Junín: bellísimas, más pequeñas y repletas de tarariras de 500 g a 1,5 kg (y con sorpresas). Cómo olvidar jornadas memorables en El Abuelo, Aguas Claras, Dos Aguas, Vaca Muerta, Comodoro Py y decenas de otras sin nombre, como el “Santuario Cocodrilero” de Pepe Perrone. Sin duda de los espejos más mosqueros de toda la provincia.

En este cuento de hadas, el primer hachazo fue la soja (y sus sucedáneos químicos), luego la mortandad por la nevada del 2007, seguida de la gran sequía del 2009. Allí muchas lagunas se secaron, se quemaron los juncales y luego las sembraron encima. Un apocalipsis que creíamos irreversible, más tratándose de lagunas de napa sin interconexiones evidentes. Casi siete años después de verlas morir varias están de regreso, no al nivel de antes, pero revolviendo un estofado emocional que conmueve. Un gran descubrimiento fue la laguna La Mostaza, en las afueras de Olavarría, con la rareza de enormes bagres sapos muy dispuestos a tomar streamers arrastrados por el barro.

Sierras y mar

En el sudoeste bonaerense se destacan dos sistemas serranos: Tandilia y Ventania. Allí chocan los vientos húmedos del Atlántico, dando lugar a innumerables cursos que drenan hacia todos los puntos cardinales.

Sobre la ladera noreste de Ventania sobresalen las cabeceras de los arroyos Azul y Tapalqué, con una bellísima estructura serrana de piedra caliza. Allí, sin la existencia de la presión depredadora de las tarariras, lo dientudos desarrollan tamaños tiranosaúricos, proponiendo divertidísimos lances con equipitos Nº 1 y ninfas o ministreamers derivados en la corriente. Algo similar ocurre con las chanchitas, que prefieren aguas más lentas, vegetadas y cristalinas. Pero sin dudas el plato fuerte son las carpas, como me ocurrió este verano junto a Maxi Mendiri y Pepe Guazzone en el arroyo Tapalqué. Carpas de 1 a 5 kg a pez visto, proponiendo una pesca de las más técnicas y desafiantes que conozco.

Otros cursos importantes se desprenden de la ladera sur del sistema de Ventania, como el Sauce Grande con sus truchas, percas, pejerreyes y enormes carpas. En ese sentido estoy embobado con el embalse Paso de Piedras, pletórico de carpas de 3 kg promedio y monstruos que rozan los 9 kg. La meca indiscutida de los carpófilos bonaerenses, al nivel de muchos ámbitos patagónicos.

Tomen lo que aquí describo como una síntesis extremadamente apretada de territorio con mucho agua por descubrir. Faltan los lenguados, palometas, cornos y escardones en el mar, salmónidos en las cabeceras serranas y pejerreyes en una interminable pléyade de lagunas y arroyos. Y no nos olvidemos de “la peor de todas”: la lisa. El dragón chino de la mosca, que todos ansían… ¡pero todavía nadie le sacó la ficha!

Nota completa publicada en revista Weekend nº 534, marzo 2017.

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Diego Flores

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