Saturday 20 de April de 2024
INFORMATIVO | 22-08-2013 12:20

Relato ganador Concurso Expo Armas: Juan Carlos Olié

Presentamos el relato ganador de uno de los viajes a la Expo Armas 2013, una caza de ciervo en brama en La Pampa.

Era joven cuándo me tocó acompañar a cazar a un gran amigo, Marino Pieroni. Digo esto porque él era un excelente cazador, pero para entonces los setenta y pico comenzaban a pesarle. Con este italiano apegado a los 43/70 fuimos al campo La Toscana, en Colonia Chapalcó Toay, La Pampa. En plena brama, en ese remoto marzo que vive en mis recuerdos, salimos cerca de las 17 en busca de esa picada donde dejamos la camioneta y continuamos a pie, esperando escuchar el bramido en cualquier momento.

Apurados por la caída de la noche (momento límite para buscarlos), escuchamos las primeras señales, sonaba bastante lejos. Evaluamos su posición y decidimos ir por él, con el sol apretando el paso. Los bramidos nunca nos abandonaron, si bien eran espaciados, parecía que el otro macho le contestaba a lo lejos, en un bajo. En un momento de la apresurada marcha Marino me dice “no puedo más, estoy vecchio (viejo), andá vos y cazalo, conmigo no vamos a llegar, sé que vos lo vas a cazar”. Lo quedé mirando, sorprendido, ya que el experto era él. “In bocca al lupo”, me dijo (que en italiano vendría a ser como “buena suerte”, y me encaminé hacia el objetivo luego de que me pasara su fusil Sako 300, arma que conocía muy bien, pero además siempre me gustó por su bajo peso y forma de disparar.

Me interné en el monte, buscando implacablemente a la presa contrareloj, hasta que llegué a un sombra de toro, donde escuchaba su bramido, pero no lo podía ver. Me acerqué todavía más, pisando excremento de tucu-tucu y peludos para no quebrar alguna rama y asustarlo. Agazapado avancé hasta un piquillín y allí podía sentir su olor, pero seguía sin poder verlo. Para mi sorpresa, estaba sólo a 15 metros, aunque por suerte tenía el viento a mi favor y no pudo olfatearme. Estaba echado y bramaba, fue algo que no había visto ni oído en mi vida. Raspaba la cornamenta contra unas chilladoras, pero no le podía tirar, porque solo le veía el cogote y su hermosa cornamenta (conté 3 candiles, doce puntos clavados). Me quedé inmóvil, esperando que me de esa ventana para el tiro. Pasaron algunos minutos y se levantó, caminó unos 8 metros y me hizo blanco cerca de una horqueta, donde detuvo su marcha.

Con la mira fija en la paleta presioné el gatillo y tras caminar unos 5 metros cayó muerto. Le conté las puntas y si, “un doce, muy lindo”, era alta, perlada y con muy buena roseta. Notablemente emocionado emprendí el regreso, porque se venía la noche. Corriendo por el monte fui dejando algo de paja sobre los caldenes, para marcar mi regreso al día siguiente, es que en ese entonces no había GPS. Fue mi primer y último trofeo y poder narrarlo es un claro tributo por ese gran gesto de confianza que tuvo un viejo cazador y gran amigo que hoy ya no está entre nosotros.

Olié Juan Carlos

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