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CAMPING | 20-10-2017 09:02

Camping con glamour, o glamping: una nueva tendencia que llegó a la Argentina

La moda nació en Africa y ya se instaló en los escenarios naturales de nuestro país. Cómo se vive el espíritu del camping sin resignar comodidad. Galería de imágenes.
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La propuesta es una acronimia de este tiempo, resultado de la síntesis entre camping y glamour. El glamping está inspirado en los más exclusivos safaris africanos, que invitaban a experimentar aventura y lujos en lugares inhóspitos, y se acopla a la movida de turismo responsable y ecofriendly que se está haciendo fuerte en Argentina. Sin bolsas de dormir, mochilas cargadas de comida enlatada ni técnicas primitivas para encender fuego, la idea es sumergirse en la naturaleza con el confort de los mejores hoteles. Se trata, además, de construcciones con materiales sustentables, de bajo impacto ambiental, que promueven la conciencia del cuidado del planeta a través de prácticas como el reciclaje, la economía de recursos energéticos o el cultivo de sus alimentos en huertas. En Latinoamérica, el glamping toma forma de cabañas, domos geodésicos y containers. En la Argentina, esta propuesta de ecoturismo 5 estrellas ya cubrió los nodos turísticos más importantes.

En el año 2012, Alterra se instaló en el corazón del bosque de Pinamar, reciclando una galería de arte diseñada por el arquitecto Clorindo Testa –por donde pasaron Quinquela Martín, Raúl Soldi y Antonio Berni– en un sistema de alojamiento de atelieres pensados para que pintores, fotógrafos, arquitectos y artistas plásticos pudieran hospedarse, producir sus obras y descansar. La propuesta se extendió a un complejo de contenedores con servicio de hotelería con unidades para 2, 4 y 6 personas inmersos en el espeso escenario verde, a unos 1.000 m del mar. Si bien reciben un público amplio, la directora del proyecto, Silvana Spina, afirmó que “la gran mayoría es gente relacionada con el ambiente del arte y la cultura, y jóvenes de 25 a 45 años”.

Los servicios incluyen piscina climatizada, Wi-Fi, ropa blanca, servicio de mucama y talleres de pintura infantil, cuyas obras son expuestas en el lugar. Para el desayuno, las opciones van desde el tradicional café con leche con medialunas, hasta versiones saludables con huevos, frutas de su huerta y té de ginko biloba. Abierto desde octubre a Semana Santa.

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Eco glamping patagónico

A orillas del Río de las Vueltas y a 12 km de El Chaltén, Bonanza es un complejo ubicado para hacer base y explorar el Parque Nacional Los Glaciares. El proyecto tiene 5 años y ofrece diferentes tipos de alojamientos ideados para reducir el impacto ambiental: al típico camping y cabañas, sumaron cuatro domos –estructuras de caño con lona y ventanas transparentes–, con pisos de madera y camas en el interior. Afuera, cada uno tiene su mesa y su fogón. “Replicamos el camping tradicional mejorando las comodidades: entrás parado, el piso te aísla del suelo y dormís en un sommier, pero la temperatura es similar a la de una carpa”, explica Federico Caruso, uno de los propietarios.

La propuesta se completa con baños y duchas de uso común, dos refugios con cocina de gas de uso libre, restaurante con desayunos, panificados y comidas caseras, proveeduría y un parque de aventuras y deportes.

En cuanto al compromiso ecológico, toda la energía está generada por paneles solares, separan y reciclan los residuos, usan productos de limpieza biodegradables y no permiten música ni grupos electrógenos. La leña y la madera salen de árboles caídos y una huerta abastece de hierbas y vegetales el restaurante. “Quienes eligen estos destinos son respetuosos y se sienten bien adoptando nuevos hábitos, aunque siempre hay excepciones.”, concluye Federico. Abierto de noviembre a Semana Santa.

Detox en las sierras

En Capilla del Monte, 110 km al norte de la ciudad de Córdoba, un proyecto buscaba apreciar el cielo del pueblo sin deforestar el bosque serrano. En 2013 abrió sus puertas Dos Aguas con un complejo de cabañas, restaurante, cabalgatas, clases de yoga y meditaciones. Además, una sección de Geo Glamping: cuatro domos desmontables para tres personas –que se pueden quitar y el bosque queda sin niguna intervención– montados sobre madera reciclada, climatizados, con baño privado, sommier, muebles vintage y ropa blanca, y espacios comunes con Wi-Fi y piscina, en un entorno parquizado con flora autóctona.

El fuerte es la oferta de actividades. Georgina Cristini, su administradora, sugiere recorrer el pueblo en bicicletas de bamboo: “Es un paseo saludable y consciente”. La cercanía del lago El Cajón –uno de los pocos diques ecológicos de la provincia, al que no se puede entrar con motor– amplía el abanico a las opciones de kayak y tabla de paddle stand up, un deporte nuevo con remo ideal para esta zona.

Los desayunos y las viandas de montaña son naturales y saludables. El bar La Tienda funciona los fines de semana largos y en temporada alta desde el mediodía hasta la tardecita. Las artesanías locales de tejidos de palma forman parte de la decoración y los utensilios, y también están a la venta.

A 150 km de la capital cordobesa, en San Huberto –un pueblito vecino a Nono–, se encuentra El Refugio. Fue puesto en marcha por Carolina Dellatorre y su marido en 2013, luego de mucho investigar sobre el glamping y la mejor forma de promover el turismo en su lugar en el mundo. El complejo está formado por refugios de madera con lona impermeable elevados a 1,5 m del suelo, integrados en el paisaje. “Estás en la copa de los árboles y por debajo pasa un arroyo, en el medio de un cañaveral. El aire es puro y te rodea la naturaleza, pero dentro de un lugar cómodo”, explica Carolina. Cada uno tiene baño, ducha y pileta. Están equipados con cama de 2 plazas, plumón, anafe, heladera y ropa de cama. Hay que dejar los autos a 20 m, entonces solo se escucha el agua y el canto de los pájaros.

Detrás de cada estructura y objeto decorativo están las orgullosas manos de sus propietarios: desde las camas hasta los textiles. Para construir los refugios utilizaron materiales del lugar: cañas, piedras, maderas, objetos desechados a los que les dieron una nueva vida, con creatividad y buen gusto. Reciben visitantes que huyen del estrés y prefieren, además de descansar, caminar y tomar baños de sol en el dique La Viña, a 200 m, y en el río que pasa apenas un poco más lejos. Un plus: Caro asegura que las tormentas son una experiencia impresionante en los refugios, donde el huésped se siente dentro de los cumulonimbus pero bajo la protección de la naturaleza, donde las cañas forman paredes por las que no pasa ni la luz.

Nota completa publicada en revista Weekend 541, octubre 2017.

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Cynthia Consoli

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