El agua siempre fue el plan ideal para Naza, a quién en la adolescencia decidieron que conozca las bondades de la pesca deportiva. Foto: Gabriel López Rivera

El agua siempre fue el plan ideal para Naza, a quién en la adolescencia decidieron que conozca las bondades de la pesca deportiva. Foto: Gabriel López Rivera

El agua siempre fue el plan ideal para Naza, a quién en la adolescencia decidieron que conozca las bondades de la pesca deportiva. Foto: Gabriel López Rivera

El agua siempre fue el plan ideal para Naza, a quién en la adolescencia decidieron que conozca las bondades de la pesca deportiva. Foto: Gabriel López Rivera

El agua siempre fue el plan ideal para Naza, a quién en la adolescencia decidieron que conozca las bondades de la pesca deportiva. Foto: Gabriel López Rivera

HISTORIAS DE VIDA

Nazareno y su experiencia de pesca inclusiva

Una salida al río que obligó a un trabajo previo importante, pero que al final premió con un momento imborrable. Crónica de un día en el que el deporte del silencio traspasó fronteras. Por: Gabriel López Rivera. 

La historia de Naza comienza cuando tenía dos años y medio de vida y fue diagnosticado con Trastorno Generalizado en el Desarrollo sin Especificar (TGD), una patología dentro de la amplia gama del Autismo. Con una niñez muy complicada en cuanto a temas de salud, y a pesar de todo lo que le sucedía, había algo que a él siempre lo volvía a eje: el agua. El agua siempre fue su elemento. Disfrutó siempre sus clases de natación, jugando en la piscina, en el mar, en el río. Es un amante de la vida al aire libre, le encantan los animales en el campo, la granja, practicó equinoterapia y toda aquella actividad relacionada con la naturaleza.

Teniendo en cuenta esto que tanto le gustaba, y luego de mucho trabajo junto a todos sus terapeutas, comenzamos a incursionar en la náutica; primero con paseos cortos en lanchas de familiares y luego lo fuimos ampliando a catamaranes y lanchas colectivo en el delta del Tigre. Esto llevó mucho trabajo terapéutico ya que no soportaba los ruidos fuertes y las aglomeraciones de personas, pero luego de trabajo, intentos y paciencia, pudo superarlo y disfrutar de esos momentos.

En la adolescencia de Naza, cuando se encontraba mucho más regulado, consideramos que estábamos en condiciones de fusionar todo eso que tanto le gustaba con la pasión del padre, la pesca deportiva. Planteamos el tema con el grupo terapéutico y médico, fue un gran desafío, una incógnita que no sabíamos cómo iba a resultar. Pero como siempre consideramos que, sin importar su condición, él tenía el derecho de disfrutar todo lo que la vida nos regala al igual que cualquier otro chico de su edad. Así fue como nos embarcamos en un programa de trabajo que fuimos armando sobre la marcha y acorde a la necesidad.

Primero a través de pictogramas se lo fue sondeando en función a sus gustos y preferencias. Luego de haber establecido eso, comenzamos a trabajar en la historia de lo que íbamos a hacer. Le contábamos que iba a viajar en el auto con papá, dormir en otro lado que no era su casa, ir al río a pasear en lancha, que en ese lugar había peces de color amarillo que saltaban y nadaban muy rápido, presentarle lo que era un equipo de pesca, sus partes, cómo se usa, qué cuidados había que tomar, mostrarle qué era un azuelo y por qué no tenía que tocarlo. Además, contarle que con eso íbamos a pescar, nos sacábamos una foto y devolvíamos los pescados al agua. También como parte del programa fuimos marcándole en un almanaque los días que faltaban para la salida y cuál iba a ser su duración.

Una vez encaminado todo el trabajo terapéutico comenzó la tarea de elegir cuál iba a ser el mejor lugar de pesca y la modalidad a utilizar, ya que una característica de los chicos con esta patología es la de su hiperactividad. Así fue que opté por la cancha de la ciudad de Concordia, ya que allí la actividad se realiza en gran medida a la deriva, camalote o pindá, sobre las piedras de Salto Chico u otros lugares cercanos. Esto hace que la embarcación esté constantemente en movimiento y, en algunos casos, con turbulencias, lo que haría más divertido el paseo. Además de esto, la cercanía del Club Pesca de Concordia que nos permitiría hacer un alto al medio día para cortar la jornada, comer un asado, estirar las piernas, ir al baño y luego de todo esto retomar con la actividad.

Ya teníamos establecidos los gustos y preferencias, la historia, el entrenamiento, el cuadro de marcha y el lugar; ahora teníamos que encontrar a la persona que se animara a embarcarse en este desafío incierto de llevar a un adolescente con Autismo a una salida de pesca que no sabíamos siquiera si se iba a poder desarrollar. Yo ya había salido varias veces con Germán Vázquez, guía local de la zona de Concordia, persona atenta y servicial que trata al cliente como a un amigo, de las que no sacan a pasear a las personas que lo contratan para pasar la jornada y listo. En resumen, me contacté con él, le comenté el plan y si se animaba a embarcarse en este desafío; aceptó al instante, así que juntos planificamos el día de pesca. Lo siguiente fue un sueño, con sus aciertos y sus errores, que sirvieron para modificarlos y así la salida siguiente fue mucho mejor. Los chicos con estas condiciones tienen los sentidos sumamente exacerbados, es por eso que muchos de ellos no tienen tolerancia con las aglomeraciones de gente o los ruidos. 

El ambiente que le brinda la pesca deportiva es poder utilizar esos sentidos para conocer in situ cómo es un pez, cómo huele o se mueve, el canto de los pájaros, el vaivén de la embarcación sobre el agua, el aroma del asado cocinándose en la parrilla del club, las luces de los vehículos durante el viaje, el olor de los eucaliptus, etc. La información sensorial que le brinda al niño/joven el ambiente de pesca es infinita y armónica, eso mismo le permite regularse, lo que comúnmente decimos, bajar mil cambios. 

En la última salida realizada se intentó con mucho éxito la pesca en trolling, esto le permitió a Nazareno una atención constante sobre la caña que tenía en sus manos, como así también sentir en todo su ser el trabajo del señuelo en el agua y la posterior embestida del dorado en el momento del pique, bajándole la caña y tensando la línea. Sin dudas, todas las personas con capacidades diferentes tienen el derecho de poder disfrutar de las mismas cosas que comúnmente los demás y nosotros, sus seres queridos, tenemos la obligación de hacer todo lo humanamente posible para darle esa oportunidad. Luego, si resulta o no es otro tema, pero la oportunidad la tuvo.

Cuando se habla de integrar a las personas con discapacidad, lejos está la moda de terminar las palabras con la letra “E”, la verdadera integración es la que hace Germán, que sin saber absolutamente nada del tema se brindó íntegro para que Naza pudiera conocer la sensación de un paseo en lancha, un pique, una clavada, sentir un dorado en sus manos, devolverlo al agua, ysentarse a comer un asado. Palabras aparte para todo el equipo de terapeutas y médicos que, gracias a sus esfuerzos y dedicación, pudieron lograr que Naza transforme al deporte del silencio en el deporte de la sonrisa.

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