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PESCA | 29-04-2013 10:31

Dos ámbitos ideales para la trucha

El clásico de la Patagonia sigue sorprendiendo, pese a las erupciones del volcán Puyehue del 2011. Galería de imágenes.
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La captura de truchas en nuestro sur cordillerano solo puede ser realizada en un período que va de noviembre a abril de cada año y está reservada exclusivamente para quienes dominen con maestría la técnica de la pesca con mosca. Falso y muy falso.

Aprovechando la visita de un grupo de amigos brasileños, con Nelva y Alberto Fontevecchia (fundadores de revista Weekend) como anfitriones e impulsores de esta aventura, nos dispusimos a derribar algunos mitos y de paso sondear distintos pesqueros, reeditando a la vez viejas y gloriosas jornadas de pesca patagónica.

La primera creencia popular es que todos los ambientes cierran a fin de abril. Sin embargo, podemos afirmar que son muchos los pesqueros que permanecen abiertos después de esa fecha. Por ejemplo, en Neuquén, los ríos Agrio, Aluminé, Chimehuin, Collón Cura, Colorado, Correntoso, Limay, Malleo, Neuquén, Pulmarí, Quillén, Quilquihue, Relén, Reñileuvú, Ruca Choroy y Trocomán, entre otros, y el lago Nahuel Huapi están habilitados hasta el 31 de mayo de cada año. Y hay también los que permanecen abiertos todo el año, como los espejos de Alicurá, Aluminé, Arroyito, Lolog, Moquehue, Pichi Picún Leufú, Piedra del Aguila, Pulmarí y Ramos Mexía. En Río Negro ocurre otro tanto: lagos como el Gutiérrez y el Mascardi, además del Nahuel Huapi, permanecen habilitados hasta el 31 de mayo, y en el Moreno se puede pescar todo el año.

El Nahuel Huapi

Como primer destino de nuestro periplo resolvimos hacer base en el estratégico Hotel Correntoso, en Villa La Angostura. Enclave con una rica historia de pioneros y reconocido linaje en lo que hace a la pesca deportiva. Desde allí efectuamos salidas de pesca embarcados con Gustavo Najda y Piccino Gemma como guías.

Y para que los brasileños Adauto, Alda y Carolini tomaran un primer contacto con las truchas silvestres, comenzamos actuando en trolling o pesca de arrastre, que consiste en accionar una cuchara o señuelo al desplazarse una embarcación. Si bien es una de las modalidades menos deportivas para oponerle a un salmónido, permite realizar un primer acercamiento a la pesca de truchas aun teniendo poca experiencia en la materia, lográndose interesantes capturas.

Utilizamos líneas de profundidad de 100 yardas y lastradas de 27 libras en reeles rotativos robustos y de buena capacidad, con un backing (o reserva) de al menos 100 m, y un líder o terminal de nailon monofilamento del 0,28, incoloro, de 6 a 8 m y distintas cucharas de trolling, como las Diamond King N° 4 y N° 5, Rapala Inkoo y Sutton. La estrategia utilizada para trollear fue la de navegar paralelo a la costa copiando los caprichos de la geografía orillera a una distancia no mayor a los 50 m.

Un fuerte cambio climático en días previos a nuestro arribo y una quietud total de las aguas, más la excelente luminosidad de los días en que pescamos fueron algunos de los motivos para que las truchas estuvieran más reticentes y recién empezaran a activarse con las últimas luces de cada jornada.

Más abajo

En procura de llegar con el engaño a cotas más bajas para dar con peces muy esquivos, resolvimos utilizar un profundizador o down rigger: un artefacto provisto de un malacate con cable de acero y un lastre importante donde se sujeta –mediante un broche– la línea principal para llevarla junto con el artificial a honduras superiores a las que se pueden alcanzar con el simple peso de la línea o la acción de la paleta del señuelo.

