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PESCA | 19-04-2018 09:05

Variada en el río Salado

A apenas 168 km de la Capital Federal, un tradicional pesquero ofrece tranquilidad y buenos pejerreyes, entre otras especies.
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Luego de una charla telefónica con el amigo Cachi Arroupe para interiorizarme de cómo se venía realizando la pesca en el río Salado, emprendimos viaje junto a mi padre, Nicolás Albanese, hasta la localidad de Lezama.    Teníamos en mente recorrer diferentes puntos de la cuenca hasta dar con un lugar único en su tranquilidad y que permitiera estar en pleno contacto con la naturaleza.

Si salimos desde Capital Federal y tomamos la Autovía 2, nos separan 168 km hasta el pesquero Arroupe. Pero nosotros paramos primero en el kilómetro 113 para aprovisionarnos en el puesto de carnadas El Repollo, de los amigos Roberto y Tomas Lynch. Luego continuamos hasta el Km 162,5, donde encontramos el retome hasta el Km 162. Como si volviéramos hacia Buenos Aires, aparecen a mano derecha dos tranqueras y el cruce de vías. Hay que aventurarse por allí y recorrer 5 km de camino de tierra que se van atravesando mientras vamos pasando por cuatro tranqueras más (con la precaución de volver a cerrarlas una vez franqueadas).

Los equipos y carnadas

Bien provistos con las deliciosas galletas de campo de la tradicional panadería del pueblo –que está a dos cuadras de la ruta, fundamentales para la picada–, llegamos a la costa, punto de encuentro con Cachi. El ya estaba listo para informarnos acerca de las dos modalidades de pesca de pejerrey que se practican allí habitualmente: de fondo y de flote. Además, nos dio algunos tips para no fracasar.

Utilizamos cañas de 4 m para la modalidad de flote, reeles con multifilamento del 0,16 y nylon del 0,28 con flotalíneas para mantenerlo siempre en superficie y facilitar el momento en que el pique se concrete. Las líneas que más rindieron fueron de medianas a chicas, como se ilustra en la foto, combinadas en diferentes gamas de colores.

Los anzuelos Nº 1 y 2 rindieron muy bien, mientras que las brazoladas de entre 10 y 30 cm fueron suficientes. Se puede utilizar un boyón puntero para ganar más distancia y dejar la línea a la deriva, porque no todas las veces comen cerca de la costa. En cuanto a la pesca de fondo, utilizamos cañas cortas de 2,50 a 3 m, reeles con nylon del 0,40, líneas de dos anzuelos de variada 6/0 o 7/0 y plomo acorde al equipo. Para la pesca de tarariras, lo que más resultó fue la línea plop con carnada, aunque no hay que descartar los señuelos pues también lo toman con total voracidad. Las lombrices, abundantes en el anzuelo, se comportaron como lo mejor para la modalidad de fondo y las mojarras medianas sirvieron para el flote, intercaladas con algún filetito de dientudo obtenido del mismo lugar, ya que los hay en cantidad. Para la pesca de carpas no hay que descartar la masa en diferentes gustos y, para la tararira, un abundante filete de dientudo es más que suficiente.

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Gran experiencia

Comenzamos con los primeros intentos en modalidad de flote, tirando tiros cortos muy pegados a la barranca, buscando el movimiento de una cascadita que trae agua de los campos. Eso ayuda a concretar el pique, ya que el pez come sobre ese lugar. Fue así que dimos con los primeros flechas de plata fuera de medida, en un pique que fue constante y mezclado con dientudos. Hay que tener en cuenta que las condiciones climáticas sean apropiadas: un buen viento favorece la pesca de pejerreyes.

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Con la ayuda del viento

A las 9 de la mañana, el viento comenzó a soplar rizando el agua y los portes mejoraron notablemente. Por mi parte, logré pejerreyes de 23 a 33 cm, mientras que mi padre concretó dobletes muy vigorosos. La jornada fue inestable en cuanto al viento: por momentos se nos planchaba por completo, haciendo un parate en los aparejos de flote. En cuanto a la pesca variada, obtuvimos lindos bagres de todos los tamaños y, aunque hay buenos patíes, la suerte con esta especie no estuvo de nuestro lado.

Casi llegando al mediodía comenzó a elevarse más la temperatura y decidí armar un equipo liviano con línea plop y abundante filete de dientudo, para practicar la pesca de tarariras. Luego de varios lances bien pegado a la costa, los ataques a la línea fueron voraces, logrando ejemplares de todos los tamaños. Más que satisfechos, la jornada iba llegando a su fin en un hermoso lugar que ofrece una rica variada en diferentes modalidades de pesca. A medida que el clima dé paso a los primeros fríos, aparecerán más flechas de plata y el lugar se va a poner más interesante, tanto en cantidad como en calidad. El paraje brinda una amplia costa en diferentes márgenes y, si respetamos sus límites, es único para acampar y pasar jornadas en familia.

Nota completa en Revista Weekend mes de Abril 2018 (edicion 547)

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Marcelo Ferro

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