Brasil: el Florianópolis menos conocido
Anticipándonos al verano, viajamos a uno de los destinos más buscados por los argentinos en el sur del país. Además de las playas, qué otras cosas se pueden hacer. Descubrimos bicisendas, atractivos rurales y avistaje de ballenas.
Por Patricio Redman
Las playas de Florianópolis, en el estado de Santa Catarina, son un destino anhelado por los turistas de nuestro país. Cada año en avión, auto y ómnibus son miles los que se deciden por el sur de Brasil. Pero la isla de Floripa tiene mucho más para ofrecerle al turista interesado en los recorridos históricos y culturales, que incluyen visitas a los morros, avistaje de ballenas, gastronomía y contacto con la cultura local.
Próximos a aterrizar en la isla de Santa Catarina tras un vuelo de dos horas, la vista no puede ser más idílica: mar turquesa y palmeras. Allí nos estaba esperando Rodrigo Stüpp, un simpático guía local que nos acompañaría durante el recorrido. Comenzamos visitando la playa de Riberao da Isla, ubicada al sudoeste de Santa Catarina. Un lugar detenido en el tiempo con su barrio antiguo de casas estilo portugués, la iglesia de mas de 200 años y callejuelas donde se ofrece una excelente gastronomía. La especialidad son las ostras, que se pueden saborear al tiempo que se recorre una hermosa línea de playa.
Un lugar antes prohibido
Desde el centro de la ciudad de Floripa se observa el famoso morro do Mocotó, antiguamente un lugar casi vedado para los habitantes blancos. Hoy día se desarrollan varias propuestas turísticas: la más destacada es la del Monte Serrat, que ofrece un turismo de base comunitaria. Es decir, visitas con guías locales para adentrarse en la cultura afro recorriendo los callejones de la favela y el morro. Hagamos un poco de historia: en la colonia portuguesa y en los siglos XVIII y XIX este morro había sido refugio de esclavos fugados y presidiarios. Posteriormente, los habitantes más pobres de la isla lo habitaron, en su mayoría negros. La iglesia de Nuestra Señora de Monte Serrat siempre fue un faro de refugio de estas comunidades, y con la llegada hace 35 años del Padre Vilson Groh –amigo del Papa Francisco– y su trabajo pastoral, empezaron muchas de las obras de inclusión: educación, urbanización y servicios.
Para el turismo se ofrecen tres sendas que se denominan Da Negritude, Da Natureza y Das Laveiras. Nuestro recorrido por el Morro incluyó algo de estas tres opciones para ver la historia de las lavanderas, la exuberante naturaleza y los espacios donde se manifiesta la cultura afro y sus luchas sociales. Las vistas de la bahía son increíbles, también lo es observar el crecimiento de las viviendas de madera por los morros. A cada paso se descubren callejones y viejas escalinatas que serpentean por la floresta. También pudimos hablar con pobladores locales, y en todos se denota la simpatía y las ganas de progresar. Este senderismo culminó con un almuerzo con productos de la región, para más tarde dirigirnos al centro histórico y al increíble mercado público que data de 1898. Nuestro “Manezinho” (así les llaman a los guías locales) nos venía anticipando que lo mejor estaba por llegar y no se equivocó: el Palacio Cruz e Sousa, la catedral Metropolitana, la peatonal Felipe Schmidt y la plaza 15 de Noviembre con el árbol Figueira Centenaria de 1871 son lugares históricos que merecen un recorrido en una Florianópolis más allá de la playa. También el Mercado Público, con sus puestos de venta de pescado y frutas. En todo el recorrido por el centro se observan obras de arte callejero en fachadas de edificios y ochavas, de artistas como Rodrigo Rizo, Daniel Correa y Danka Umbert. Este es un punto de encuentro de la capital Catarinense.
60 km de bicisendas
La zona céntrica de Floripa puede y debe recorrerse en bicicleta. La avenida costanera tiene una bicisenda muy segura –ciclovía Beira Mar Continental– que recorre las playas del centro y nos permita acceder al sector histórico o dirigirnos al puente Hercílio Luz, del año 1926. Esta impactante estructura de 5.000 toneladas de acero y 821 m de extensión es el puente colgante más grande de Brasil, hoy patrimonio histórico, artístico y arquitectónico. Cruzarlo por su espectacular bicisenda es una hermosa experiencia porque tiene unas vistas impresionantes del mar, las playas y la ciudad. Cuando baja el sol está todo iluminado y suma este atractivo. Si contamos con tiempo, también podemos recorrer la ciclovía Beira Mar Norte. Hay sistemas de alquiler de bicicletas como Tembici o puestos de rental; asimismo varios de los hoteles de la ciudad ofrecen a sus clientes este equipo sin cargo, que incluyen casco y linga de seguridad.
Ballenas francas
El día estaba nublado, aunque caluroso. Así que nos dirigimos a la Praia do Rosa, en Imbituba, para observar el paso las ballenas francas. Ubicada a 90 km de Florianópolis, estas playas son también famosas por su belleza paisajística y sus aguas cristalinas ideales para el buceo. Y la visita resulta espectacular porque es incesante el paso de estos colosos de 70 toneladas alimentando a sus crías. De tanto en tanto logramos observar el chorro de vapor que sale de sus cabezas cuando exhalan. A diferencia de lo que ocurre en nuestro país, está prohibida la navegación a motor cerca de estos cetáceos, por lo que los avistamientos se efectúan desde miradores en el morro. Lo primero que impacta es la cantidad de ejemplares, su quietud y proximidad.
Pudimos ver ballenas jugando con el oleaje casi en la línea de rompiente. Esta zona tuvo una larga tradición de pesca de ballenas en los siglos XVIII y XIX, por ello se destaca el Museo de la Ballena, que brinda una mirada sobre esta actividad comercial afortunadamente superada.
Turismo rural
La localidad de Ratones, ubicada casi en el centro norte de la isla, ofrece turismo rural: avistaje de aves, caminatas por la floresta, paseos a caballo y una variada oferta gastronómica. Nosotros realizamos una hermosa caminata hacia unas cavernas de piedra. En el recorrido hicimos un alto para escuchar el sonido de la naturaleza y, ayudados por pañuelos cubriendo los ojos, pudimos escuchar el canto de los pájaros y de la selva. Un lugar de paz y meditación. La sensación óptima para finalizar un viaje de bienestar y relajación.
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