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PESCA | 14-04-2017 09:30

Buenos dorados a tiro de piedra

En aguas del río Arrecifes se pueden vivir emociones con esta feroz especie tanto con señuelos de spinning como con moscas, flotando, vadeando, de costa o fondeados.
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Relata la leyenda que en época de la Colonia un soldado español quería trasponer el río Arrecifes y desde la otra orilla una india deslumbrada por el caballero hispano, para que éste pudiera cruzar y concretar el encuentro, empezó a lanzar piedras al río. De ahí, según el mito, surgen los pedregales que tapizan el lecho de este singular curso bonaerense y que van formando cada tanto interesantes correderas. Esos mismos afloramientos rocosos son origen de la toponimia del río e incluso de la localidad de Arrecifes.

Comienzo de la aventura

Invitados por Miguel Martín y con Chapa Traverso, Diego de Salas y un grupo de buenos amigos pescadores emprendimos este relevamiento en procura de dar con el tigre de los ríos en las aguas de este pesquero tan cercano a la Ciudad de Buenos Aires. La idea original era flotarlo en kayaks y canoas con apoyo de un bote a motor desde el puente de la ruta nacional Nº 8 y hasta el puente más cercano aguas abajo, ubicado a unos 11 km de recorrido por agua. Lo bajo del nivel del río nos modificó el plan original, ya que algunos sectores podrían tener las piedras muy a flor de agua para botes de más calado. Este factor nos obligó a dividirnos en dos grupos, los impulsados por remos irían desde la RN 8 río abajo y los de bote a motor transitaríamos por caminos vecinales hasta el otro puente y remontaríamos hasta donde pudiéramos llegar sin peligro de daño para hélices y cascos, para luego reunirnos con los remeros.

La idea era pescar con artificiales ya que las aguas del Arrecifes presentan buena claridad para señuelos de spinning y moscas. Si bien se trata de un curso mediano, lo poco accesible contribuye a que la presión de pesca no sea excesiva. Otro dato interesante es que presenta gran cantidad de alimento para los peces cazadores compuesto por bagres, boguitas, mojarras y otros forrajeros menores. Y las correderas de piedra, que aceleran caudales, oxigenan el agua y dan chance de alimento fácil para los dorados, constituyen puntos inmejorables para centrar los intentos.

En estos sectores se pueden colocar los artificiales en tres puntos bien definidos: 1) el sector previo al acelerarse las aguas, que es donde el dorado acecha esperando tanto lo que le trae el río como los forrajeros exhaustos que lograron remontar con esfuerzo el agua rápida y torrentosa; 2) la corredera propiamente dicha, que es la franja de mayor desorden de agua y donde el cazador saca partido de la dificultad que tienen para nadar los peces menores para atacarlos; y 3) la parte final o cola de la corredera, que es donde le cuesta menos esfuerzo nadar, tiene mejor oxigenación el agua y donde la comida le llega continuamente por la fuerza de la corriente.

Equipos utilizados

En nuestro caso usamos equipos de spinning de 6 a 7 pies y de 6 a 12 libras de resistencia con reeles frontales medianos cargados con multifilamento del 0,22 terminados en un líder de acero de 25 cm y 20 libras y señuelos de spinning de media agua. Y en cuanto al fly cast, empleamos equipos de potencia #6 a #8 con líneas de flote. Aunque el dorado es un buen cazador de hondura, en las zonas de correderas el río no presenta profundidad y una línea de flote con moscas lastradas (en el cuerpo o en la cabeza, por ejemplo con ojos metálicos) se consigue llegar a la profundidad de ataque.

Los reeles deben tener freno regulable y contener bien el conjunto línea-backing. Los líderes pueden ser de entre 4 y 6 pies en tramos, con una progresión que parta del 0,60, 0,50, 0,40 y finalice en un cable de acero de 15 cm y unas 20 libras de resistencia.

También una línea sinking tip (o de punta de hundimiento) puede andar bien en algunos sectores más profundos o cuando la mosca no está suficientemente lastrada para que entre rápido en la columna de agua. Muchas veces nos esmeramos en peinar un sector del río en abanico, haciendo un escaneo si se quiere horizontal de la masa de agua, o en una sola dimensión, y no cambiamos nada para que esa prospección sea también vertical (en hondura). Una mosca más pesada, una punta de hundimiento, municiones en el líder, mayor tiempo de deriva, etc., son todas cuestiones que pueden conducirnos a dar con los dorados que quizá están un poco más abajo.

En nuestro caso, los mejores resultados los obtuvimos en medio de la corredera, con las aguas más rápidas y turbulentas, lanzando perpendicular a la correntada tanto con señuelos como con moscas. Al menos en esos lugares, tanto de costa como vadeado, dimos con los mejores ejemplares con señuelos de media agua y con moscas bien lastradas. Los que nos brindaron mejores piques fueron estrímeres totalmente oscuros, o en combinaciones de negro-chartreuse o negro-violeta. En aguas no del todo translúcidas, los colores oscuros contrastan más que los claros. Y, por otra parte, pudiera ser que el dorado de este río esté acostumbrado a una dieta de forrajeros de cuero más que de escamas.

Asegurar la captura

La boca del dorado es bastante dura y difícil de penetrar por la lanceta del anzuelo, más para quien actúa con una caña de mosca. Por lo que ante un ataque conviene asegurar ejecutando un cañazo firme (pero sin parar la vara más allá de unos 45º), más bien tirando hacia atrás a la vez que con la mano libre se ejerce un tirón a la línea para reforzar la estocada. La velocidad del agua en plena corredera ayuda a la clavada de por sí, lo que no quiere decir que no haya que asegurarla con la firmeza suficiente tratando de no pasarse para no cortar.

En este relevamiento, si bien hubo capturas desde la mañana y hasta última hora, los mejores dorados se dieron después de mediodía y en la primera parte de la tarde, cuando el sol, ya alto, había calentado un poco la jornada.

También se puede aprovechar para llevar cebos naturales (lombriz, corazón, mojarra, etc.) y practicar algo de pesca con aparejos de fondo para dar con bagres, boguitas, tarariras o incluso doradillos. Alternativas de diversión que brinda este río que corre entre barrancas y monte y que si bien se trata de un curso no demasiado profundo ni muy grande, hay que respetarlo y navegarlo con precaución, buen manejo del remo y cierta experiencia. Un descuido, una mala maniobra, sumada a la fuerza de la corriente, las piedras o la vegetación semisumergida de las orillas, puede jugarnos una mala pasada.

Itahí se llamaba la indiecita que arrojaba piedras para que su enamorado pudiera vadear el torrente, encuentro que según la misma leyenda nunca ocurrió. Sin embargo, por fortuna, ahí quedaron los pedregales y las correderas, no ya para la unión del europeo con la bella querandí, sino para lugar de encuentro entre pescadores y dorados.

Nota completa publicada en revista Weekend nº 535, abril 2017.

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Alejandro Inzaurraga

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