Wednesday 24 de April de 2024
KAYAK | 15-01-2018 08:25

En kayak por el corazón del Delta

Desde Tigre y rumbo a los Bajos del Temor, un recorrido en kayak para descubrir los cambiantes paisajes del Delta bonaerense. Galería de imágenes.
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Para ver el Delta porteño como fue antaño es necesario adentrarse hacia el Paraná de las Palmas por los diferentes ríos y arroyos. Y aguas arriba hay mucho para disfrutar: naturaleza virgen por doquier, antiguos paradores y pobladores isleños dedicados al junco y a la nutria. Tenemos para navegar una gran distancia ya que nuestro Delta abarca una superficie de 725.000 hectáreas de diversidad agreste, donde aparecen algo así como 350 ríos y arroyos ideales para ser recorridos a remo.

Navegación placentera

Desde siempre, el inmenso Delta convoca a miles de aficionados al canotaje a lanzarse a la aventura. Y con la llegada del calor, la naturaleza recobra todo su esplendor y el ambiente cálido invita también a efectuar remadas cada vez más largas. Entre los itinerarios clásicos de la Primera Sección se destaca la singladura que nos acerca hasta los Bajos del Temor, transitando el Paraná de las Palmas y el canal Mitre. En toda esta zona podemos navegar casi sin sobresaltos, con poca presencia de lanchas y cruceros. Y, sobre todo, echarle un vistazo al Delta no contaminado por la ciudad.

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Riberas siempre distintas

Un mediodía nublado zarpamos río arriba copiando la margen del Sarmiento hacia el San Antonio. En esta oportunidad me acompañaba un divertido grupo de alumnos de turismo aventura del Instituto Superior Andes del Sur, que están efectuando su primera travesía en kayak. A poco de navegar nos encontraremos el espectacular río San Antonio, con su hermosa vista de la Ciudad de Buenos Aires. Un poco más adelante pasamos el complejo Sarthou y damos con la desembocadura del arroyo Dorado. Navegamos ahora sobre la margen derecha bien pegados a la costa, porque la corriente en contra se hace sentir. Los remeros van puliendo la timoneada y metro a metro van soltándose para navegar más relajados. Poco a poco nos adentramos en el Delta profundo. Las casas isleñas, las chatas que transportan madera y la visión de las familias nos adentran en este singular circuito.

Una vez en el Arroyón, el ambiente se torna más agreste. Ahí descubrimos los juncales y los típicos bosques de sauces y álamos que crecen en las riberas. Es una tarde solitaria y el arroyo se presenta como una superficie sin olas ni viento. Avanzamos a buen ritmo observando las bandadas de biguás y patos. Mientras cae el sol superamos el arroyo y parador Borazo y nos detenemos para hidratarnos y apreciar el entorno. En algunos tramos la ribera presenta hermosas casas de fin de semana. También se logran ver  pequeños bosques de casuarianas y ceibos.

Rumbo al Fondeadero

A medida que nos internamos curso arriba, el Arroyón empieza a zigzaguear entre extensos juncales. Por momentos el cielo se encapota y nos da la impresión de que se viene la tormenta. En este tramo es preferible navegar por la margen derecha ya que la corriente en contra es menor.

Después de tres horas de remo arribamos al canal Honda, y un poco más lejos divisamos la silueta del histórico parador El Fondeadero, donde montaremos nuestro compamento. Es hora de reponer fuerzas, y entre mate y mate armamos las carpas. Luego de la cena efectuamos una caminata por el hermoso predio, que tiene todo como para pasarla bien y confortable: terreno alto, parrillas, buena arboleda y almacén isleño.

Por la mañana el cielo estaba amenazante, por lo que sin dilaciones desayunamos y nos aprestamos para zarpar. Primero tomamos por el canal Honda hasta el hermosísimo canal Hambrientos. Este curso, hoy bastante abandonado, resulta muy bajo como para navegarlo a motor. Nuestros kayaks casi reptan por el fondo arcilloso. En las riberas se observan parajes realmente de ensueño: muchos bosques vírgenes de ceibos, sauces y grandes juncales. Sobre las costas, de tanto en tanto aparecen viejas casas isleñas. Hasta hace unos años, muchos pobladores de esta zona se dedicaban a la pesca y a la caza del carpincho, lobito de río y nutria. Hoy se ve muy poca población joven.

Paraná de las Palmas

Las condiciones de navegación cambiaron: desde la media mañana el viento del sur arrecia y la lluvia barre el Delta. En una parte del Hambrientos, un sauce caído obstaculiza el avance y debemos sortearlo para continuar hasta el canal Mitre. Antes de llegar aparecen las aguas someras y tenemos que caminar por el lecho del arroyo. En estos parajes queda claro que los cauces son activos y que se modifican de continuo. Pero al rato logramos salir al imponente canal Mitre, y un poco más lejos observamos los Bajos del Temor.

Las aguas y el oleaje en contra nos frenan el avance, que se torna trabajoso. Palada tras paladas nos vamos acercando al Paraná de las Palmas. A esta altura el esfuerzo se siente, y el viento y la lluvia nos obligan a remar concentrados para no perder el rumbo. En este tramo decidimos pegarnos bien a la costa para evitar las peores correderas del Paraná en contra. Por momentos el viento lo tenemos de través, porque el río zigzaguea en grandes curvas. No logramos cruzar el Paraná debido a que el oleaje se veía alto y el viento resultaba una amenaza. Poco a poco regresamos al campamento en medio de una lluvia torrencial. Aprovechamos para cambiarnos y recobrar la temperatura.

Al día siguiente emprendimos el regreso hacia Tigre, navegando el canal Honda y el Urión. En el río Luján, a la altura de San Fernando, nos alejaremos de los barcos hundidos, restos semisumergidos y barcos fondeados, muchos en estado de abandono, para evitar ser succionados por la correderas que se forman entre los muelles y los laterales del barco. Es aconsejable evitar pegarnos a los cascos y estacadas de hierros. También eludiremos las líneas de pesca que normalmente arrojan desde las riberas, ya que desde los kayaks y con el sol de frente son casi invisibles.

Así transcurrieron tres días en medio de la naturaleza, recorriendo en kayak unos de los parajes más lindos del Delta, donde uno tiene la sensación de ser pionero en esta zona deslumbrante.

Nota completa publicada en revista Weekend 544, enero 2018.

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Marcelo Ferro

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