Tras un viaje en tren, para evitar el intenso tránsito hacia el norte desde la Capital Federal, tomamos una lancha que nos llevó al Tigre. Tomando algunas precauciones, nos preparamos para un circuito que se caracteriza por su belleza y suave andar.
El magnetismo del Delta en una mañana neblinosa de invierno, con mate, bici y amigos no tiene precio. Desembarcamos en el muelle de Deltaventura con toda la artillería, al pie del majestuoso caserón de estilo italiano del año 1898, de cara a una nueva aventura...
Nota completa en la edición 480 de Weekend, septiembre de 2012. Si querés suscribirte a la revista y recibirla en tu domicilio, clickeá aquí.
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