A lo lejos parecía una bestia desconocida, amenazante, por lo que Mark Watkins y su padre se acercaron con cautela.
Sólo para descubrir, por el fétido olor, que se trataba del cadáver inflamado de una ballena. Este hallazgo, se produjo a 50 km de la ciudad portuaria de Bunbury, en Australia.
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