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PESCA | 12-06-2017 08:50

San Luis: flechas de plata en fly cast

Pescamos sólo con mosca en los espejos Primera Laguna y La Leona, y en el dique Las Palmeras. Una exitosa alternativa. Galería de imágenes.
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Para los puntanos el pejerrey es pasión de multitudes, el pez que mueve más pescadores y genera el mayor flujo económico. Cuando se trata de la mosca, el rector son las truchas, seguida muy de lejos por la recientemente incorporada carpa. ¿Pero qué sucede en un supuesto crossover entre fly fishing y flechas de plata? Bueno, justamente de eso trata esta nota, de mezclar la mística pejerreyera con la tradición mosquera. De engañar al más telúrico de nuestros peces por los caminos menos acostumbrados.

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En octubre de 2016 me tocó dar una clínica para la Asociación de Pesca con Mosca de San Luis (APMSL) bajo el lema de “todo menos truchas”. Y así, charlando con Wally Grillo, pionero de la mosca en la provincia e hijo del famoso matunguero Hugo Grillo, surgió un raid de distintos pesqueros. San Luis es una provincia con una sorprendente variedad de ambientes, aguas claras, buenas poblaciones y escasez de plancton, que tiene a los pejerreyes más hambrientos y cazadores. Durante tres días relevamos dos lagunas y un embalse. En todos cubrimos cuota reglamentaria, figurativamente porque devolvimos casi todo.

Notable su pampa sur, espinosa, arenosa, a medio camino entre La Pampa y Mendoza, con ese toque tan particular de los paisajes áridos. Tachonada por cientos de pequeñas lagunas como si fuera un queso gruyere. Surcando la ruta 43 llegamos a nuestro primer destino: el Complejo Primera Laguna, un oasis en medio de tanta distancia agreste. La única con comodidades hoteleras en cientos de kilómetros a la redonda. Cualidad sumamente requerida por mendocinos o cordobeses, que debido a la distancia se toman varios días para pescarla.

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Primera Laguna y La Leona

La incertidumbre machacaba a los anfitriones, ya que era la primera vez que nadarían moscas en esas aguas. Pero todo se disipó al ver las lagunas, coquetas, supersanas y explotadas de aves acuáticas. Este campo de acceso privado posee dos espejos. El más grande y profundo es Primera Laguna, con una superficie de 100 ha y que en el ojo de la surgente roza los 17 metros de profundidad, uno 5 de promedio y una ligera carga salobre de 3 g/l. La otra laguna alternativa es La Leona, más baja, vegetada y pequeña, abarca unas 30 ha.

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Empezamos por la última, que por lo abrupto de las costas y un denso anillo costero de algas, decidimos que lo mejor era abordarla embarcados. De un modo muy patagónico, con Wally remando lentamente y abordando distintos sectores, mientras Emiliano y quien escribe cubríamos el agua con streamers, equipos Nº 3 o 4 y líneas flotantes.  Empezamos pescando sobre planchones de algas, siguiendo los bulos. Desconcertantemente, las respuestas fueron muy tímidas, y los pocos piques revoleados correspondieron a cigarritos. Así pasó una hora hasta que Emiliano sacó uno lindo, con la mosca bien en lo profundo, tras la espera de desatar una galleta en la línea. Entonces pensé: ¿no estarán comiendo en aguas más abiertas y profundas? Y así, cambiando a un minishooting intermedio y peinando la franja entre 50 cm y poco más de 1 metro, comenzaron los piques. La mosca del día fue una Gotcha roja sangre atada en anzuelo de pejerrey. Tras la siesta obligada, y en un atardecer planchado como aceite, siguiendo los cardúmenes y muchas veces casteando a vista sobre los wakes, pescamos los ejemplares más grandes y agresivos. Un jornada inolvidable como para colgar en un cuadrito.

