Más de una vez, cuenta Ricardo Kruszewski, durante las largas travesías en kayak, ya sea por Antártida, el canal de Beagle, el mar Argentino o el océano Pacífico, escuchamos a nuestras espaldas un soplido que nos arranca de la cadencia. Al rato una ballena o, en ocasiones, grupos de orcas se acercan al kayak. Curiosas, nos acompañan un rato, para luego sumergirse y desaparecer en lo profundo del mar. No le temen al kayak, saben que no les puede hacer daño. Se mueven con tanta medida, a pesar de tener un porte de 3 veces la eslora de un kayak, que tampoco su presencia genera miedo. La emoción congela el aire. Se cruzan la miradas del equipo. A veces no da tiempo para largar el remo y sacar la cámara de fotos. El instante quedará grabado de todas maneras de por vida en la memoria.
Una vuelta en kayak al Paraná de las Palmas
Cada año la ballena franca austral llega a las aguas protegidas de los golfos de la Península Valdés para procrear. Tiempo de nacimiento y de apareamiento. Comienzan a arribar en mayo. Y en diciembre, cuando el ballenato es bastante grande y fuerte para salir a alta mar, empiezan a partir. Un espectáculo natural imperdible. Es uno de los casos en que la hembra es más grande que el macho, llegando ellas a tener 16 m de largo mientras que los machos entre 13 y 15 m. Al nacer tienen de 3 a 5 metros y pesan alrededor de 5 toneladas. Duplican su peso a la semana. 40 toneladas es el peso de un adulto. Ofician de ”huellas dactilares” las callosidades que tienen repartidas en la cabeza.
Al soplar por sus dos espiráculos se genera un chorro en forma de “V” que llega a alcanzar 3 m de altura. Su alimento principal es el krill, y alcanza a consumir en un día hasta una tonelada. Bucean entre 3 y 4 minutos, aunque tienen capacidad de estar hasta 40 minutos bajo el agua. Suelen saltar de 3 a 4 veces consecutivas, siempre hacia adelante y de espalda. ¡Fotógrafos atentos!
El primer salto es casi imposible de fotografiar, pero efoquen con la cámara unos metros adelante y tendrán la chance de fotografiar el segundo y el tercero. En Península Valdés se han identificado más de 1.000 individuos. No todos vuelven cada año, pero la población que llega sí crece año a año. Desde 1937 es una especie protegida.
Los mejores avistajes
En marea alta, durante agosto y septiembre se ven bien en las costas de El Pedral (Punta Ninfas), las playas del Doradillo, Villarino y Pardelas. La otra opción es embarcados en las excursiones que parten desde Puerto Pirámides. Por la luz del sol, las más recomendables son las salidas del final de tarde. También se pueden ver las ballenas nadando bajo el agua si uno se embarca a bordo del Yellow Submarine.
Pero sin duda la forma más atractiva y emocionante de hacer avistaje de ballenas es navegando en kayak. Al ser una actividad muy amigable con el medio ambiente, no deja huella. Y la fauna, cualquiera sea la especie, no le teme. Por el contrario, les resulta curiosa su presencia y a veces hasta les es indiferente.
La península Valdés, por su geografía es un lugar ideal, ya que dependiendo del sector de donde sople el viento –generalmente de uno de los dos golfos–, están más al reparo del viento. Cuando lo hace del sur, el Golfo San José es el sitio ideal. Se accede en vehículo o algunos lo hacen en bicicleta, a las playas Larralde y Villarino, que se encuentran, respectivamente, a 24 y 26 km. Si sopla norte u oeste, quizás el lugar para recorrer sean las playas de Pirámides hacia Punta Pardelas.
Antes de navegar
Más seguro es salir en grupo, al menos tres personas y no menos de dos kayaks. Avisar a las autoridades competentes de la salida y del plan de navegación, además de contar con buenos equipos, medios de comunicación y experiencia. Elemental es chequear la meteorología y las mareas. En caso de áreas protegidas –como es el caso de la Península Valdés–, solo se puede navegar en kayak con guías autorizados.
Nunca y bajo ningún concepto, descuidar detalles que hacen a la seguridad. Chaleco de ayuda de flotación, adecuado al peso de uno y cómodo. Siempre el cubre cockpit puesto para evitar embarcar agua. Bien recomendable es conocer las técnicas de rescate: subirse al kayak, asistir a alguien que está en el agua y el eskimo roll, una técnica de autorrescate eficaz en caso de vuelco.
En aguas frías es clave contar con la ropa adecuada: no tenerla puede llega a ser fatal. Evitar ropa de algodón. Salir con un traje de neoprene o, mucho más cómodo, con traje seco respirable debajo del cual se usa ropa térmica. Calzado de neoprene, medias de polar o de otros materiales sintéticos y mitones que van sujetos al remo son parte del equipamiento necesario. Si la salida es corta, cerca de la costa y las aguas no tan frías, se puede prever ropa térmica, un anorak o chaqueta impermeable y respirable, con ajustes de neoprene en cuello, puños y cintura.
Antes de salir al agua, verificar que el equipamiento se encuentra en óptimas condiciones: estanqueidad de los tambuchos, funcionamiento del sistema de timón, cubrecockpit, remos. Sobre todo escuchar las recomendaciones del guía, quien pondrá énfasis en que al estar cerca de fauna se debe detener la marcha, mantener una distancia prudencial y cuidar que el animal no se sienta nunca perseguido. Siempre anticiparse a las maniobras de embarcaciones mayores: mejor suponer que no nos vieron y evitar interferir su rumbo.
Ya en el agua, se trata de disfrutar. Se despiertan los sentidos. El paisaje de ambos golfos es bien atractivo por sus playas, acantilados y variedad de aves marinas. Las restingas, que se dejan ver con marea baja, alojan pequeñas cuevas y crustáceos. Finalmente, los lobos de mar son, sin dudas, uno de los animales más curiosos que se arriman a saludar. Valdés, un destino que merece más de un viaje, ya que el espectáculo es siempre diferente.
Nota publicada en Weekend 527, agosto de 2016.
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