Thursday 28 de March de 2024
VIDEOS | 16-11-2016 10:42

Los salmones llegaron antes

Varias semanas antes de lo previsto capturamos salmones embarcados en Mar del Plata. Una cita que además aportó meros, lenguados y una rica variada. Nota con video
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A pesar de que la pesca en Mar del Plata está todo el año, la afluencia de pescadores se incrementa a partir de la primavera y crece más todavía hacia el verano. La bondad de su plataforma marina la convierte en uno de los pesqueros más importantes de la costa bonaerense, debido a las formaciones rocosas provenientes de la sierra de la Tandilla que se adentran en el mar, produciendo enormes reservorios de peces como meros, chernias y salmones blancos, entre las especies que más la frecuentan. A esta pesca se la conoce como pesca de altura, debido a la profundidad en la que se pesca: de los 20 m hasta los 70 m, intentarlo a mayor profundidad deja de ser placentero.

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El Club Motonáutico alberga, dentro del puerto de Mar del Plata, una gran parte de los barcos que ofrecen servicios al pescador. La mayoría ofrecen practicar las diferentes pescas posibles en la zona: la costera (gatusos, corvinas, pescadillas, brótolas, pez palo, entre otras especies) que como bien lo dice su nombre, se efectúa desde tierra. También se puede practicar pesca de tiburón (con devolución obligatoria) en la zona de la restinga, lugar en el que además salen meros chicos, chanchitos, a lo que se suman las especies clásicas de variada de mar y pejerreyes. A partir de diciembre entran peces limón que se ubican en el banco de pescadores. Por último, la pesca de levante, con diferentes técnicas como trolling o jigging. En resumen, el Motonáutico representa el lugar ideal para contratar servicios para las diferentes modalidades en que se quiera pescar.

Hora de pescar

Llegué bien temprano a Mar del Plata en compañía del Chino Cacase, amanecía y el día se presentaba con viento leve del este y cielo encapotado. Llegamos al “Sin Apuro”, la embarcación del amigo Mariano de la Rua, que nos esperaba con la tripulación completa. Me sorprendió encontrarme con algunos amigos a bordo, como Mario Viscomi y su hijo, de esos enfermos de la pesca y de muy buena onda. Además, estaban Adrián De Brito, Leonardo Nalda y otros con quien compartiríamos esta salida de pesca. Después de hacer el rol de salida, Mariano calentó los motores para meter proa a mar abierto, mientras los marineros sacaban las carnadas que íbamos a utilizar de las heladeras, para que se descongelaran mientras navegábamos.

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Mar adentro

Las aguas del Mar Argentino tiene una suave pendiente de salida y se toma un buen rato llegar al lugar de pesca que eligió el capitán, a pesar de que el barco navega alrededor de los 30 km/h. Aprovechamos para comentar la pesca que haríamos y las profundidades en las que pararíamos: de 25 m en adelante, buscando bancos de piedra que rindieran. La técnica es sencilla, se ubica el banco y de acuerdo al viento y la marea, se ancla la embarcación sobre ellas buscando los peces piquen.

Los equipos a utilizar ya estaban en el barco: cañas cortas entre 1,80 a 2,10 m de largo con una resistencia de hasta 40 lb armadas para reels rotativos, cargados con nailon 0,80 mm. Por su parte, las líneas estaban compuestas por nailon de 1 mm, mientras que las brazoladas tenían unos 70 cm de largo de nailon de 0,80 mm y anzuelos 7/0, algunos incluso más grandes. También teníamos a disposición cañas y reels frontales cargados con multifilamento para intentar la pesca con jigs de hasta 300 gramos. Antes de llegar al lugar de pesca, un marinero dio una charla de cómo manejarse dentro del barco con la caña y las plomadas para evitar accidentes, ellos se ocuparían de sacar los pescados del agua y encarnar, mientras el pescador tendría la caña debajo del brazo y el plomada en la mano.

Las primeras piedras

Mariano acomodó el barco sobre la primera roca submarina y la ecosonda le indicaba claramente que tendríamos pique. Nos indicó que podrían haber meros a una profundidad de 26 m y cuando puso reversa todos esperábamos la orden con la línea encarnada, la caña bajo el brazo, el reel destrabado y el plomo en la mano. Cuándo llegó la orden bajamos al mismo tiempo para evitar enganches y al tocar fondo se recoge el nailon suelto sintiendo el plomo contra el fondo, o sea, se pesca tenso. Cuando pasa una ola lo levanta y hay que acompañar con la caña para que toque fondo cuando pasa.

Los piques no se hicieron esperar, el consejo era dejarlo comer un poco para después clavar y así fueron subiendo los primeros meros a la embarcación, de tamaño regulares y con sabor a escaso.

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En la segunda pasada encaramos la piedra por otro lugar, con el mismo resultado. Decidimos cambiar de piedra ganando algo más de profundidad y, apenas bajamos las líneas, tuvimos muy buenos piques continuados de meros que en algunos casos superaron los 4 kg. En algunos casos venían de a dos, uno por cada brazolada. Para lograr el doblete había que esperar que tome en el fondo, clavando al primero y dejando la línea en posición para cobrar el segundo. Así sacamos varios, en algún caso una chernia, que tomó la brazolada superior de la línea de Leonardo. Tenía muy buen tamaño y presentó una brutal pelea para poder extraerla. Algunos de los meros más chicos los transformamos en carnada, que los marineros se encargaron de cortar en triángulos, colgando el filet de carne a piel con la parte más fina hacia abajo, algo que nos dio muy buenos resultados.

En busca de los salmones

Pescamos meros y chernias en cantidad, por lo que salimos a buscar los más importantes, los salmones. Los encontraríamos a una profundidad de unos 40 m y tuvimos que estar muy atentos, ya que comen y se encuevan, lo que los hace muy difíciles de sacar. En un momento Mariano me pidió la caña, la puso paralela al barco tanteando el fondo, haciéndola oscilar y pocos segundos después del pique me dice “tomá, sacalo, es un salmón”. Logré despegarlo del fondo, peleaba bastante y había que subirlo. Recogía el nailon siempre en contacto con el pez, hasta que logramos verlo, era un lindo salmón de buen tamaño. El marinero lo extrajo con el boga grip para no lastimarlo.

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Los piques se repitieron y Mario mostró sus dotes, cobrando en total unos siete salmones, muchos de ellos de excelente tamaño. En el barco primaba la alegría por la pesca realizada como anticipo de temporada, por lo que decidimos volver a puerto con buenos pescados y el corazón lleno. Sin lugar a dudas, una propuesta que todo pescador no debe ni puede perderse.

Mirá el video de esta nota:

https://youtu.be/bJLHJ-ZqkU4

Nota completa publicada en la edición Nº 530 de revista Weekend, noviembre 2016.

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Jorge Araneo

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