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CAZA | 14-12-2012 15:25

Vizcachas al caer el sol

Armas, calibres y técnicas para la caza de vizcachas, una actividad con matices y atractivos que la tornan muy deportiva. Galería de imágenes.
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Lagostomus maximus, llamada comúnmente vizcacha de las llanuras, de las pampas, común o mora, es una especie de la familia Chinchillidae, la única viva del género. Se trata de un roedor de hasta 60 cm de largo que habita en Sudamérica, desde el sur de Bolivia y Paraguay hasta el norte de la Patagonia argentina.

Un dato curioso: a comienzos del siglo XX fue introducida en el oeste del Uruguay, donde nunca habitó naturalmente pues las poblaciones más cercanas que existían eran de Entre Ríos y el río actuaba como una barrera infranqueable. La especie pronto pudo expandirse en el nuevo y propicio hábitat del país vecino, pero una rápida reacción gubernamental logró eliminarla por completo, siendo un caso testigo a nivel mundial en la lucha contra las especies introducidas, pues es muy poco frecuente que los planes de control se hagan en tiempo y forma, o que resulten efectivos.

En nuestro país, en 1907 fue declarada por el Ministerio de Agricultura plaga de la agricultura, y por ley nacional su control es obligatorio, lo cual llevó a una regresión poblacional en gran parte del territorio, amén de sufrir frecuentes extinciones locales de manera natural, incluso en los parques nacionales El Palmar y Lihué Calel.

Su capacidad reproductora es muy baja, pero alta la tasa de supervivencia de la progenie. Sólo un estro (celo) por año, en el otoño, y después de una prolongada gestación (154 días) nace una camada de dos crías en primavera, ocasionalmente de una y muy raramente tres. Es primípara (puede parir) al cumplir un año. El macho alcanza la madurez sexual algo más tarde, alrededor del año y medio, cuando pesa 5 kilos.

Es de hábitos nocturnos. Vive en grupos de hasta 50 individuos en túneles que cava en lomas de terreno firme. Se alimenta de todo tipo de vegetales y ataca los cultivos, por lo que su caza está permitida en toda época. La vizcachas salen al caer la tarde, precedidas por el macho más viejo, el vizcachón, que se asoma primero para comprobar si hay peligro en los alrededores de las cuevas.

Las vizcacheras (sistemas de corredores subterráneos en los que habitan) están en parte a pocos centímetros de la superficie, se extienden en un radio de 15 a 20 metros y se pueden hundir al paso de animales y humanos, por lo que constituyen un peligro, especialmente para los jinetes. La vizcacha no tiene inconveniente en compartir un sector de su refugio con zorros y, eventualmente, con lechuzas, ya que las cuevas tienen hasta 15 bocas.

Es de pelo abundante, cabeza grande, hocico abultado y chato por delante, bigotes largos y sedosos y orejas pequeñas. Generalmente, de pelaje gris en el lomo y blanco en el vientre. Dos franjas negras le atraviesan la cara. Sus patas son cortas, con dedos y uñas fuertes que le sirven para cavar la madriguera. La cola se desprende con facilidad, y esto la salva muchas veces de ser capturada.

Las hembras y los machos viven separados. Los machos, o vizcachones, ocupan cada uno una cueva, que es bastante sencilla y tiene una o dos bocas. En cambio, 15 o 20 hembras comparten una misma madriguera de diseño muy complicado: llena de callejones, plazoletas y escondrijos. Al atardecer, los machos van a buscar a las hembras, pasean, juegan y se aparean. Luego, cada uno vuelve a su cueva.

Las armas

El .22 Hornet: originalmente basado en el .22 Winchester Centerfire, el .22 Hornet fue desarrollado a finales de la década del 20 por un grupo de recargadores y pioneros en experiencias con nue­vos ca­li­bres. Aun­que los fa­bri­can­tes de ar­mas eu­ro­peos, al­re­de­dor de 1886, ba­sán­do­se en el .22 WCF, de­sa­rrolla­ron el 5,6 x 35 R Vier­ling, que era un car­tu­cho de pól­vo­ra ne­gra en sus orí­ge­nes, los ale­ma­nes –des­pués de un tiem­po y con la apa­ri­ción de la pól­vo­ra sin hu­mo– co­men­za­ron a car­gar­lo con el nue­vo des­cu­bri­mien­to, lo­gran­do así prác­ti­ca­men­te las pres­ta­cio­nes ori­gi­na­les del .22 Hor­net. Y recién en 1930 se empezaron a fa­bri­car ri­fles re­ca­ma­ra­dos pa­ra es­te ca­li­bre en los Estados Unidos.

La pri­me­ra fá­bri­ca de mu­ni­cio­nes en co­mer­cia­li­zar es­te car­tu­cho fue Win­ches­ter. Los ri­fles pioneros se ba­sa­ron en la ac­ción Spring­field 1903 y en la fa­mo­sa ac­ción mo­no­ti­ro Mar­tin. Lue­go, en 1932, apareció el Win­ches­ter mo­de­lo 54, y Sa­va­ge tam­bién pre­sen­tó su mo­de­lo 23-d. Du­ran­te la Se­gun­da Gue­rra Mun­dial se fa­bri­ca­ron al­gu­nos fusiles de su­per­vi­ven­cia pa­ra pi­lo­tos en ca­li­bre .22 Hor­net.

