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AVENTURA | 27-12-2017 08:53

Quién es el hombre que recorrió un millón de kilómetros

Cómo es la vida viajera de este fotógrafo argentino que desde hace 25 años busca retratar los mejores paisajes. Sacó más de 800.000 fotos y vendió medio millón de libros. Galería de imágenes.
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Más de un millón de kilómetros de rutas argentinas recorridas con vehículo propio. Más de 30 años en el asfalto, en los caminos, en la huella y tal vez donde no la hay. Fiel a su móvil, recorrió 600.000 km con un Falcon rural, los siguientes 400.000 con una Jeep Cherokee y los últimos 20.000 con una Amarok. Y el camino aún no se acaba. A estos kilómetros se suman los manejados en otros vehículos. Sin prisa, nada detiene su andar. No importa el estado del camino, lo importante es la meta, llegar a la foto y esperarla si hace falta. Con paciencia y experiencia al volante, Florian von der Fecht (56) fue atravesando huellas de piedra, alta montaña, barro del impenetrable: un uso de la 4x4 aplicado a la fotografía. Prudente ante todo, al ver al canchero salpicar cruzando un charco, comenta: “Se ve que le sobra la plata, ya que el maltrato de un vehículo se paga en el taller, mientras que su cuidado alarga la vida útil”.

Salir de viaje es pensar en los equipos fotográficos que lleva y cargar la camioneta con todo lo que puede necesitar: mapas, GPS, carpa, cocina, kayak, bolsa de dormir, aislantes, hamaca paraguaya, silla, mesa, parrilla, tostadora, ollas, anafe, heladera, y el infaltable café de filtro. ¿Por qué pasarla mal si uno la puede pasar bien? Es casi un eslogan para él. Nada guardado de cualquier manera: todo tiene su lugar y todo vuelve a su correspondiente lugar.

Sale de Buenos Aires, camioneta cargada y llega a la primera estación de servicio. Llena el tanque y, libreta en mano, anota el kilometraje del vehículo. Primera carga: dónde, cuántos litros y el costo. La rutina se repite hasta volver a casa. Sus libretas son testigos de cada viaje, de cada hoja de ruta. Una suerte de bitacora increíble. Termina el viaje, última carga, cálculo de kilómetros totales, gastos... La libreta en la guantera hasta la próxima salida. Sus viajes duran de 15 a 60 días, o entre 5.000 y 8.000 km. Una vida itinerante, pero bien cómoda con todo a mano. Florian está feliz de retornar a casa, pero al llegar ya se encuentra listo para volver a partir.

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Consignas de sus viajes

Salir bien descansado. Volver a Buenos Aires cualquier día menos un domingo a la noche. Manejar de día, hacer pausa de siesta que puede ser bajo una sombra o en la camioneta mientras el copiloto maneja (si es que no viaja solo). ¿Siesta? Sí claro, asiento bien para atrás, almohada... un buen descanso es importante. Siempre se sabe a qué hora se sale pero nunca a cuál se llega. Con un atardecer mágico comienza el momento de las fotos, del estrés, de querer estar en todas partes. La magia se esfuma, la luz desaparece y, dependiendo de cuánto falta recorrer de ruta, llega la decisión: manejar un poco de noche o buscar dónde armar la carpa. Para manejarse con esta libertad, la clave es tener siempre comida en el vehículo y con qué abrigarse.

Si no hay luz apropiada, se sigue camino en busca del buen tiempo. ¿Hacer huella? En lo posible, no. Lo importante es que el paisaje se preserve, que el que venga después encuentre la misma foto, el mismo paisaje que Florian muestra en sus libros. El cuidado del medio ambiente, el no dejar rastro, es parte de un todo para que sus libros no sean testigos de cómo fue el paisaje, sino de cómo sigue siendo. Manejar rápido no es necesario, mejor es cuidar el consumo. Sobre un millón de kilómetros, ¡cuánto ahorro si uno no anda con pie de plomo!

L.G.: ¿Qué busca en cada  uno de sus viajes?

FvdF: Nuevos destinos y nuevas fotos. Oportunidades. En mis calendarios y libros me gusta que estén presentes todos los paisajes argentinos, todas las provincias. Cada uno de estos viajes representa lo que yo quiero vivir, me hace feliz. Un estilo de vida en búsqueda de aventuras, de pasarla bien, de conocer lugares que pocos conocen, y ver a la naturaleza en su más puro estado, sin intervención del hombre. Llegar como sea mejor llegar: en auto, a pie, a caballo, navegando en kayak o en lancha, avioneta, helicóptero. Ser parte del paisaje. ¿Cuál es un gran día? Aquel en el que logro muchas buenas oportunidades de foto.

