El embalse Topocoro, oficialmente conocido como Hidroeléctrica Sogamoso, es uno de los cuerpos de agua artificiales más grandes de Colombia. Con unas 7.000 hectáreas de superficie, este reservorio creado hace poco más de una década se transformó rápidamente en un escenario clave para la pesca continental. Sin embargo, en los últimos siete años, su ecosistema sufrió un cambio profundo y controvertido: la llegada del tucunaré, un pez exótico originario de la cuenca del río Orinoco. Nadie sabe con certeza quién lo introdujo, aunque los especialistas coinciden en que su ingreso fue intencional y fuera de todo marco legal, posiblemente impulsado por el interés deportivo que genera esta especie. Lo cierto es que, en muy poco tiempo, el tucunaré se adaptó de manera extraordinaria y pasó a dominar el embalse.
Según estudios y registros pesqueros locales, el tucunaré y otra especie introducida concentran hoy cerca del 82 % de las capturas, mientras que peces nativos emblemáticos como el bocachico (Prochilodus magdalenae) o el capaz (Pimelodus grosskopfii) cayeron del 64 % al 4 % de la pesca total. Un dato contundente que refleja la magnitud del impacto. El tucunaré (género Cichla) es un ciclido depredador, territorial, de crecimiento rápido y con una alta tasa reproductiva. Estas características, que lo convierten en un pez deportivo extraordinario, son justamente las que lo vuelven altamente problemático fuera de su ambiente natural. Se alimenta de peces pequeños, juveniles y larvas, afectando directamente el reclutamiento de especies nativas. Biólogos y técnicos ambientales advierten que, en ambientes cerrados como embalses, el tucunaré no tiene predadores naturales efectivos, lo que acelera su expansión y genera un desequilibrio difícil de revertir.

Pesca deportiva en auge, artesanal en retroceso
Paradójicamente, mientras el ecosistema se degrada, el tucunaré se transformó en una estrella de la pesca deportiva. En redes sociales abundan imágenes de pescadores posando con grandes ejemplares, promociones turísticas y torneos organizados específicamente para capturarlo. Pero fuera del foco digital, la realidad es otra. Más de la mitad de los pescadores de subsistencia abandonaron la actividad, ante la caída de especies tradicionales y la menor productividad general del embalse. De hecho, Topocoro es considerado hoy el embalse menos productivo del país en términos pesqueros, a pesar de su tamaño.

Un déjà vu ambiental
La situación trae recuerdos recientes a Colombia. Pescadores y científicos comparan el avance del tucunaré con lo ocurrido con el pez basa (Pangasianodon hypophthalmus), otra especie exótica que se expandió rápidamente y generó preocupación por su impacto en ríos y humedales. Ambos casos refuerzan una advertencia clave: la introducción de especies exóticas con fines recreativos o comerciales puede tener consecuencias irreversibles. La principal preocupación de los especialistas es que el tucunaré escape del embalse y colonice ríos y cuencas cercanas, algo que ya ocurrió en otros países de Sudamérica. Una expansión de este tipo pondría en riesgo no solo a los peces nativos, sino también a economías regionales ligadas a la pesca artesanal. Topocoro es hoy un laboratorio a cielo abierto de lo que sucede cuando una especie se introduce sin planificación ni control. Un recordatorio de que, en pesca y en ambiente, no todo lo que pica es positivo.
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