Mari Menuco y sus atesoradas truchas
Un asiduo pescador de la zona nos relató una de sus recientes capturas en un lago en el que la chance de pescar está todo el año.
Por Jorge Virgilio
La pesca es mucho más que una simple actividad al aire libre; es una experiencia que une al ser humano con la naturaleza de manera única. Recientemente, se vivió una jornada que encapsuló toda la esencia de esta actividad recreativa. Nicolás Barros de Neuquén, consiguió pescar una trucha que no solo desafió sus habilidades, sino que también dejó una impresión duradera en su memoria.
Era una mañana serena, con viento leve pero muy frío, con el sol filtrándose suavemente a través de las copas de los pocos árboles del lugar. El lago Mari Menuco, un ámbito habilitado todo el año, estaba algo picado, con una espumita sobre cada mini ola que se formaba en superficie. Con la caña en mano, comenzó su caminata, observando todo tipo de zonas. Está de más decir que todas lo invitaban a querer ingresar y lanzar de inmediato, pero esta vez prefirió caminar unos minutos más, hasta situarse en un rincón del lago, sector sobre el que descansaba la sombra de un acantilado. En la costa había cenizas de un fogón, seguramente alguien más también estuvo allí, con fuego de por medio contando historias de pesca. Algo que todos hacemos.
Ya en el lugar elegido fue por los primeros lanzamientos, utilizando como primera opción una Bitch Creek, un patrón que luego de 15 lanzamientos cambió por Wooly Buggers. Los resultados eran nulos. Con paciencia y sin ver actividad en superficie, optó por atar una Intruder al leader, pero se levantó un poco de viento y la imposibilidad de lograr lanzamientos largos lo llevó a una Matuka sin el detalle rojo abajo. Con esa mosca, aparecieron los primeros toques.
La ilusión era otra, lo que hizo que intentará 10 tiros más, así como estaba, hasta que volvió a un cambio, con la misma mosca, pero con el rojo abajo. La respuesta fue automática. Una vibración le hizo saber que había algo especial en juego. Elevó su caña para asegurar y en cuestión de segundos, la lucha comenzó. La trucha, robusta y vibrante, se resistió con una fuerza sorprendente, teniendo en cuenta que también a favor están las filosas piedras en las cuales busca refugio y pueden ocasionar que el leader se corte. Cada tirón y cada giro eran un recordatorio de la majestuosidad de este pez y del delicado equilibrio entre el pescador y la presa.
Finalmente, después de una caminata para poder tenerla con mayor ventaja, Barros logró tenerla en sus manos, una trucha verdaderamente impresionante, con escamas que reflejaban la luz como joyas preciosas. Su tamaño y su belleza eran testimonio de la salud del ecosistema acuático en el que vive. Tras sacarle una foto rápidamente, devolvió la trucha al lago, satisfecho con la experiencia y respetuoso de la vida que había tenido el honor de conocer.
Este encuentro no solo reafirmó su amor por la pesca, sino que también le recordó la importancia de conservar nuestros recursos naturales. Cada jornada en el río es una oportunidad para conectarnos con la naturaleza, y cada captura es un recordatorio de la responsabilidad que tenemos de protegerla.
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