Friday 29 de March de 2024
CAZA | 12-02-2017 14:30

Cambio de escenario

La proliferación de gavilanes, chimangos, aguiluchos y caranchos modificará las zonas de anidadas de perdices esta temporada. A ello se suman sequías e inundaciones.
Ver galería de imágenes

Amanece en la ruta 2, Km 276, altura de General Guido, Buenos Aires. Es 1 de mayo de 2012. Algo llama mi curiosidad: una bandada de aguiluchos se desplaza en el cielo. Pensé en cuántos años hace que no veo tantos. Ello despertó mi atención en ese momento, pero con la euforia del inicio de la temporada el pensamiento desapareció. En 2017 sé que debí tener en cuenta que aquel año algo cambió, porque hoy la naturaleza ajusta el ecosistema mediante las aves de rapiña, y los más damnificados son los patos, las perdices y las liebres, entre otros (dejo afuera a la paloma por ser plaga). Y lo manifiesto porque estuve recorriendo campos para hacer la previa de la temporada de caza menor 2017, en los que me encontré con zonas anegadas en Santa Fe, y de sequía en la parte centro/sur de las provincias de Buenos Aires, La Pampa y en regiones de la Patagonia.

Conclusiones 2016

A fin de la temporada 2016 la cantidad de ejemplares era buena y presagiaba una excelente mejora poblacional para el ciclo 2017. Pero la sequía trajo incendios y las lluvias inundaciones. Este clima dispar afectó directamente a la población de caza menor, excepto a las palomas que se adaptaron rápidamente a esos cambios y se desplazaron para tener una merma menor en sus poblaciones. Pero lo más asombroso fue la cantidad de aves de rapiña que se mueven por toda la provincia de Buenos Aires, llegando incluso a la Capital Federal en gran número. Ello dio lugar a una nota del diario La Nación el 2 de agosto de 2015, titulada “Jungla urbana”, donde distintos profesionales y gente común coincidían en que hay más aves de rapiña y menos gorriones.

Cuando inicié este recorrido tomé la autopista Buenos Aires-La Plata, y en los laterales, con su pasto recién cortado (los tractores van dejando expuestos roedores, culebras y huevos), observé un aquelarre de estas aves. ¿En qué afecta esto a los cazadores? En mucho. Las aves de rapiña (gavilán, carancho, chimango y aguilucho) están al tope de la cadena alimenticia de su especie, las propias aves, y su depredador natural fue hace muchos años el hombre que disfrutaba de su cacería. Es más, algunos campesinos los cazaban porque se comían corderos recién nacidos, pollitos, etc. Estas aves se enfrentaron a distintos problemas de conservación. Se cree que desaparecieron en una época por el uso de agroquímicos en las cosechas y la acumulación de estos productos en las presas que capturaban hizo que por distintos factores la cantidad de aves de rapiña disminuyera drásticamente, en algunos casos hasta en el 80 % de su población.

Controles naturales

Con el advenimiento de los agroquímicos menos tóxicos y las semillas genéticamente controladas para resistir plagas, la población cinegética creció y fue incrementándose lentamente, controlada por sus depredadores naturales: zorro, rapaces, etc. En el mismo período, las aves de rapiña tuvieron un crecimiento logarítmico, pues sus predadores son pocos o nulos. Si a esto le sumamos la concentración de las especies cinegéticas en zonas delimitadas a causa de la sequías e inundaciones, concluiremos en que las aves de rapiña están viviendo su mejor momento.

Ahora bien, por qué saqué el tema, porque en estos meses es donde los pichones de perdiz y las crías de las liebres hacen explosión e inician su ciclo de crecimiento, estando más expuestos, por lo que son presa fácil de las aves de rapiña, entre otras. Podríamos suponer entonces que la cantidad poblacional cinegética disminuirá y su localización será más difícil. Algo positivo de esta circunstancia es que el cazador, junto a su infatigable can, deberán extremar sus capacidades, conocimientos y reflejos para practicar este deporte, porque las presas que se localicen serán las más fuertes de la especie: las sobrevivientes que ya se enfrentaron a los cambios climáticos y a los depredadores, y están listas y atentas para brindar una cacería justa.

Quienes acepten el desafío deberán recordar que una perdiz, liebre o pato en estas condiciones levanta vuelo o inicia carrera a mayor distancia y con más velocidad. Y el cazador le debe acertar en esas circunstancias. Por ello, a unos tres meses del inicio oficial de la temporada recomiendo hacer una pasada por alguna pedana de tiro al vuelo para evitar posteriores yerros. De esto se trata este deporte, de competir dignamente con una presa en igualdad de condiciones y que nos ponga a prueba. No es mejor cazador quien más caza, sino quien mejor disfruta de una presa en igualdad de condiciones.

Nota completa publicada en revista Weekend 533, febrero 2017.

También te puede interesar

Galería de imágenes

En esta Nota

Horacio Gallo

Horacio Gallo

Comentarios

También te puede interesar

Más en
Mirá todos los autores de Weekend