Friday 19 de April de 2024
PESCA | 06-03-2018 09:12

Temporadas superpuestas en la Autovía 2

Recorrimos tres de las lagunas de Las Encadenadas y realizamos una excelente pesca de dos de las especies más buscadas: pejerreyes y tarariras. Galería de imágenes.
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El clima desconcierta, inclusive en épocas de verano: la idea era juntar dos modalidades de  pesca en una sola jornada, y fue así que, luego de la invitación de Tomás Linch, nos dirigimos en busca de los flechas de plata y las dientonas, que están en su mejor momento. La primera parada fue el puesto de carnadas El Repollo, en Autovía 2 Km 113, en donde nos estaban esperando con todo preparado para comenzar el día.

En una charla previa nos pusimos a tono para saber cómo se venía realizando la pesca con la influencia de las altas temperaturas. Luego nos dirigimos hasta la laguna Chis Chis, precisamente al pesquero La Amistad, en donde preparamos todo lo necesario para realizar una recorrida por Las Encadenadas.

Comenzamos a navegar con rumbo Norte para poder aprovechar la suave brisa gareteando, ya que el viento empujaría la embarcación hacia el Sur. Sin demorarnos y con el clima que amenazaba con una pequeña tormenta, comenzamos a armar los equipos livianos para la pesca de pejerreyes.

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Las características generales de estas lagunas son que pertenecen al sistema de Las Encadenadas, que es el más destacado tributario del río Salado. Está constituido por siete lagunas de gran magnitud y relevancia: Vitel, Chascomús, Adela, Del Burro, Chis-Chis, Las Tablillas y Las Barrancas. Los cuerpos están todos interconectados entre sí por cinco arroyos que forman una suerte de rosario acuático y desempeñan un rol muy importante. Ellos son: Vitel Sur, Girado, Manantiales, Tablillas y Casalins.

Las lagunas son poco profundas y están situadas en altitudes muy próximas al nivel marino. Las más grandes y en su mayor parte libres de vegetación macrófita, no estratifican térmicamente, por lo que, salvo por lapsos breves de pocas horas, poseen homogeneidad térmica a lo largo de toda la columna de agua.

Sus lechos son de lodo y muy planos. Sus bordes poseen zonas inundables cubiertas de juncales y, en algunas riberas, presentan pequeñas barrancas de pocos metros. Sus aguas son naturalmente eutróficas en razón del aporte de grandes cargas de nutrientes, al estar situadas en drenajes fértiles.

Equipos y carnada

Para nuestra pesca utilizamos cañas telescópicas de 4,20 m, reeles frontales cargados con multifilamento de 0,18 mm y otros con nailon de 0,28 mm, y líneas con boyas livianas en distintos tonos de colores. Los más rendidores fueron verde limón, combinadas con negro, naranja; y las españolas con una pequeña trampa corrediza de 20 cm en la madre.

No se utilizaron punteros debido a que los flechas, a la hora de dar con los piques, comieron muy sutilmente, por eso lo más aconsejable es que la línea trabaje lo más libre posible: anzuelos N° 1 y 1/0 con las carnadas más rendidoras: las mojarras vivas y el filete de dientudo en finas tiras.

La  pesca

El viento nos acompañaba suavemente, derivándonos con un garete constante que de a ratos disminuía. El pronóstico anticipaba que, llegando al mediodía, se cortaba por completo, así que era el momento justo para dar con los pejerreyes.

A eso de las 9 de la mañana, y con una temperatura aproximada de 28 grados que seguía en ascenso, llegó el primer pique en la línea de Tomás. Una llevada sutil de un lado hacia el otro, dándonos la pauta de que la especie se encontraba comiendo de forma irregular. De hecho, no había que apurarse a concretar el pique porque lo perderíamos: una vez que la llevada en la línea se afirmó, fue el momento de clavar.

Lo asombroso era que los flechas se encontraban muy sanos y robustos. Era desconcertante ver que, aun con estas temperaturas, la especie se encontrara tan vigorosa. Los piques empezaron a afirmarse cada vez más y, a medida que recorríamos distintos puntos del ámbito, era muchísima la cantidad de pejerreyes que veíamos en superficie. Seguíamos capturando lindos ejemplares, en diferentes profundidades. Nicolás, probando a 15 cm, logró muy buenas piezas que superaron los 35 cm. Por mi parte, los busqué entre los 20 y 40 cm con muy buenos resultados, obteniendo flechas de plata muy robustos.

Entre pique y pique de pejerreyes salían dientudos de buen tamaño. Por eso es aconsejable, más en esta época, dar con el día adecuado en cuanto al nivel del viento. La temporada que se aproxima viene muy prometedora, con abundantes flechas muy cerca de Capital Federal. Alrededor de la una de la tarde, con la laguna totalmente planchada, dimos fin a esta modalidad y comenzamos a buscar una de las tantas costas arboladas para armar nuestro campamento y probar con las voraces dientonas.

Dientes afilados

Luego de disfrutar de un descanso junto a la naturaleza pura y reconfortarnos con el almuerzo, volvimos al ruedo. Fue muchísima la actividad de tarariras que se veía dentro de los juncos y muy cerca de la costa, dentro de la vegetación. Comenzamos a armar los equipos para esta especie: las cañas fueron de dos tramos o enterizas, de 1,70 a 2,10 m, de grafito o materiales de última generación y de acción rápida, con reeles frontales o rotativos muy livianos y veloces a la hora de la traída, cargados con nailon del 0,28 mm o con  multifilamento del 0,15 al 0,24 mm.

Los anzuelos que rindieron muy bien fueron los 8/0 pata larga con líder de acero (mínimo de 10 libras; unos 4,5 kg). Las carnadas, dientudos vivos obtenidos de la misma laguna: increíble su rendimiento.

Con los aparejos en el agua, comenzamos a probar con boyas Plop en constante movimiento. Y fue automático: las atacaron de manera instantánea, a tal punto que tomaron por completo las carnadas. Los piques y corridas se daban muy firmes. Eran verdaderas batallas con portes que superaban  los 3 kg.

Nicolás, mientras tanto, probaba con línea anclada entre los claros de los juncos. Fue un show magnífico de piques. Por mi parte, comencé a vadear una entrada de agua y fue sorprendente, luego de mover un poco la línea, la cantidad de Hoplias atacando mi aparejo. Por momentos, los tres concretábamos piques al unísono con ejemplares de todos los tamaños.

Tomás comenzó a probar la modalidad con diferentes señuelos, como Súper Bait Poppers, ranas de gomas, ratones y cucharas ondulantes o giratorias, con o sin pescado. Luego de unos intentos y de molestar un poquito el hábitat, logró concretar un pique tras otro. Sus artificiales eran atacados con total voracidad por portes sorprendentes. Sin duda, el cuerpo fusiforme y robusto que posee hace de la tararira una nadadora vigorosa a la hora de alcanzar su presa. Come de todo pero también ataca todo lo que la moleste. Es territorial y sedentaria, y donde ubica un lugar para vivir, se queda.

La jornada iba llegando a su fin, y ninguno tomaba la iniciativa para dejar de pescar. Sin duda, fue una salida perfecta combinando estas dos grandes y combativas especies, que este año comparten temporada.

Nota completa publicada en revista Weekend 545, febrero 2018.

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Marcelo Ferro

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