Thursday 18 de April de 2024
CAZA | 06-03-2014 14:40

Las claves de la brama pampeana

En marzo las hormonas empiezan a hacer efecto. Los machos muestran su poderoso cuello y exhiben su cornamenta.
Ver galería de imágenes

Como todos los años, los cazadores esperamos con ansias la llegada de marzo para disfrutar de uno de los eventos más trascendentes de la actividad cinegética nacional: la brama del ciervo colorado (Cervus elaphus). Este animal exótico, introducido por Pedro Luro a principios del siglo XX, se ha convertido en la especie de caza mayor por excelencia en nuestro país.

A mediados de febrero, la vida en los caldenales pampeanos comienza a presentar alteraciones. Los ciervos machos cobran poco a poco movilidad, dejando de lado su vida solitaria y sedentaria. Su cornamenta, que volteó a principios de la primavera, ha resurgido, completando su desarrollo cuando llega febrero. Mientras ésta crecía, se encontraba cubierta por una capa de piel con una superficie afelpada. Ahora con las astas terminadas, el ciervo de desprende de esa felpa, frotando su cornamenta contra ramas, árboles y –a veces– la pastura en los denominados peladeros.

Las inequívocas señales que dejan en estos peladeros nos dan la pauta de la presencia de machos dispuestos a enfrentar un nuevo desafío: juntar un harén de hembras y servirlas. Si nos encontramos en el campo en esta prebrama, es importante observar los lugares por donde han pasado los ciervos.

En marzo las hormonas empiezan a hacer efecto. Los machos están en su plenitud, caminan con la cabeza echada hacia atrás, muestran su poderoso cuello y exhiben su cornamenta. Están haciendo gala de toda su potencia, para desalentar a otros machos más jóvenes que intentarán quitarles su hegemonía.

Mágico sonido

Con clima propicio, las primeras semanas de marzo comienza la brama propiamente dicha, que se extenderá hasta abril (y a veces más). Los machos empiezan a emitir ese aullido ronco imposible de describir con palabras. Así anuncian a las hembras su presencia y advirten a otros machos que están dispuestos a dar pelea. El cazador que se encuentra en el monte se guiará por esos bramidos para iniciar su aproximación.

Por lo general comienzan a bramar cuando cae el sol con la fresca, y cesan poco después del amanecer si la temperatura se eleva. Llegar al monte con las últimas horas de la tarde para buscar nuestra presa nos deja poco tiempo de luz, lo que no significa que no hagamos el intento. En lo personal prefiero estar listo antes del amanecer, aprovechando las primeras luces. Y si se llega a estirar la brama, el sol juega a mi favor.

Un campo transitado por vehículos, con perros que lo recorren o tiroteos innecesarios puede provocar que los machos sólo bramen a la noche o que, directamente, se corte la brama.

Nota publicada en la edición 498 de Weekend, marzo de 2014. Si querés adquirir el ejemplar, llamá al Tel.: (011) 4341-8900. Para suscribirte a la revista y recibirla sin cargo en tu domicilio, clickeá aquí.

También te puede interesar

Galería de imágenes

En esta Nota

Pablo Crespo

Pablo Crespo

Comentarios

También te puede interesar

Más en
Mirá todos los autores de Weekend