Llegamos puntuales a las 11 AM a Norton, en Perdriel, Mendoza, para comenzar brindando con espumante la visita guiada a la finca que tiene las vides más antiguas, de 1895, cuando el matrimonio entre el británico Sir Edmund Palmers Norton y la mendocina Juana Suárez decidió plantar vides en las 40 ha que les habían regalado por la boda. Se capacitaron en Francia y a los pocos años estaban elaborando su primera producción. Les fue bien, incorporaron a los 8 hijos en el negocio familiar y los sucesores decidieron vender el establecimiento. En 1889, según cuenta nuestra guía Rocío Quispe, lo compró la familia Swarovsky. Fue Michael Halstrick, que lleva 30 años viviendo en la provincia, quien hizo crecer Norton al sumar más hectáreas en diferentes regiones de la provincia y agregar más cepas en esos terroirs. Con 56 marcas y una expansión a 70 países, visitar esta bodega es adentrarse en un mundo profesionalizado que produce 26 millones de litros de vino anuales.
Rocío confirmó que el otoño es una época hermosa en esta zona, porque los viñedos se tiñen de color bordó y los álamos que los rodean se vuelven amarillos y naranja. Esto lo contó mientras nos llevaba en una bicicleteada para visitar los viñedos y llegar hasta el dique que hace riego controlado, recordando que en Mendoza “las acequias son patrimonio cultural”. Y con esas palabras nos dejó en las capacitadas manos de Patricia Suárez Roggerone (foto abajo) y su equipo, la experimentada chef que armó un menú de ocho pasos ($ 5.800 por persona) para maridar con la elección del enólogo David Bonomi: “Voy eligiendo platos tradicionales como el tomaticán y uso los productos de estación con distintas técnicas de cocción, para dar un pantallazo de los productos que tiene Mendoza, donde todavía gozamos de huerta y de la granja. Cocinar es como una obra de teatro: uno que ve, otro que actúa y al final se va amalgamando hasta que llegue el aplauso”, explica la dinámica mujer que también es artista plástica..
De más está decir que cada plato fue delicioso y está para acompañar dos espumantes, un white blend o varios tintos muy diferentes, que se saborean con tranquilidad en un ambiente cálido. “Lo que tiene de romántico Mendoza es que estos árboles y este verde que ves los puso el hombre, porque en realidad era un desierto, y esto hace que se generen estos vinos increíbles que tenemos”, finaliza la chef. La visita continúa descubriendo el proceso de elaboración industrial, conociendo el otro restaurante más íntimo, La Cava, y volviendo a catar otros Malbec que tienen sabor diferente según el terreno del que provengan. Y por supuesto, pasando por el negocio de venta y así llevarnos una provisión para el regreso.
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