Friday 29 de March de 2024
CAZA | 08-03-2018 08:34

Cambios en la caza nocturna del jabalí

La difusión del uso de miras telescópicas hace que el cazador ya no necesite de la luz lunar para ver a su presa. Empieza una nueva polémica.
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Hasta no hace mucho tiempo, la caza del jabalí con arma de fuego se limitaba  al período de luz lunar, preferentemente tres o cuatro días antes del plenilunio. Durante esa noche y en los días posteriores, se espacian el crepúsculo y la salida de la luna, con el consiguiente lapso de oscuridad de dos o tres horas en los que puede bajar el padrillo. Pero no lo veremos, sólo oiremos cómo tritura el maíz y luego el silencio de su regreso al monte. En esos días previos a la luna llena, la luz solar que se apaga por el poniente es reemplazada por la lunar, así que se caza entre dos luces: el áureo resplandor solar que se desvanece entre los caldenes y el reflejo argento de la luna, aliada del cazador. El resto del mes, las piaras recorren charcos y consumen las cebas, libres del acecho del cazador, siempre que se encuentren lejos de los cientos de jaurías que depredan y matan, sin elección y consideración de género o edad. Pero ese es otro tema, polémico por demás, como el de esta nota.

Además de la luz lunar, el cazador necesita recorrer los charcos cebados o contar con la información de guías o puesteros, para elegir el lugar en el que huellas de buen tamaño indiquen que el autor las imprime en el barro con cierta regularidad. Elegido el sitio auspicioso, resta ir temprano, verificar la dirección de la brisa y esperar que no se nuble. El resto es paciencia, inmovilidad para evitar el ruido que alerta y la constante observación del entorno para descubrir esa silueta oscura, a la sombra de una planta que antes no estaba.

Pues bien, los tiempos cambian y los cambios han introducido a la tecnología en la caza de suidos. Se ha difundido el empleo de las cámaras espía, que se instalan en los charcos para comprobar el tamaño del padrillo, de sus colmillos y hasta si existe un patrón de conducta en el horario en que concurre a alimentarse con la ceba. Permiten, asimismo, determinar la cantidad de piaras y el número de sus integrantes.

Además de los monoculares de visión nocturna –que funcionan amplificando la luz residual de las estrellas, la mortecina de una luna naciente o en el ocaso–, cada vez más se imponen las miras telescópicas que detectan el calor que emanan los cuerpos, las radiaciones infrarrojas, aún en la más absoluta oscuridad. Por otra parte, se instalan y calibran en segundos con un par de disparos ya que, enfocando el primer orificio y oprimiendo una tecla, la mira se corrige automáticamente, llevando el centro del retículo a dicho orificio. El hueco del segundo disparo coincidirá exactamente con el primero.

El resultado es, entonces, evidente: la caza de jabalíes ya no se encuentra más circunscripta al período de luz lunar. Y aquí comienza la polémica entre los cazadores puristas que observan puntillosamente los preceptos éticos que deben respetarse en la actividad venatoria y los que cazan cuando pueden, por falta de turnos disponibles u obligaciones de otra índole que les impide concurrir durante los períodos de luz lunar. Para los dueños de cotos o campos, cuyos ingresos económicos se incrementan con la caza de jabalíes, estos adelantos tecnológicos significan una mejora sustancial evidente, ya que se puede cazar todo el mes sin supeditar la actividad a la luz natural. Dependerá de su sensatez regular las cacerías y abstenerse de romper el equilibrio que pueda significar una disminución vital de las poblaciones de jabalíes. La tentación que ocasiona el incremento de ingresos monetarios por disponer de una mayor cantidad de días para la caza, si no es correctamente controlado, puede ocasionar una rápida merma por migraciones de piaras ahuyentadas o exterminio descontrolado por sobrecaza.

Asimismo no debemos soslayar que el uso de las miras nocturnas –y no los visores– está reservado a las instituciones armadas, conforme dispone el Decreto 395/75, artículo 4º, inciso 3º, apartado “f”, reglamentario de la Ley 20.429. Dicha norma reza: f) Dispositivos adosables al arma para dirigir el tiro en la oscuridad, tales como miras infrarrojas o análogas. La violación determina la aplicación de sanciones que pueden variar entre el decomiso, multas y caducidad de la condición de legítimo usuario.

Considero que la advertencia resulta válida, toda vez que se pondera con cierta liviandad el uso de estos artefactos en foros de cazadores y en la libre oferta de ciertos mercados a los que se accede fácilmente por Internet.

Nota completa publicada en revista Weekend 546, marzo 2018.

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Marcelo Ferro

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