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MOTOR | 04-06-2013 17:59

Fantasía de muchos: restaurar un Jeep Willys o Ika

El sueño de muchos convertido en realidad. Claves para conseguir repuestos y certificar los papeles. testimonios de dos personas que lograron cumplir su objetivo.

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Para algunos, restaurar un auto puede significar cumplir  “el sueño del pibe”  con un modelo que marcó sus juegos y fantasías infantiles. Para otros, implica el desafío de poner en valor una pieza histórica. Mientras que para ciertas personas puede ser una excelente terapia para sobrellevar momentos complicados.

Más allá de las motivaciones personales, uno de los modelos más  buscados para reconstruir suelen ser los Jeep, sean Willys o IKA.

A primera vista, restaurar un Jeep puede resultar una tarea sencilla, sobre todo si se tiene en cuenta que se trata de vehículos de diseño y funcionamiento simples y con poca cantidad de piezas en comparación con otros rodados de la misma época o anteriores.

Sin embargo, el trabajo de recuperar uno de estos vehículos –los abuelos de los actuales 4x4– puede demandar mucho tiempo y esfuerzo, en particular si se lo quiere dejar original, como en realidad corresponde a modelos con semejante historia. Ahora, ¿por dónde empezar?

Lo primero es ubicar un ejemplar en las mejores condiciones posibles, sobre todo de chasis y de casco o carrocería. Los expertos sostienen que es preferible arrancar a partir de un vehículo lo más original posible, aunque esté arruinado y/o tenga faltantes, antes que comprar uno que haya sufrido tantas modificaciones que ya no se sabe qué es. Lo más habitual es encontrar estos vehículos en el campo, arrumbados en algún galpón o gallinero. También se los puede ubicar en pueblos y ciudades costeras.

Papeles

Lo segundo más importante es documentar fehacientemente el origen del auto, el año de fabricación y el recorrido por sus sucesivos dueños. El tema de los papeles es fundamental para poder acceder a la titularidad en condiciones legales.

Una vez que se resuelven estos puntos hay que pensar en cómo se va a realizar el trabajo. Nunca se debe olvidar que la restauración es una tarea a largo plazo, que requiere mucha paciencia y perseverancia.

Y ese prolongado tiempo implica muchos meses, y hasta años, si es que se quiere tener un vehículo lo más original posible, con todos los detalles y con alta calidad. La cuestión estética, por ser lo primero que se ve, tiene mucha importancia, pero si las partes mecánicas no funcionan bien el Jeep no viajará a ningún lado.

Para ello hay que establecer un proyecto, como si se fuera a construir una casa: documentarse bien sobre el auto en cuanto a año de fabricación y modelo, para establecer cuáles son las características exactas que le corresponden. Es importante estar al tanto de las modificaciones que haya sufrido en el momento de su fabricación, para asegurar la reconstrución exacta del modelo que corresponde a ese año y serie.

Hay que tomar apuntes de los materiales originales disponibles, anotar los elementos, calcular medidas y documentar los pasos de la reconstrucción con fotos y dibujos hasta del más mínimo detalle, incluso de los desperfectos que se presenten. Si se hacen las cosas mal o no se repara algún defecto como se debe, el gasto  y el tiempo a invertir serán mayores.

Lo más apropiado es empezar de adentro hacia afuera. Si se pretende hacer una restauración completa, lo primero es asegurar la reparación y puesta en marcha de los componentes mecánicos –motor, caja, diferencial, columna de dirección, sistemas de alimentación y eléctrico–. De nada sirve refaccionar la carrocería si luego el vehículo va a estar guardado porque no funciona, con el consiguiente riesgo de que vuelva a deteriorarse

El restaurador

Otro aspecto importante es que la restauración esté en manos de una sola persona, ya sea el dueño del vehículo o un mecánico conocido y responsable que, además, tenga acreditada experiencia en la recuperación de vehículos históricos. Un restaurador de buena calidad hoy cobra unos U$S 30 la hora de trabajo. Así se evitarán decisiones cruzadas, opiniones divergentes, errores de armado y costos innecesarios que luego serán muy difíciles de revertir.

Con el mismo criterio, lo ideal es que todos los trabajos se hagan en un mismo lugar para evitar el traslado del vehículo de un sitio a otro, con los consiguientes riesgos de lesiones o pérdida de piezas. En este punto, lo recomendable es establecer un ambiente adecuado para el trabajo. El garaje de la casa o algún galpón o depósito son los lugares ideales. Si se dispone de un espacio en un taller mecánico, hay que cerciorarse de que sea poco húmedo y esté limpio, para que no se maltraten las piezas.