Una vez producido el pique, si no se desprende el broche y se libera la línea, se aplica un cañazo para desvincular el nailon del profundizador y así establecer el combate directamente con la caña. Este método sirve para alcanzar mayor hondura y tiene como inconveniente que opaca un poco la primera etapa de la captura, sin embargo, es muy efectivo y otorga la ventaja de que el combate puede llevarse a cabo con implementos bastante más sutiles que cuando se usan líneas lastradas que imponen la utilización de reeles rotativos de gran capacidad y cañas más potentes

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La mayor efectividad la obtuvimos a última hora del día y a velocidades de desplazamiento de entre 2,5 y 3 nudos (4,6 y 5,6 km/h). Aprovechamos también la trayectoria costera para actuar en spinning lanzando desde la cubierta del barco hacia la costa.

Esta modalidad permite ir prospectando largos tramos ribereños, ubicando el artificial en precisas localizaciones y posibles sitios de acecho. Como se actúa desde el barco a cierta altura y con aguas muy claras, se puede ver el momento exacto en que el pez abandona su escondite y ataca al cebo, confiriéndole a las acciones una cuota de emoción adicional.

Seguimos bajando

La segunda etapa de este relevamiento sería en aguas de río, para lo cual nos desplazamos por tierra a través de magníficos y cambiantes escenarios patagónicos hasta la zona del valle de Trevelin, en la provincia de Chubut. El río Grande o Futaleufú, de cuenca pacífica, es un interesantísimo curso en el que está permitida la pesca de spinning.

Tomando como base de operaciones el distinguido Sendero Lodge, y con Richard Williams y Roberto Cretón como guías, nos dedicamos a surcar y pescar sus aguas limpias, rápidas y bien pobladas de truchas en pequeñas embarcaciones con dos pescadores por lancha más el guía. Lo recomendable es usar varas de 1,80 a 2,40 metros, de no más de 12 libras (1 libra=453,59 gramos) de resistencia, y reeles frontales pequeños con capacidad de al menos 150 m de nailon del 0,22 al 0,25 y relaciones de recuperación de al menos 5 a 1 (5:1). Si el nailon es incoloro tanto mejor, y si se usa multifilamento conviene que los últimos metros sean de nailon para no delatar el engaño y darle un plus de elasticidad al conjunto.

Los señuelos tipo minnows o sticks con paletas pequeñas que no ejerzan mucha resistencia y no profundicen demasiado son muy efectivos en el río. Los que tienen rattles o sonajeros le agregan un plus de atractivo. Las cucharas ondulantes pesadas como la Toby, Koster y Atom, de Abu; o Krocodile, de Luhr Jensen, o los spinners (giratorias) de Mepps, o Vibrax, de Blue Fox, son otras de las claves del éxito en aguas torrentosas.

Cruzando la corriente

La estrategia más efectiva para los ríos consiste en lanzar el señuelo perpendicular a la corriente o apenas aguas arriba. Ni bien cae el artificial al agua hay que empezar a recuperarlo alineando la puntera de la caña con la dirección del nailon. Así intentamos simular un pequeño pez cruzando la correntada y buscando ganar la orilla. La idea es hacer un lance medianamente largo para mantener el máximo tiempo posible el señuelo avanzando en la corriente.

Cuando empieza a ponerse contracorriente hay que ir ralentando la recuperación, para compensar la acción y la presión de la correntada que termina sacando para arriba las cucharas y desestabilizando los señuelos.

Para los sectores arremansados, las técnicas mandan trabajar las diferentes profundidades, dejar hundir la cuchara luego de lanzar, variar las velocidades de recupero y dar pequeños tirones con la puntera para otorgarle un movimiento discontinuo, más real y menos mecánico al engaño.

La pesca de truchas marrones y arco iris residentes fue exitosa en este curso, en el que ya se empezaban a ver los primeros grandes salmones del Pacífico. Tal es así que hasta el propio Adauto, a poco de iniciarse en la pesca de salmónidos, en apenas unos días experimentó desde el trolling, pasando por el apasionante spinning y terminando por sus primeras capturas de truchas con mosca, quedando además maravillado por el entorno y por una pesca emocionante, que, lejos de estar reservada para unos pocos, puede ser para muchos y por mucho más tiempo a lo largo del año.

Nota publicada en la edición 488 de Weekend, mayo de 2013. Si querés adquirir el ejemplar, llamá al Tel.: (011) 4341-8900. Para suscribirte a la revista y recibirla sin cargo en tu domicilio, clickeá aquí.

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Alejandro Inzaurraga

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