Thursday 28 de March de 2024
PESCA | 19-07-2018 08:30

San Pedro: soñada variada en bait cast

A sólo dos horas de la Capital se encuentra este pesquero que permite disfrutar de doradillos, manduvas, patíes y pejerreyes en un mismo lugar.
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Antes de guardar el equipo de baitcast y todos los señuelos hasta la próxima temporada, tenía ganas de volver a la zona de San Pedro, ya que había recibido información de que todavía se podía hacer una hermosa pesca embarcada. San Pedro es una zona reconocida por muchos pescadores gracias a sus grandes taruchas y armados que habitan cerca del puerto, además de su variada de piel durante todo el año. Sólo hizo falta una llamada a mi gran amigo Sebastián Sales de Arrecifes Pesca para que coordináramos una escapada de fin de semana antes de que los doradillos, patíes y manduvas se fueran de la zona, dando así lugar a los pejerreyes, esos grandes Paraná que muchos esperan ansiosos.

Le comenté a Sebastián que deseaba salir con los servicios de Oscar Marelli, un gran guía que conoce cada rincón del río como ninguno. Unos quince días atrás la temperatura no estaba tan baja y había hermosos patíes que rondaban los siete kilos, sumándose algunas manduvas con equipos livianos de pejerreyes y los infaltables doradillos. A los 10 minutos ya tenía todo resuelto: “Venite este fin de semana que Oscar nos espera con su trucker!”.

Esta hermosa ciudad se encuentra a tan sólo 180 kilómetros de C.A.B.A., su acceso sobre la Ruta 9 es cómodo y rápido: una autovía de doble mano muy segura para transitar. El pesquero es tradicional y genera la llegada de pescadores deportivos de diferentes lugares, porque cuenta con excelentes servicios.

Llegamos a destino en sólo dos horas de viaje. Una vez allí, ingresamos al Club de Pescadores donde Oscar nos esperaba con unos buenos mates. Hasta tenía preparado todo lo que íbamos a usar en los dos días: mojarras, morenas y anguilas conseguidas en Carnadas El Carro de Carlitos, frente al Club. El guía nos comentaba que, en los últimos dos días, había cambiado el viento al sector sur metiendo muchísima agua y elevando el caudal del río, lo que no era bueno para la salida que habíamos planeado, pero ya estábamos jugados, así que le pusimos el pecho al clima. Ni bien llegó Sebastián acompañado de Matías, encaramos proa a las cabañas para dejar todo lo que no fuera necesario llevar.

Salimos hacia la derecha, río abajo sobre el Paraná. A tan sólo 20 minutos estábamos en la entrada del arroyo Los Lobos, donde Oscar nos indicó que hiciéramos un garete antes de dejar todo el equipaje. Ni bien terminó de decirlo, lanzó su señuelo al agua, madrugándonos al resto, que teníamos que armar el equipo.

El agua en este arroyo baja de los campos y es prácticamente transparente, ellos la denominan “agua negra” para diferenciarla de la del Paraná, que es amarronada. En su desembocadura no llegan a mezclarse, sino que forma una línea bien marcada donde los doradillos esperan y acechan a sus presas que bajan de los campos. Ahí es donde, con la habilidad del guía manteniendo la embarcación para que lancemos nuestros artificiales, buscamos a estos cazadores de destellos dorados.

Entre doradillos y patíes

Comenzamos gareteando con el motor en marcha para ir acomodando la embarcación, así los cuatro tendríamos la misma posibilidad de pique. El primero en sacar, como era de esperar, fue Oscar que sabía adónde lanzar los señuelos y a qué velocidad recogerlos para tentar a los doradillos que no estaban hambrientos ni desesperados por tomar nuestros artificiales. A los 15 minutos Matías clavó otro más y, detrás de él, yo también pero no pude pincharlo bien. No logré subirlo a la embarcación por lo que no sumé punto para la competencia. Sebastián seguía invicto. Al cabo de un rato decidimos ir a las cabañas, donde pasamos una noche espectacular con las clásicas charlas mentirosas de todo pescador, acompañadas por el infaltable asado con el que nos agasajó Matías, un gran cocinero y asador.