Todo un ejemplo

Durante el asado nocturno en el quincho tuve una charla sumamente interesante con el administrador, Gustavo Baldo. Muy celoso de la laguna, controla a rajatabla el cumplimiento  de la cuota y prohíbe el uso de carnada viva, vector de especies exóticas o translocación de autóctonos que podrían arruinarlo todo. Los que llegan con sus bolsas de mojarras pueden usarlas, pero matándolas antes. También realiza regulares monitoreos con biólogos para fijar sus propios cupos, restablecer con siembras desbalances de sexo por temperaturas altas, o enriquecer la carga y diversidad planctónica. Tampoco permite la navegación a motores de explosión, siendo todo a remo. En fin, la quintaesencia de una pesquería, esa palabrita tan poco implementada llamada manejo. ¡Felicitaciones por ello!

Nuevos intentos

El segundo día lo dedicamos a la Primera Laguna, que dio un pique más abundante aunque de ejemplares más modestos. Empezamos lanzando entre abras de árboles sumergidos, que son el resultado de una creciente por el levantamiento de las napas debido el desmonte. Tras pescar el veril del alga, nos tiramos unos garetes laguneros por el centro y los piques siguieron igual de firmes. Pasado el almuerzo nos volvimos a embarcar para probar cosas locas, como cebado para ver si concentrábamos el cardumen en aguas carentes de dentudos. No hubo caso, el mejor método siguió siendo un prospecteado a remo de las costas, cubriendo cada bahía o zona de refugio. A diferencia de las lagunas bonaerenses, jamás encontramos los peces amontonados. Este segundo día las capturas oscilaron entre los 25 y 35 cm, siendo la moscas del día las Cristal Bugger invertidas, más efectivas por evitar el enganche de las algas y dirigir la clavada al maxilar superior. Faltó frío para los grandes,..que los hay en portes de más de 1 kilo. Pero ya le vamos a encontrar la vuelta en una próxima visita. Realmente es un pesquero muy recomendable, ideal para debutar con mosca con la especie.

Dique Las Palmeras

Este joven embalse emplazado sobre el río Claro, correspondiente a la cuenca de las Salinas Grandes, fue terminado en 2010. Sembrado de pejerreyes se estipuló una veda de 2 años para luego abrir la pesca. Muy cerca encontramos el histórico San Francisco del Monte de Oro, cabecera turística del noroeste de la provincia. Allí se exilió D. F. Sarmiento en 1826, construyendo su primera escuela con solo 15 años: el rancho de adobe y paja que ilustra los viejos billetes de $ 50. Hoy se conserva bajo un alero que lo protege de las inclemencias, y de hecho lo visitábamos mientras almorzábamos una exquisitas empanadas.

Tal cual me enseñaran en el salteño de Campo Alegre, para pescar pejerreyes con mosca en los embalses hay que amanecer en el agua, momento en que el grueso de los ejemplares se acercan a caranchear en los bajos costeros. Así salimos con Emiliano de San Luis bien oscuro y 110 kilómetros después nos emponchamos como alpinistas porque el frío calaba hasta los huesos. Con equipo Nº 4 y nuevamente minishottings transparentes y leader largo terminado en 3X, empezamos a cuadricular un bajo lleno de plantas sumergidas. Con magras respuestas en función de lo esperado, comencé a rotar moscas hasta que di con la indicada: Gotchas naturales oliva y de brillos sutiles, como una madrecita. En agua claras y ligeramente húmicas de dos metros de visibilidad, los colores estridentes no daban resultado como en Primera Laguna o La Leona (de 40 cm de visibilidad). Los pejes picaban justo en el veril, al límite del yuyal sumergido, de a dos o tres piques en sucesión como si se tratara de pasadas de cardúmenes pequeños. Para volver a cubrir agua por 10 o 15 minutos hasta una nueva andanada, con estripadas cortas y eléctricas.

Mientras, Emiliano seguía en la mala sin pique hasta que le pasé una Crazy Charly color natural de sutiles brillos dorados, y al tercer tiro tuvo un pique. Así transcurrió una mañana sumamente divertida, hasta que a las 10:30 el pique se cortó definitivamente con 15 pejerreyes sacados y devueltos, de un promedio de 28/30 cm. Luego vendría una antológica despedida truchera en las sierras, pero eso forma parte de otra historia…

Nota completa publicada en revista Weekend 537, junio 2017.

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Diego Flores

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