Friday 29 de March de 2024
SITIOS EXTERNOS | 31-08-2015 17:53

Un buen momento

Con un Paraná crecido y temperatura primaveral, en Reconquista logramos dar con dorados dispuestos a atacar tanto cebos naturales como señuelos.
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Un año diferente. Por momentos con aires de primavera y hasta de verano. Un clima con muchos desajustes y caprichos. Calores, lluvias y crecientes fuera de lo habitual. Un

invierno raro. Eso impacta mucho sobre las especies del río; afecta directamente sobre los hábitos, las costumbres y el comportamiento. Los peces tienen que adaptarse a esos cambios. Y los pescadores debemos decodificar rápidamente los signos y señales de estas variables tan mutantes para transitar con éxito el laberinto del pique.

Reconquista y sus pesqueros serían el escenario de este nuevo relevamiento. Un paisaje de riachos, arroyos, islas, desbordes y correderas, con infinidad de potenciales pesqueros, se presentaba esta vez como un gran signo de interrogación.

Un Paraná alto –pero en incipiente bajante– recibió al grupo que conformamos con Osvaldo Ramírez, Arley Topito Kaenel y dos buenos amigos y guías de pesca como Javier Pereyra y Sergio Checho Comizzo. La base de operaciones sería en las Cabañas La Amistad, casi en la boca del Reposini en el Paraná. Un lugar verdaderamente estratégico, muy cerca de buenos pesqueros y que nos ahorraría mucho tiempo en idas y venidas.

Comienzan los lances

Los primeros intentos los efectuamos con cebos naturales (morenas). Para ello empleamos equipos de dos rangos de potencia diferente, unos integrados por varas de

6 a 7 pies, de entre 12 a 20 libras (1 libra: 0,453 kilos), equipadas con reeles rotativos de bajo perfil (low profile) y cargados con hilo multifilamento del 0,22 a 0,24, y otros conjuntos más potentes compuestos por varas de 15 y 25 libras, equipadas con reeles rotativos medianos con capacidad para 200 metros de nailon monofilamento del 0,37 al 0,40. Comenzamos actuando “al golpe” aguas arriba de la boca del Reposini, sobre la costa de la isla, dejando derivar la lancha a distancia de tiro de la ribera y poniendo los lances cerca de la orilla y próximos a los posibles apostaderos: junto a los palos y carrizales costeros, en pequeñas correderas y en cuanto lugar se puede presumir que hay un pez cazador jugando a las escondidas.

La modalidad suele ser muy efectiva ya que el sonido del encarne al caer al agua (de ahí lo de “golpe”) es un estímulo que orienta y estimula al pez a salir de su escondrijo, aproximarse a la potencial presa y en el mejor de los casos atenazarlo con sus quijadas. Además es una forma muy excitante de ir pescando, que demanda precisión en los tiros, coordinación entre los pescadores (que van eligiendo y lanzando hacia la orilla) y justeza en la clavada, una vez que un dorado ataca el cebo. Un motor eléctrico, si bien no es fundamental, ayuda muchísimo a mantener la embarcación a distancia de lanzamiento, compensando corrientes o vientos que achican o aumentan esa brecha óptima. Incluso, en algunos sectores clave puede aguantar la lancha o hacerla pasar más lento para prospectar mejor una boquita, un desborde o un buen tronco. A diferencia del motor de combustión, el motor eléctrico es silencioso y no delata la presencia de la lancha.

Nota publicada en la edición 516 de Weekend, septiembre de 2015. Si querés adquirir el ejemplar, pedíselo a tu canillita o llamá al Tel.: (011) 5985-4224. Para suscribirte a la revista y recibirla sin cargo en tu domicilio, clickeá aquí.

31 de agosto de 2015

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Alejandro Inzaurraga

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