Para la segunda jornada de pesca habíamos planeado salir al medio del Paraná, a garetear buscando los grandes patíes que hay en las profundidades del canal. Algunas zonas llegan a los 30 m. Al despertar el domingo ya teníamos listos los equipos, como todo pescador ansioso. Cuando salimos a río abierto nos dimos cuenta de que seguía muy cargado, y de que el viento del sector sur nos complicaría el garete, como así también dar con esta especie.

La línea para pescarlos es simple: a la madre del reel le colocamos un plomo corredizo de 40 o 50 g, luego un rotor giratorio y la terminamos con una brazolada de nylon de 0,40 m con anzuelo Eagle Claw 6/0; no utilizamos brazolada de acero porque, si llegamos a tener enganche –que los tuvimos–,  sólo perderíamos el anzuelo que corta por lo más débil, que es el nylon. Probamos con anguila –plato preferido de esa especie– y también con morena, esperando pinchar algún dorado importante.

Hicimos dos largos garetes desde la boya del Km 262 –río abajo– hasta quedar fuera del reparo que nos daban las costas. Ahí se puso fuerte el viento, castigándonos duro. Tuvimos que volver al punto de partida para retomar. No teníamos ningún pique, así que decidimos cambiar de lugar, momento justo en el que Sebastián tuvo una hermosa llevada. Todos opinamos  que había enganchado pero, para nuestra sorpresa, era un hermoso patí de cinco kilos. Si bien no sacamos gran cantidad, estábamos alegres por dar con ellos, era todo un desafío.

Como había tiempo, volvimos a garetear el arroyo hasta dar con el río donde clavamos unos cuantos doradillos que tomaban nuestros artificiales de media agua. Navegando a 30 m de la costa, decidimos buscar algunos doradillos más en las salidas de los arroyos. Lamentablemente, no tuvimos suerte porque, en vez de salir el agua negra, el afluente provenía del río e iba hacia los campos.

En busca de pejerreyes

El garete lo hicimos en la zona de los Tres Palos hacia la Costa de Molina, donde podríamos sacar algunas manduvas con el equipo para pejerrey. Así que rápidamente armamos las cañas telescópicas con líneas de tres boyas encarnando con mojarras. Sabíamos que estando en la zona de la laguna La Raya –un clásico que siempre dio resultados–, podríamos dar con algunos queridos pejerreyes.

Las líneas de flote más usadas y rendidoras en la zona son con tres boyas cometas no muy grandes (no es necesario dejarlas derivar a mucha distancia, como en el Río de la Plata) y brazoladas de 30 cm. También rinden las boyas ping-pong de 30 o 40 mm, terminadas con un puntero con brazolada o el palito con dos anzuelos en cada uno de sus extremos. La particularidad es que no utilizan líneas tramposas, tanto las boyas como las bajadas no tienen movilidad ya que, cuando el pejerrey de río toma la carnada, su pique es muy firme al igual que la corrida.

Para pescar pejerrey al garete es necesario mantener la embarcación a unos 40 m de la costa, donde el margen es más playo, haciendo lances contra la orilla y hacia el centro del río, corrigiendo constantemente la deriva de la embarcación. Hay que estar muy atento a los grandes barcos que navegan por el canal, porque provocan grandes olas y, si nos toman por sorpresa en zonas con 1,5 m de profundidad, podemos pasar un mal momento e ingresa agua a la embarcación.

Una vez más tiramos las líneas al agua y, a los pocos minutos, Oscar tuvo una gran corrida: desaparecieron de la superficie las tres boyas al grito de: “Es una manduva”. Y no le había errado. Hermoso ejemplar de una especie que hace años se arrima a esta zona, afirmándose como una más de la variada de piel que se entremezcla con los  grandes pejerreyes.

Fue un fin de semana con pocas probabilidades de pesca debido al clima y el estado del río, pero que gracias al conocimiento del guía se convirtió en una gran salida.  La mayoría de las embarcaciones que cruzamos sólo estaban dedicándose a pescar pejerrey y les llamaba la atención vernos “trabajar con artificiales”. Sus riachos internos y las lagunas que se forman son ideales para aquellos amantes de la pesca con mosca, ya que pinchar estos doradillos con equipos tan livianos nos hace disfrutar muchísimo de la pelea que ofrecen.

Nota completa en Revista Weekend del mes julio 2018 (edicion 550)

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Daniel Rodríguez

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