Tuesday 19 de March de 2024
SITIOS EXTERNOS | 26-06-2014 11:25

Desde las montañas hacia el mar

Tres amigos remaron en kayaks desde los grandes lagos de la cordillera santacruceña hasta el mar. Una travesía de 500 kilómetros llena de emociones en un deslumbrante paisaje.
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A través de un mensaje a Agustín Sequeira reavivé la vieja idea de recorrer el río Santa Cruz. Mensaje que no pudo llegar en mejor momento: justo antes de que levanten las represas que amenazan con dañar aquel magnífico ambiente.

Con el apoyo del local Santiago Arias, junto con Agustín, instructores de kayak, conseguimos el soporte logístico tanto en Buenos Aires como en Santa Cruz, para lanzarnos a esta aventura a través de la Patagonia, por más de 500 km. Llegamos

cargadísimos de equipo, con dos Atlantikayaks Boreal, ideales para este tipo de

travesía y un Asiak Cormorán, más acorde a las aguas abiertas que tendríamos que atravesar hacia el final.

Día 1: río La Leona

Partimos hacia La Leona antes del alba, donde cargamos todo el equipo en los kayaks. Ese era nuestro día de “puesta a punto” y ese río es ideal. La corriente baja a unos 10 km/h. El agua turquesa, fría, con sus remolinos y correderas nos preparó para la estepa. Mientras se avanza, los imponentes Fitz Roy y cerro Torre acompañan como guardianes silenciosos.

En general, La Leona es bastante entretenido. En el sector medio, donde desemboca el río Turbio, hay algunas zonas complicadas en la margen izquierda. Hacia el final, el cauce se abre en varios brazos trenzados, bajando la intensidad de la corriente.

Llegando al lago Argentino, los vientos fueron la principal preocupación. Es que en los furiosos 50º el clima es bravo. Tuvimos que hacer algunos retoques a los kayaks,

ya que las condiciones suelen cambiar violentamente. Por suerte, el viento nos dejó pasar y logramos llegar al Santa Cruz.

Día 2: los vientos del sur

Aprovechamos la mañana para descansar y, cerca de las 10, lanzamos los kayaks cargados al agua. Los primeros días siempre son los peores, ya que la cantidad de carga torna pesados los remos. Los ajustes también saben ser algo tedioso, ya que el río suele cambiar bastante y hay que estar listo.

El Santa Cruz es similar al Leona, pero más ancho y con menos correderas. Uno siente la energía del agua a medida que baja y uno debe acostumbrase a leer la corriente descendente. De vez en cuando aparecen algunos remolinos y remansos de co-

rriente en contra, donde al salir de la corriente descendente uno se detiene abruptamente. Es un tramo bastante entretenido, que saca lo mejor de los remeros.

Algunos guanacos, choiques, cauquenes, macáes y biguás observan con cierta cautela desde las riberas, saliendo disparados cuando pasamos cerca, casi a la misma velocidad que el viento que arreciaba ese día.

Viajando casi como veleros, algunas horas después alcanzamos la desembocadura del río Bote, un lugar clave para la historia. Almorzamos embarcados, aprovechando el viento y la corriente, asegurando los tres botes con mosquetones a los cabos de vida. Promediando la noche acampamos en una bahía lateral, algo protegida, viendo irse el día entre tonos rojizos muy intensos.

Nota publicada en la edición 501 de Weekend, junio de 2014. Si querés adquirir el ejemplar, llamá al tel.: (011) 4341-7820 / 0810-333-6720. Para suscribirte a la revista y recibirla sin cargo en tu domicilio, clickeá aquí.

26 de junio de 2014

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Bárbara Roesler

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