Friday 19 de April de 2024
TURISMO | 03-02-2018 12:59

El kimono es la nueva atracción turística de moda

El alquiler de kimonos se ha convertido en una atracción turística en Kyoto.
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Anne Crouzet no puede dar grandes pasos cuando sube por

el camino que conducce al templo. La francesa lleva un kimono

ajustado que llega hasta los tobillos y sandalias de paja japonesas.

”Fue muy difícil ponérmelo”, dice esta estudiante de medicina

originaria de Angers, que junto con su amiga está haciendo un viaje

por Japón y ahora ha hecho una escala en Kyoto. “Sin embargo, es una

experiencia fantástica que permite explorar la ciudad de otra manera

y sentir un poco el espíritu japonés”.

Crouzet es una de los cientos de turistas que en la antigua ciudad

imperial de Kyoto se acogen todos los días a la oferta de “Rental

Kimono”: alquilar por un día un colorido vestido tradicional.

Profesionales ayudan a las turistas a ponerse este traje de varias

capas, rojo, rosado, azul o verde. Con flores pequeñas o grandes y un

cinturón con lazo en la espalda las damas caminan por los callejones

históricos yendo de un templo a otro y sacando un sinnúmero de fotos.

El alquiler de kimonos se ha convertido en una atracción turística en

Kyoto, el centro cultural de Japón de casi 1,5 millones de

habitantes. “Para nosotros, esto es una parte obligatoria del

programa turístico”, dice el chino Ji Yucheng, que viste un kimono

gris-negro y cuya mujer también se ha puesto uno. “Es difícil caminar

con él, pero queremos experimentar la cultura tradicional”, explica

Ji, de 26 años.

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El “boom” de los kimonos alquilados comenzó hace aproximadamente

cinco años, dice Curtis Hawes, un estadounidense que lleva unos 30

años viviendo en Kyoto y que trabaja en una empresa turística. Hoy

hay más de 200 tiendas “Rental Kimono” en la ciudad, señala Hawes.

”Están por todas partes. En las calles, junto a los templos y muchas

veces también en las plantas superiores de edificios de oficinas”.

La tienda “Okamato”, cerca del templo Kiyomizu, asegura tener una

oferta de unos 1.000 kimonos diferentes, para mujeres, hombres y

niños. El alquiler cuesta entre unos 30 y 40 euros (entre 35 y 47

dólares).

”La mayor parte de nuestros clientes es originaria de Hong Kong,

Taiwan o China”, dice la vendedora taiwanesa Lin Chian Chi. Sin

embargo, también vienen algunos europeos, estadounidenses y

australianos, agrega Lin, así como japoneses que no saben cómo

ponerse un kimono. Generalmente, los japoneses se visten con un

kimono con ocasión de ciertas actividades festivas, por ejemplo Año

Nuevo o con motivo de la floración de los cerezos en abril.

Al principio, a Saki Sawada, de Kyoto, le pareció extraño que hubiese

tantos no japoneses vestidos con kimono, “porque los turistas no

saben nada de la historia y la cultura del kimono. Ni siquiera saben

lo que llevan puesto”. Sin embargo, ya se está acostumbrando a que

así sea. “Por todas partes lo estamos viendo. Se ha convertido en una

diversión”.

Japón vive actualmente un “boom” turístico. El número de visitantes

extranjeros no ha dejado de crecer desde 2013. Ese año viajaron a

Japón casi 10,4 millones de personas, cifra que en 2016 ya había

alcanzado los 20 millones. El principal país emisor es China, con

casi 6,4 millones de turistas, seguida de Corea del Sur (5,1

millones) y Taiwan (4,2 millones).

Kyoto es uno de los principales destinos. La ciudad tiene muchas

cosas que uno asocia con Japón: antiguos templos, santuarios

multicolores, jardines bien cuidados, geishas y casas de té

tradicionales. En total hay unos 1.600 templos budistas y 400

santuarios shintoístas.

No es de extrañar que el kimono se combine bien con ese paisaje

tradicional. “Alguna vez en mi vida quería ponerme uno para sentir

Japón de forma aún más intensa”, dice Julien Kaliszczack, originario

de la ciudad francesa de Nantes. Sin embargo, hay que acostumbrarse a

los zapatos, admite este informático, que lleva sandalias de madera y

calcetines blancos. Está en Kyoto como miembro de una organización

juvenil franco-japonesa. Su amiga Marine Grouiller agrega: “Se siente

fantástico. Como en los viejos tiempos. Me siento como una princesa”.

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Andy Meek

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