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CAZA | 07-02-2018 09:20

Se aproxima una nueva brama

A punto de comenzar una nueva temporada de brama, repasamos el ciclo del ciervo colorado, su hábitat y las precauciones previas para llegar en forma al campo.
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Ya transcurrió más de un siglo desde que el ciervo colorado fue introducido en nuestro país. Se define como invasión biológica cuando una especie es trasladada desde su hábitat natural a otra área. Estas especies, denominadas exóticas, si se adaptan y prosperan, se convierten en invasoras, compitiendo con la fauna local en su desmedro y produciendo daños considerables en la flora. El ciervo colorado ramonea hojas y pastorea en praderas naturales y sembradíos. Se ha intentado desalojarlo, sin éxito, de los parques nacionales, propiciando la caza deportiva bajo normas y reglamentos estrictos. Constituye una fuente adicional de ingresos para guías y pobladores, entre los cuales pueden encontrarse a miembros de pueblos originarios, provistos de baquía en el conocimiento del territorio y el movimiento de las manadas.

Ámbito y extensión

Los controles naturales, como ser la presencia de depredadores carnívoros, son escasos en nuestro territorio, limitándose al puma que caza animales adultos; zorros y jabalíes que atrapan ocasionalmente a las crías. Los incendios y las erupciones volcánicas no han incidido mayormente en su propagación y número. Su ámbito se extiende desde el caldenal pampeano, que otrora abarcaba una extensa superficie desde la región central y sur de San Luis, sudoeste de Córdoba y centro sur de La Pampa, hasta el sur de Buenos Aires y el noreste de Río Negro. La Pampa ha perdido más de dos tercios de su bosque de caldén original, y la fracción que aún resiste se encuentra amenazada por  la fragmentación, los incendios y la tala clandestina para leña, postes, varillas y material de carpintería. Resulta difícil en la actualidad encontrar manchas mayores de caldén a 1.000 hectáreas. Hoy sólo resiste un remanente asolado, distinto de los bosques prístinos originarios, que no supera el 1.500.000 ha, apenas un 11 % del territorio provincial.

El ciervo colorado encontró lugares aptos para su multiplicación en las estepas patagónicas, cordillera y precordillera. Se lo cría con fines cinegéticos y para explotación de sus magros cortes cárneos y velvet, o terciopelo, que se exporta a países asiáticos en los que se lo consume como producto medicinal y afrodisíaco. Durante el invierno, la especie repone sus fuerzas consumidas en el ajetreo reproductivo y, en el verano, a los machos vuelven a crecerles las cuernas codiciadas por los cazadores deportivos. Los machos viven separados de las hembras, a las que buscan y reúnen con los primeros fríos otoñales, durante los meses de marzo y abril, que provocan y estimulan su fertilidad.

Y entonces comienza la brama, y los machos entran en un frenesí hormonal tratando de acaparar cuanta hembra encuentren, relegando toda otra necesidad fisiológica que no sea la de transmitir su simiente. Braman para ahuyentar competidores, para anunciar su presencia excluyente y tosen para mantener unido y controlado a su serrallo. Sin berrear sólo puede encontrarse a un macho en forma casual. Los bramidos, su intensidad y el timbre de voz, permiten escoger el rumbo a seguir para acercarse al trofeo con sigilo, vista aguda y control de la dirección de los movimientos del aire.

Entrenamiento previo

En llanura o en terrenos con suaves ondulaciones, las exigencias físicas del cazador no son tan severas como en la montaña. En ambos casos, deberá adoptar precauciones elementales, como la de ejercitarse en caminatas utilizando calzado y vestimentas acordes con el clima imperante en el lugar de cacería.

Al ciervo se lo caza en la modalidad de free range (campo abierto) o en cotos cercados. Algunos cotos cerrados sueltan reproductores luego de algunos años de servicio, para evitar la consanguinidad, introduciendo en su reemplazo ejemplares provenientes de criaderos existentes en nuestro país o importándolos de naciones que se caracterizan por la excelencia de los trofeos, como Nueva Zelanda.

En la Cordillera de Los Andes se ha reproducido con éxito, invadiendo y colonizando vastas extensiones. Se cree que ha llegado a Chile por los portillos naturales. En las planicies onduladas de la estepa, ha encontrado refugio en los cañadones y costas de los ríos cubiertos por matorrales, arbustos y sauces criollos que le brindan seguridad en las horas de descanso. La oferta cinegética es amplia y variada, y el cazador puede escoger la presa segura que proporcionan los cerramientos, o seguir los bramidos en campos abiertos, poblados por ejemplares que, en ocasiones, sorprenden por su calidad. El empleo del servicio de un guía, que suelen ofrecer los cotos, facilita la cacería, evita extravíos, los encuentros casuales y peligrosos entre cazadores y la invasión inadvertida de campos ajenos.

En otoño, el clima varía entre los días calurosos y los frescos, conforme cambia la dirección de los vientos y avanza la estación. Con los primeros fríos, las hembras comienzan a entrar en celo, sin que sea inusual que un brusco aumento de la temperatura interrumpa la brama y frustre el éxito de la excursión venatoria. Es un ingrediente aleatorio que convierte en pasión a este empeño que, año tras año, desvela a los cazadores.

En El Durazno

Finalizando la brama de 2017, Leandro Di Nápoli me invitó a cazar en el campo que administra en la zona de El Durazno, La Pampa. Relaté en anterior nota que obtuve un jabalí y algún encuentro fugaz con un gran ciervo colorado que me sorprendió en el apostadero; una brama interrumpida con recechos infructuosos y reiterados avistajes de excelentes ejemplares durante las recorridas diarias. Un campo muy poblado de ciervos en el que se extraen más de 20 cabezas por brama. Leandro se esmera en mejorar los servicios y, durante esta primavera, sembró las picadas para alimento de ciervos y jabalíes; es una eficaz manera de mantener en el territorio a las piaras y manadas: agua y comida. La tranquilidad la provee su lejanía de los caminos, lo que dificulta las incursiones delictivas.

A preparar las armas

Otra brama se aproxima y con ella la esperanza de obtener un trofeo. Comenzarán las consultas y reservas, la revisión del equipo; una visita al polígono para comprobar el ajuste de la óptica. Y, con los primeros fríos, los roncos berridos alterarán el silencio del monte, orientando el paso sigiloso del cazador cautivado por el llamado ancestral que guía al hombre hacia su presa. Por último, cuando se aviste al ciervo bramando, aunque ello nos haya demandado una larga aproximación, debemos comprobar la importancia de la cornamenta, para que se encuentre dentro de los parámetros legales y éticos. Eso es caza deportiva.

Nota completa publicada en revista Weekend 545, febrero 2018.

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Marcelo Ferro

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