Un don fundamental

Más allá de la decisión y actitud para rehacer un Jeep, lo más importante de todo es conseguir los repuestos originales. Aunque parezca imposible obtener materiales de marcas desaparecidas, siempre en algún lugar del mundo existirán las piezas que se necesitan. El desafío es encontrarlas. Y si bien puede tomar mucho tiempo, uno de los requisitos indispensables de un buen restaurador es la paciencia. Por último, un consejo, tal vez el más importante: tomar la restauración como una labor recreativa. En muchos casos reemplaza a la terapia.

Las claves de Diego del Solar:

Desde que fue comprado en 1958, uno de los 85.790 Jeep IKA que se produjeron en la Argentina está en manos de la misma familia. Se trata de un ejemplar corto, doble tracción, que fue adquirido como 0 km por Enrique Del Solar. Hoy, Diego (57, foto), su hijo, lo usa todos los días en su chacra de Manzanares, desde que lo restauró en 2009. Allí le cambió el aspecto civil por uno más militar, pero siguiendo los patrones del fabricante.

“Mi padre lo compró para usarlo en un campo en Rojas, recuerda el heredero. Luego estuvo abandonado un tiempo y en el ’72 lo hizo a nuevo. Volvió a quedar en malas condiciones hasta que en el 2009 lo traje a mi casa en Manzanares y empecé a reconstruirlo. Como entiendo bastante de mecánica lo hice todo yo. Tuve suerte de que la mayoría de las piezas originales estaban y no necesité buscar demasiado. El mayor trabajo fue de mecánica y pintura. En total tardé unos 6 meses en recuperarlo y, en su momento, gasté unos U$S 4.000. El cambio más importante respecto del original fue el color: como el verde botella me había aburrido, lo pinté de un tono arena”.

Del Solar cuenta que, además de la pintura, las pocas modificaciones que le hizo a su jeep IKA fueron el cambio del asiento delantero enterizo por butacas individuales, el soporte lateral de la rueda de auxilio pasó atrás, le colocó luces de posición delanteras y traseras del tipo militar (blackout), base para antena militar, portabidón, y arco de capota tipo tijera.

Si tuviera que venderlo, hipótesis que hoy no contempla, estima que rondaría los U$S 17.000. “Por ser única mano, doble tracción, corto y original”, justifica Del Solar.

Los secretos del Ika de Carlos Sainz:

Carlos Sainz (51, foto), ingeniero químico, es miembro de la Asociación Argentina de Coleccionistas de Vehículos Militares (www.aacvm.com.ar). En 2004 encontró en un campo, en Carmen de Areco, un Jeep Willys GPW (General Purpose Willys) 1942 (Ford Scrip), configuración Scout USMC original. ¿Qué significa esto? Un Jeep del ’42 fabricado por Ford Motors para el cuerpo de marines de los Estados Unidos. El vehículo estaba abandonado y totalmente arruinado, pero con el chasis y la carrocería enteros. Lo pagó U$S 600.

“Luego de comprobar la autenticidad le hice un arenado a la estructura para verificar el estado”, recuerda Sainz. Y agrega: “Después empecé a reparar el chasis y la carrocería, y a buscar los faltantes… que eran todos. Encontré piezas originales en Grecia, Francia, Italia, Estados Unidos y Australia. Si no fuera por Internet, no sería posible ubicarlas. Para eso, E-bay es de gran ayuda. Uno se convierte en un cazador de elementos casi desaparecidos”.

“En Argentina hallé lo menos, porque te quieren cobrar lo que no vale. Por la misma pieza acá te piden U$S 100 y afuera la conseguís por U$S 30”, cuenta indignado.

Sainz tardó cerca de seis años en reunir todas las piezas y accesorios, y unos siete meses en armar “su” Willys.

La restauración completa, incluso con un equipo de radio militar original de los que flotan, con generador propio, le costó unos US$ 12.000, sin contar la mano de obra que fue de él y de su padre, Juan Adolfo.

Finalmente, el Willys GPW 1942 Ford volvió a circular como en sus días de la Segunda Guerra Mundial, inclusive con una réplica en aluminio y chapa de una ametralladora Browning .50 montada. Tanto esfuerzo y nivel de detalle tuvo su recompensa, ya que en la edición 2009 de Autoclásica obtuvo el primer premio en la categoría vehículos militares.

Por eso, y por el valor histórico del vehículo, hoy Sainz calcula que el precio de su Willys podría rondar los U$S 50.000. Como dato extra: la producción total de este modelo durante la Segunda Guerra Mundial fue de 646.963 unidades.

Las características técnicas de su Jeep son: cilindrada, 2.199 cc; potencia máxima, 60 CV SAE a 3.600 rpm; rodado, 600x16. Medidas: largo, 3.359 mm; ancho, 1.570 mm; alto, 1.770 mm (con capota). Peso en vacío, 964 kg; depósito de combustible de 57 litros; velocidad máxima, 105 km/h; consumo, 15 l/100 km.

Nota completa en la edición 488 de Weekend, mayo de 2013. Si querés suscribirte a la revista y recibirla en tu domicilio, clickeá aquí.

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Alejandro Fischer

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