L.G.: ¿Qué buscá transmitir con sus fotos?

FvdF: Yo saco la foto, es quien la mira quien las interpreta. Las fotos le hablan a quien las mira. Mi fotografía es simple y concreta. Mi mensaje es mostrar belleza, el patrimonio natural argentino como lo veo. Lamentablemente, no se cuida siempre como se debiera. Es inspirar ganas de conservarlo. Los meandros del río Santa Cruz: ¡qué foto! Estremece pensar que una represa pueda ahogar tanta historia, todo un río, borrarlo del mapa y transformarlo en algo que no es y no será más.  En el libro “A orillas del Lago Argentino” quise ponerlo en valor junto con tantos pioneros que exploraron la zona, llegaron al fondo del lago Argentino, a Nibepo Aike, a orillas del Brazo Sur. Cuanto uno más conoce, más cuida, más preserva. En mi fotografía muchos descubren lugares desconocidos para ellos. Viajan en lo imaginario y/o se inspiran de nuevos viajes. Me gusta también sacar fotos artísticas, fotos decorativas, pero sigue siendo Argentina el foco con otra mirada, macro o de área, pero abstracta.

L.G.: ¿Cómo elige el  destino del próximo viaje?

FvdF: La mayoría de los viajes nacen como oportunidades: una invitación, una producción de fotos. Camino a Estancia Zárate, en Trancas, Tucumán, recorrí la ruta 6 hacia Guachipas. Ese viaje lo aproveché también para pasar por Minas Capillitas y hacer varias cuestas. Otros recorridos los armo en busca de una toma particular, de un amanecer temprano para aprovechar al máximo la luz. La ducha y el desayuno vienen después de las fotos. Luz y composición son la clave. No uso filtros ni flash, me gusta mostrar mis fotos tal cual yo veo, con todo el realismo posible. Algunas fotos me las imagine antes de sacarlas y las busco, otra gran mayoría se cruzan en mi camino. Hay mucho azar en la fotografía de la naturaleza: un lindo amanecer, una buena tormenta. A algunos les parece que los colores no son reales, ¡se ve que nunca se levantaron al alba!

L.G.: ¿Cuánto tiempo le demandó retratar cada rincón del país?

FvdF: Llevo algo más de 30 años recorriendo el país, y este año se cumplen 25 de editar calendarios. El de 2018 es una mirada aérea, pienso que va a gustar, muchos ya lo esperan. La Argentina es tan diversa, y cada foto única por su luz y por su situación, que pienso que nunca terminaré de retratarla. Además, ahora sumo más fotos aéreas con drone, por lo cual los ángulos se multiplican. No queda otra que seguir viajando. Una foto de paisaje tiene que generar la sensación, al mirarla, de estar ahí en tiempo presente, tener horizonte, varios planos, que uno no se canse de verla, que la mirada se atrape y siga la línea de fuga, de esas que la gente llama “foto calendario”.

L.G.: ¿Alguna anécdota que recuerde de sus viajes?

FvdF: Cada viaje suma anécdotas y vivencias, encuentros con gente, compartir el paisaje, un buen asado, una buena siesta en una hamaca paraguaya. La sorpresa de un amanecer con el paisaje blanco, todo nevado, la visita a las escuelas rurales, compartir con los chicos el entusiasmo de ver las fotos, de ver volar un drone. Se suman aventuras, imprevistos, pero todo encuentra su solución y se transforma en anécdotas.

Mismo las roturas inoportunas,

la marea que sube y no deja espacio de arena pisada, esperar casi 24 horas a que el camino de El Impenetrable oree para salir luego a encarar 100 km de barro y cumplir el trayecto en 6 horas. Nada es grave si uno está equipado.

Artesano de la luz

Nacido en 1961, argentino de familia austríaca, Florian capta con su cámara lo que a veces no miramos. Nunca es suficiente, siempre hay que volver por un nuevo ángulo. Seguir viajando y dejarse sorprender. Fotos que abren horizontes, que inspiran nuevas hojas de ruta. Así es su vida.

Nota completa publicada en revista Weekend 543, diciembre 2017.

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Marcelo Ferro

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