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PESCA | 18-07-2017 08:44

Final de temporada con truchas de alta montaña

Casi como despedida de la temporada, pescamos dos de los ríos trucheros más emblemáticos de la provincia de Mendoza. Clínica de fly cast y muy buenos portes. Galería de imágenes.
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Conocer los ambientes trucheros del sur mendocino era una asignatura pendiente que tenía desde hacía largos años. Y la oportunidad llegó a través de una clínica organizada por la Asociación Mendocina de Pesca con Mosca (AMPM). Fundada en 2005, es una de las más activas y con mayor cantidad de socios de la Argentina. Una ONG  en la que confluye una rica historia iniciada a fines de los ‘60, con el croata Juan Modrijan, el alemán Ernesto Handel y sobre todo el argentino Benito Pérez. Este último “El” prócer mosquero cuyano, autor de dos libros y el primero en hacer un estudio aplicado a la pesca con mosca de las efímeras argentinas. Con más de 80 años de edad, da gusto la pasión con la que sigue pescando y polemizando. Creador de la Masarta (imitación de la Massartellopsis irrarazavali), que pasados 30 años sigue siendo una de nuestras ninfas más pescadoras. Como satélite, pero a su vez autónoma, encontramos la Escuela Mendocina de Pesca con Mosca, con distintos niveles de enseñanza (I, II, III y Experto). Sorprende su staff de 20 instructores, con las más altas certificaciones nacionales e internacionales. Una institución que se toma muy en serio la formación, como se ve en la categoría del alumnado, muy por encima de la media acostumbrada.

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Pesca con mosca Malargüe

Pasada la clínica daba inicio a un apretado scouting por el departamento de Malargüe. Una región que al sur de la Cuesta del Ternero posee muchísimas reminiscencias patagónicas, y pesqueros de alta montaña de notable calidad. La partida se formó con Marcelo Agustín, Gonzalo Foix y quien escribe. En Las Leñas nos esperaba el gran guía Fernando Mosso (instructor de la AMPM y Master Fly Casting Instructor de la FFF), formado con referentes mundiales de la talla de Chappie Chapman de Nueva Zelandia, o el campeón mundial José Matilla de la Federación de Castilla y León. De esta última, Fernando es el primer instructor “no español” en adquirir el dificilísimo título de Instructor de Pesca al Hilo. El plan de Fernando sería “perdigonear en la Matancilla, y cangrejear en la Sodería”. Sonaba loquísimo, pero quién era yo para contradecirlo…

Tras dormir en Las Leñas, en el departamento que amablemente nos cediera el presidente de  la AMPM Manuel Linares, partimos al imponente Valle Hermoso, para pescar la joya de la corona malargüina: el río Tordillo. En la zona de la Matancilla, muy cerca de su junta con el río Cobre, algo impensado tan avanzada la temporada. Nuestro pronóstico era igual muy frío y nublado, con una tormenta en ciernes pasadas las 17 horas, tiempo más que suficiente para hacer la pesca. Peludeando en la nieve por caminos de cornisa, tras pasar una divisoria de aguas de 3.000 msnm, llegamos al Tordillo, un freestone anastomosado de brazos y costas libres de vegetación. De aguas alcalinas, sumamente ricas en invertebrados acuáticos, posee una notable población de truchas arco iris y marrones de 300 g a 1 kilo, con sorpresas que pueden llegar a los 2 kilos. Truchas robustas, bien pigmentadas y sumamente peleadoras.

Bien profundo

Arrancamos en la modalidad de pesca al hilo con perdigones, cañas de 11 pies N° 2, hilo del 0,16 mm y tippet del 0,13 mm. El agua de 4 °C se sentía duramente a pesar del wader de neoprene y un grueso pantalón térmico. Con tan bajas temperaturas, las truchas se ubicaban en lo profundo, en costuras de agua lenta. Y había que pasarles la mosca a centímetros del hocico para generar la tomada. Siguiendo las indicaciones de Fernando, cobramos una sorprendente cantidad de peces de hasta 700 g de peso. Mientras corregía mi técnica me decía: “Aunque no lo creas, Diego, en este arroyito hay peces importantes, pero esos van a picar después de las 13 horas, cuando caliente el agua”. Y así, contentísimos por la actividad, devino el infierno tan temido: la tormenta se adelantó 6 horas, y salimos con lo justo. Una verdadera pena, con la particularidad de ser los últimos en pescar el Tordillo esa temporada.

Con medio día por delante partimos hacia el Salado, principal tributario del río Atuel. Hermoso, pero de características físicas muy diferentes: más encajonado, con barrancas de pastizales y aguas más tomadas. Nace de la unión de los arroyos Las Leñas y El Desecho, y nosotros lo pescaríamos unos kilómetros debajo del Pozo de las Animas. Probamos en distintas correderas sin éxito, con tan bajas temperaturas de seguro las truchas estaban todas empozadas. Y así fue: las encontramos a todas junto a un barrancón profundo. Todas arco iris, única especie de la cuenca, en portes de 500 g a 1,2 kg.

El Atuel

Al otro día por fin pescaría uno los ríos mendocinos más icónicos: la sección superior del Atuel. Complejo porque debido a su régimen nival permanece turbio gran parte del año, y recién se aclara ofreciendo una pequeña “ventana” de fines de verano/otoño. El Atuel nace en la laguna del mismo nombre, ubicada al pie del volcán Overo. En la Sodería corre por un valle ancho, donde se trenza en innumerables brazos, dando lugar a una cancha de pesca riquísima en estructura.

Aquí seguiríamos pescando al hilo, pero reemplazando los perdigones por imitaciones de “cangrejo papita”, nombre vulgar que se les da a las pancoras (Aegla scamosa), muy abundantes en los playones de lodo y detritus del Atuel. Para ello llevamos el equipo a un N° 4, con hilo más grueso de entre 0,22 y 0,28 mm, y tippet del 0,18 mm. Formando un dropper con la imitación más pesada abajo y la más liviana arriba. Según Mosso “lo más local que hay, adaptación de una técnica europea al bentos de un río cordillerano”. En medio de condiciones climáticas durísimas, los peces no superaban los 500 g. Caminando tupido dimos con una junta de aguas lentas con toda la pinta. Pasé yo, pasó Fernando y en la tercer peinada Marcelo prendió el pez del viaje: una arco iris de casi 1,8 kg. A pesar de condiciones tan extremas pudimos verle la cara a las grandes del Atuel. El día continuó difícil hasta que a las 16 horas el pique se cortó definitivamente, y nos corrió un temporal insoportable.

Por último, quería agradecer a la AMPM por su espectacular calidad como anfitriones. Espero que mi paso por tierras mendocinas los haya enriquecido, aunque sea un poquito de todo lo valioso que me dejaron (que fue verdaderamente mucho). Un gran abrazo a los responsables de semejante movida. ¡Y espero nos juntemos nuevamente pronto!

Nota completa publicada en revista Weekend 538, julio 2017.

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Diego Flores

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