Después de la gran con­tien­da, mu­chas compañías –tan­to ame­ri­ca­nas co­mo eu­ro­peas– empezaron a fa­bri­ca­r fusiles y mu­ni­cio­nes pa­ra es­te ca­li­bre. Tal es el ca­so de las co­no­ci­das mar­cas Ans­chutz y Walt­her, las que pro­du­cen dos de los más fi­nos ri­fles ja­más he­chos en es­te ca­li­bre.

Precisión exitosa

Ho­lland & Ho­lland tam­bién fabricó ri­fles monotiro ex­qui­si­ta­men­te ter­mi­na­dos. Hay que re­co­no­cer que el .22 Hor­net fue un pio­ne­ro de los ca­li­bres pe­que­ños en los Estados Unidos y que rá­pi­da­men­te se di­fun­dió en Eu­ro­pa. Una de las ra­zo­nes por la cual tu­vo un gran éxi­to fue porque con una vai­na de muy pe­que­ñas di­men­sio­nes lo­gra­ba pres­ta­cio­nes que, pa­ra la épo­ca, eran es­pec­ta­cu­la­res. La pre­ci­sión fue y es uno de sus ma­yo­res lo­gros. Y la po­ca can­ti­dad de grains de pól­vo­ra lo ha­cen su­ma­men­te efi­cien­te.

La fábrica de pólvora Hércules encontró que ya existía algo como lo que buscaban y lo perfeccionaron. Así, con una punta de 40 grains alcanzaron los 2.300 pies/seg, y 650 a 700 libras/pie de energía en boca. Además, esta pólvora cayó como anillo al dedo a un montón de otros calibres.

En esta salida a la zona de Chascomús utilizamos uno armado a partir de una vieja escopeta monotiro, trabajo realizado por el prestigioso armero Rubén Giacone recordando las antiguas Martin. El arma resultó de lo mejor que he visto y usado para este tipo de cacería, aunque rompe un poco más.

El .22 Magnum y .22 LR: el de-sempeño de un .22 Mag con puntas de 40 gr anda más o menos en los 1.800/1.850 p/s, con una energía de unas 300 l/pie (salvo las RWS de 2.000 p/s y 360 l/pie).

Situado en el medio entre el .22 LR y el Hornet, no da mayores ventajas para este tipo de caza que el primero de estos. He comprobado en múltiples oportunidades que, del mismo modo que el .22 LR, si el disparo no está perfectamente colocado la vizcacha se meterá herida en su cueva, teniendo como mayor diferencia entre ambos la gran disimilitud de precio.

El .223 Remington: los valores de un .223 Rem. son mucho más altos: 3.200 p/s y 1.200 l/p de energía, aunque con mayores opciones de puntas. Si bien es muy empleado para las vizcachas, lo considero excesivo: rompe mucha carne y, sobre todo, es extremadamente ruidoso, lo que limitará nuestras oportunidades de captura pues tardarán mucho más tiempo en salir otra vez de sus madrigueras. Si recarga y puede bajarle las cargas hasta límites aceptables, quizás esté más cerca de poder utilizarlo correctamente.

Las técnicas

Considerando que su caza es básicamente nocturna, tenemos dos formas de hacerla. O quizás tres si tomamos en cuenta que podemos cobrar una o dos con la última luz del día.

Tal como ocurre con muchas actividades al aire libre, las fases lunares tienen suma importancia en esta caza. Si la luna es nueva o sale muy tarde como en los cuartos menguantes, la mejor opción es recorrer la zona de vizcacheras intentando ubicarlas por sus llamados. Cuando estemos cerca y creamos saber dónde está, será el momento de encender una linterna y efectuar el disparo con el rifle, que ya deberá estar encarado al posible blanco.

En este punto hay dos teorías. Unos prefieren linternas o reflectores potentes, y otros, entre los que me encuentro, optamos por usarlas incluso con poca batería, para provocar una luz tenue que no las asuste. Si la linterna es muy potente se le pueden anteponer filtros (los hay rojos y azules) o improvisar uno con papel celofán.

En los casos de luna llena o en la etapa de cuarto menguante donde alumbra temprano, la única opción es apostarse a buena distancia. Y aquí se impone más que nunca el .22 Hornet, efectuando los disparos a larga distancia, e intentando verlas con la luz lunar tal como lo hacemos con los jabalíes. Y la mejor opción siempre es el disparo a la cabeza: se asegura la presa y no se estropea la carne, por lo que una óptica bien regulada resulta fundamental. Si nunca realizó esta caza, inténtelo. Seguramente no se va a arrepentir.

Nota publicada en la edición 483 de Weekend, diciembre de 2012. Si querés adquirir el ejemplar, llamá al Tel.: (011) 4341-8900. Para suscribirte a la revista y recibirla sin cargo en tu domicilio, clickeá aquí.

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Marcelo Ferro

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