Thursday 25 de April de 2024
PESCA | 09-07-2018 08:37

Pejerreyes en las profundidades de Córdoba

Excelentes matungos en Cerro Pelado y Villa Rumipal, Córdoba. La mayoría se dieron sobre el lecho de esos ámbitos, cerca de los 40 m de una profundidad barrosa.
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Luego de mi anterior visita a Córdoba, me había quedado pendiente conocer el embalse de Cerro Pelado, el más alto y cristalino de las sierras cordobesas. Si bien están construyendo unas cabañas, solo hay un camping hasta el momento. Por la proximidad, preferimos alojarnos en Villa Rumipal, que se ubica a 24 km y a sólo 35 minutos. En este caso elegimos las cabañas Pura Magia, instaladas a 5 cuadras de una de las rampas del embalse, ya que se puede aprovechar cualquier momento libre para ir a pescar. El trámite es muy sencillo, sólo hay que descender la embarcación por la rampa de cemento –gratuita– y se dejan los vehículos ahí mismo, es un lugar seguro.

Distintos equipos

Llegué a Villa Rumipal a media mañana y enseguida me propusieron intentar unas capturas en el embalse, ya que al día siguiente haríamos una salida de jornada completa al Cerro Pelado. Dejé los bolsos en la cabaña, cargamos las heladeras con refrigerios y unos sándwiches y en cuestión de minutos me encontraba en la lancha de Dante, junto a Cristian, contemplando la boya de mi balancín. Utilizamos equipos dispares, en mi caso con el balancín utilicé una caña de 2,40 m; Cristian con una línea de vuelo utilizó una caña de 3 m y Dante prefirió las cañas largas, superiores a los 4 m. En la otra lancha nos acompañaban Martín, Nelson, Nicolás y Marcelo, dueño de la embarcación y las cabañas.

Por supuesto que en la caña de Dante se dio el primer pique, por algo le llaman “El Biguá” (ave que se alimenta de peces). Un gran ejemplar que casi llegaba a los 40 cm me dejó boquiabierto. Muy superior a los que había pescado en mi viaje anterior y también por sobre la media del embalse. Dante nos indicó que su pique fue tocando el barro, a unos 19 m. Así que modificamos la profundidad de nuestras líneas corriendo los nudos corredizos en la madre del reel.

Sorpresa a 20 m

Los anzuelos Nº 2, encarnados con mojarritas, quedaron rozando el suelo. En mi balancín la respuesta fue inmediata: un gran pejerrey, sano y bien alimentado, con lomo ancho y mucha energía. También fuimos desencarnados por dientudos, salieron algunos bagres y hasta una pequeña tararira nos sorprendió a 20 metros de profundidad! ¿Estaría perdida?

Al día siguiente, antes de que amaneciera, partimos hacia el Cerro Pelado. El camino estaba bastante bueno a pesar de las lluvias de días anteriores. Si bien hubo que recorrerlo con precaución, no hizo falta utilizar vehículos 4x4 para ascender los 600 m de altura del cerro. Descendimos las lanchas por la rampa mientras los primeros rayos de sol nos invitaban a explorar el embalse de 1.240 ha.

El silencioso paisaje es cautivante. Su ubicación le otorga un microclima con vientos casi imperceptibles y rara vez cae una nevada. Está rodeado de cerros y quebradas con grandes rocas de granito, frondosa vegetación autóctona y pircas aborígenes. El fondo del embalse es muy irregular: lleno de rocas, fango, troncos y árboles secos que emergen de las profundas aguas cristalinas.

Nos distribuimos en las dos lanchas de igual manera que el día anterior. En una zona estrecha, cercana a la desembocadura del río Grande, hicimos los primeros intentos. Con un sondaje de 23 metros, cada uno colocó su aparejo a una profundidad distinta. Así podríamos detectar rápidamente a qué hondura estaba comiendo el pejerrey. El resultado fue desorientador pues que enseguida se obtuvieron varios piques a escalonadas profundidades. Por un lado, Nelson a 18 m, mientras que Nicolás obtuvo uno grande casi al barro, seguido de la captura de Martín en similar profundidad y uno mío a 3 metros de la superficie en línea de balancín.

Peces más grandes en el dique

La anécdota de la jornada estuvo a cargo de Dante. En un principio sorprendió con un pejerrey de tamaño mediano en su línea de flote con dos brazoladas o chicotes de un metro. Luego, cambió su aparejo por una línea tipo paternóster. Recordemos que en aguas tan profundas, la boya se coloca sobre la madre del reel y se regula con un nudo corredizo, lo que permite poner la línea de dos anzuelos en el sector deseado de la columna de agua. Dejar descender la línea puede llevar un valioso tiempo, para lo cual se coloca un plomo de aproximadamente 20 g pero teniendo en cuenta qué peso puede sustentar nuestra boya. En esta oportunidad, Dante dejó profundizar la línea para llegar al barro pero se dio cuenta de que, a mitad de camino, el hilo quedó suelto flotando en la superficie. Entonces recogió y sintió el tironeo de un gran ejemplar de pejerrey que tomó el engaño al vuelo. Además de ser el pique más particular, el de Dante fue el ejemplar de mayor porte obtenido.

Luego de unas cuantas y sucesivas capturas en el mismo lugar, decidimos acercarnos aún más a la desembocadura del río, en la búsqueda de una playa para descender de las embarcaciones y realizar un almuerzo. Sándwiches, escabeches, pan de campo, salame y bondiola nos invitaron a descansar un rato.

A la vuelta hicimos más intentos, sobre todo buscando a mayor profundidad, pero el pique fuerte estuvo de mañana. El Cerro Pelado es un lugar mágico para pescar esta especie, la visibilidad del agua permite entrever la silueta plateada del pejerrey a más de 10 metros de profundidad y, desde ahí, subiendo lentamente a medida que recogemos nuestro hilo. El pez de este dique en general es de mayor tamaño y mucho más combativo, lo que brinda una experiencia superior a la de otros embalses, cualidad que seguramente volvamos a constatar en otra excursión.

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Marcelo Ferro

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