Luego de organizar todo, partimos para realizar nuestra primera experiencia internacional. Valijas, vouchers... no faltaba nada, sólo emprender el camino. En el momento que entramos en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza comenzaron las preguntas: dónde iríamos, quiénes nos recibirían... ya que sólo había entrado en contacto hacía unos meses con los outfitters y no sabíamos qué nos depararía Namibia.
Pizzas y cacerías
Junto a Maximiliano, en la ciudad de Johannesburgo embarcaríamos hacia nuestro destino final: Windhoek, unas 3 horas más de avión. Pasando por algunos controles logramos establecernos en el Hosea Kutako International Airport como verdaderos aventureros. Estaba todo en marcha para desarrollar nuestro safari de la mejor manera, pero esto recién empezaba.
A nuestro arribo nos estaba esperando el outfitter Dirk con su esposa Thea. Todos presentados, y otra vez a prepararnos para viajar aproximadamente 400 kilómetros más hasta su campo. En el camino empezamos a entablar un diálogo muy entretenido, ya que hablábamos diferentes idiomas, y se sumó otro que jamás habíamos escuchado: el afrikaans, un dialecto local muy dulce de escuchar.
Cenamos en el trayecto, otra aventura increíble: ¡estábamos comiendo pizzas en Namibia! Otra vez las preguntas: ¿de qué serán? Nos sorprendimos al clavar el primer mordisco, era una de mariscos. ¡Espectacular! Así, de las cinco que había creo que sólo quedaron las cajas.
Llegamos a nuestro lugar de estancia ya pasadas las 21. No se veía más que la luz de nuestras habitaciones, y no quedó otra alternativa que dormir para descansar hasta la hora señalada por Dirk para que comience la cacería: las 5 de la mañana.
Nota completa en la edición 484 de Weekend, enero de 2013. Si querés suscribirte a la revista y recibirla en tu domicilio, clickeá aquí.+
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