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TURISMO | 18-12-2012 14:10

Manaos, una capital en el corazón del Amazonas

Una ciudad que crece en el interior de la selva, de la mano del antiguo puerto. La región, vive de la cuenca del Amazonas, un lugar único. Galería de imágenes.
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La lancha avanza abriéndose paso en la profunda oscuridad del río Solimoes, mientras el potente haz de luz de un reflector busca en la costa. La vida nocturna de la selva amazónica hace su despliegue con una extraña orquesta de sonidos, que de vez en cuando cesa ante la presencia de algún animal cuatrero. A lo lejos, un par de ojos brillan, parece ser un depredador acechando en la costa.

El timonel da un último impulso a la embarcación, antes de dejarla avanzar en silencio. El guía que acompaña al nutrido grupo tenía la intención de levantar un pequeño yacaré para mostrarlo en la lancha, pero entre las enredaderas y los troncos sumergidos emerge el lomo de un animal de más de tres metros de largo. “A ese vamos a dejarlo pasar”, comenta, esbozando una gran sonrisa.

Así es el Amazonas, el pulmón del mundo, ese basto territorio de inexplorada selva en la que todo late con más intensidad. En ese lugar tan remoto del Brasil nació Manaos, como la última línea de defensa del territorio. El pequeño fuerte creció de la mano del comercio, para ser en la actualidad la ciudad más grande del noroeste brasileño, y capital del estado Amazonas. Esa ciudad que supo brillar a la luz de la fiebre del caucho, también pasó por sus momentos difíciles tras caerse la bonanza de las seringueiras (caucho, en portugués).

Actualmente es una ciudad pujante, a la que le brotan nuevos brazos de la mano del puerto. Manaos es, para muchas de las localidades del interior de los ríos, un faro desde donde parten las mercaderías tan indispensables para la supervivencia. Cada día zarpan de la ciudad cientos de barcos de pasajeros y carga, ya que casi no hay rutas en la zona.

El río Amazonas nace en Manaos, de la confluencia del Solimoes y el Negro. Estos impetuosos afluentes son tan distintos, que antes de unirse por completo recorren separados alrededor de 12 km. Un sorprendente hecho natural que tiene su explicación en los orígenes de cada cauce de agua.

La cuenca del Amazonas

En Perú el Solimoes es conocido como Amazonas, pero cambia de nombre al entrar al Brasil. Arrastra mucho lodo producto de las intensas lluvias de la zona, por lo que es marrón claro. Por otra parte, el Negro tiene su origen en el antiquísimo macizo de las Guayanas, donde el humus de miles de años lo tiñen de un color negro, casi como si fuese un té cargado. Las hojas en descomposición contienen taninos, que le dan un Ph muy ácido, evitando que se reproduzcan los parásitos y muchos insectos, entre ellos, los mosquitos.

Es por esta diferencia de sedimentos, Ph, densidad y temperatura, que ambos cauces avanzan en paralelo sin mezclarse durante miles de metros, hasta que se impone el agua lodosa y se termina conformando el asombroso río Amazonas, un coloso que desplaza alrededor de 300.000 m3/s.

Esta gigante cuenca es un hogar para millones de personas, que se nutren del río y de lo que pueden cosechar en las zonas que no se inundan por completo durante la creciente. Los árboles son testigos de este proceso, ya que a mitad de sus troncos se puede observar claramente una marca oscura que se extiende hasta la base, producto de estar varios meses bajo el agua.

Sólo dos estaciones

La vida en Manaos se rige por las crecidas. Prácticamente todas las construcciones a las márgenes de los ríos están diseñadas para flotar, y si no es así, tienen sus correspondientes defensas para frenar las cantidades anormales de agua.

La temperatura promedio en la zona rara vez baja de los 30 ºC. Los manaenses dicen que sólo existen dos estaciones: el verano, los meses de baja y pocas precipitaciones; e invierno, los meses de enero a mayo, época en la que se producen las lluvias más intensas y el agua sube en promedio unos 25 m.

Hasta parece que la calidez del ambiente se hubiese impregnado en los habitantes de la zona, ya que nunca faltará un saludo amistoso donde sea que se esté. Es un pueblo que nutre su generosidad de las adversidades de un ambiente muy hostil.

Tal es el caso de las familias que viven en los igarapés (canales) del río Solimoes, que construyeron sus casas en lugares altos de las márgenes, o bien viven en casas flotantes sobre los mismos cauces. Es que mucha gente no es dueña de la tierra en el Amazonas, pero el Gobierno les dio autorización para vivir en el agua.

Existe todo un universo flotante en la zona, que va desde comercios que recorren los cauces principales y los canales menores, hasta unas balsas con surtidores y depósitos de combustible para abastecer a las miles de lanchas de todo tamaño que surcan las aguas. Inclusive, el que quiera ir a danzar podrá hacerlo en alguna de las balsas que son restaurantes de día, bailantas de noche.

Al recorrer los igarapés se pueden ver familias enteras esperando la lancha comunitaria a orillas del cauce. Adelante, una pareja con sus seis hijos en una especie de canoa, con un motor muy precario que suena a tiempo, ya que es utilizado para propulsar a la embarcación pero también como generador en el humilde hogar.

Vivir en la selva

“Las familias tienen que ser numerosas en el Amazonas –explica un habitante de la zona–, ya que todos ayudan a hacer algo”. Es usual encontrarse en una humilde casa de familia en la que las mujeres se encargan de preparar la comida y mantener el hogar, mientras los hombres salen al río a pescar, o bien se dirigen a Manaos a comerciar su producción o comprar algo que no puedan sacar de la selva.

La capital del estado se nutre de los pescadores y de los cosechadores de frutas de la región. A metros del puerto principal está el mercado de pescados de Manaos, lugar en el que se exhiben a la venta cientos de especies de la zona, entre las que se encuentran los enormes pirarucús o paiche y los conocidos tucunarés.

Manaos es, sin lugar a dudas, una ciudad que invita a recorrerla, a disfrutar de sus maravillosas obras arquitectónicas, como el Teatro Amazonas, la Aduana y el vertiginoso puerto. A su vez, la calidez y humildad de los habitantes de la cuenca es un universo aparte que debe ser experimentado, en el que todos se nutren de la selva y tratan de sobrevivir al corazón del Amazonas.

Nota publicada en la edición 483 de Weekend, diciembre de 2012. Si querés adquirir el ejemplar, llamá al Tel.: (011) 4341-8900. Para suscribirte a la revista y recibirla sin cargo en tu domicilio, clickeá aquí.

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Claudio Deimundo

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