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AVENTURA | 30-05-2012 20:22

Caminata sobre el Glaciar Viedma

Es la masa de hielo más grande de la Argentina. Accesible desde el Parque Nacional Los Glaciares, Santa Cruz, ofrece aventuras intensas en un marco deslumbrante.
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Sobre el blanco congelado asomaban vetas de hielo azul antiguo y de las abruptas paredes brotaban cascadas de torrentes interminables. Con mano firme clavé la piqueta y el hielo cristalizado desprendió esquirlas como diamantes. Escalé sin descanso una elevación tras la que apareció una caverna con una laguna de agua transparente. Por una de sus paredes se extendía un túnel iluminado en cuyo final apareció la figura de Vanesa, que había tomado por otro rumbo: el glaciar Viedma nos mostraba que había más de una manera de recorrerlo para llegar a un mismo lugar.

Esa mañana había comenzado temprano, partiendo desde El Chaltén con rumbo al puerto Bahía Túnel, un camino de alrededor de ocho kilómetros con un paisaje sorprendente. Embarcamos los equipos de filmación y las cámaras de fotos protegiéndolos del frío y la condensación. Mientras navegábamos la primera porción del lago Viedma, observábamos a la estepa patagónica chocando con las primeras cadenas de montañas. No mucho tiempo  después, nos encontramos con los primeros témpanos que se desprendían del glaciar. Erosionados con formas caprichosas, dejaban que la luz los atravesara iluminándose por dentro. Flotando con aparente calma, uno de ellos mostraba definidas líneas color chocolate, tan características del glaciar Viedma.

Detrás de un gran promontorio rocoso que se internaba en el lago apareció el frente del glaciar. Bajo un cielo azul intenso, las puntas afiladas de las torres de hielo marcaban su carácter agresivo, donde seguramente nos esperaba un terreno abrupto y quebrado por su avance. Más cerca del frente, la imponente pared mostraba en cada detalle cómo las grandes presiones soportadas por miles de años esculpían sus contornos.

Desembarcamos directamente sobre la roca moldeada que limita con uno de los  márgenes del glaciar. Luego de una breve caminata sobre lo que hasta no hace mucho estuvo cubierto de hielo, nos encontramos con el Viedma que reposaba sobre las rocas. Caminamos por esa línea divisoria entre el hielo y la morena, hasta que detectamos una pequeña hendidura. La puerta de entrada de una caverna formada seguramente por la disolución de la piedra caliza nos invitaba a explorarla.

Estas cuevas son consideradas peligrosas e impredecibles, debido al proceso constante de transformación que sufre el medio. Ingresamos con cuidado y la claridad era reemplazada por un brillo traslúcido proveniente del techo. Nos encontrábamos justo debajo del glaciar. Vanesa comenzó a preparar su cámara, mientras los ojos se adaptaban al cambio de luz. Por toda la  caverna, un goteo incesante empapaba las rocas y mantenía el ambiente muy fresco y húmedo. El techo de hielo  como pulido mostraba estrías en su recorrido. La luz que se filtraba al interior nos arrojaba brillos de distintas gamas de azules. Nuestras voces retumbaban, y en ciertos lugares debíamos recostarnos sobre la roca para continuar avanzando. Apoyé mi mano sobre la base misma del glaciar y casi podía sentir su lento pero implacable avance.

El más grande de la Argentina

El Viedma tiene sus nacientes en el volcán Lautaro y recorre 70 km hasta su frente, con espectaculares desprendimientos sobre el lago Viedma. En su camino, desciende por el valle formado por los cerros Huemul y Campana, y es el glaciar más largo del Campo de Hielo patagónico y el más grande del país. Sobre su superficie se destacan tres bandas oscuras formadas por depósitos de ceniza volcánica, vestigios inconfundibles de importantes erupciones volcánicas del pasado. Actualmente se encuentra en retroceso,

esto significa que desprende más hielo de su frente y no tanta nieve se acumula en sus nacientes. Mientras lo recorríamos, profundas grietas que se internan hasta sus profundidades se interponían en el camino. Con la piqueta en la mano y distribuyendo la carga de las mochilas saltamos hacia el otro borde para cortar camino. A medida que avanzábamos, la superficie del glaciar nos sorprendía con paisajes que combinaban en todas las formas posibles los blancos y azules del hielo. Montañas, desfiladeros, grietas, sumideros, lagunas y precipicios interrumpían el paso, obligándonos a detenernos y filmar cada detalle de su geografía.

Al final de la tarde, cuando el frío ya empezaba a sentirse en la piel y el viento aumentaba su flujo esquivando los ceracs, Vanesa se posó sobre el borde de un precipicio que se hacía azul oscuro a medida que ganaba profundidad, mientras que yo escalé una pared para tomar perspectiva y sacar unas fotos del lugar.

Seguimos nuestro camino sin rumbo cierto, preparados para encontrarnos con otros paisajes impensables. Más adelante llegamos a una caverna pequeña tallada por el derretimiento del hielo en su interior que se había formado en lo alto de un filo, por lo que escalamos hasta llegar a la abertura. Su escasa altura apenas me permitía incorporarme, y por entre mis crampones un delgado hilo de agua pasaba y caía al vacío. Detrás de una inmensa pared que debimos sortear, encontramos una grieta ancha y profunda donde se podía apreciar claramente el contraste del blanco del glaciar con una de las franjas oscuras de ceniza volcánica. Estas forman zonas de ablación, que debido a la diferencia de temperatura entre el hielo color blanco y la ceniza de color negro –que absorbe más calor– produce el derretimiento de grandes áreas y genera lagunas.

Llegaba la hora de embarcar y seguíamos hipnotizados por el paisaje glaciario. Nos dispusimos a realizar una última toma antes de abandonar el lugar. Asegurados por

precaución, colocamos el trípode al borde de un gran sumidero por donde

un pequeño río caía sin control hasta las profundidades del glaciar. Filmaba mi última toma mientras me prometía volver cuantas veces pudiera, a la vez que el sonido de una cascada retumbaba entre las paredes circulares, recordándome que

el hielo está vivo y en constante transformación.

EL GLACIAR

El Viedma posee un área de 977 km2 y es el glaciar más grande de la Argentina. Se destaca porque sobre él se pueden hacer caminatas, escalada y entrar en cavernas de hielo. Se nutre de Hielos Continentales y corre encajonado entre los cerros Huemul y Campana, para desembocar en el lago Viedma. Desde el espejo se lo observa

en paseos náuticos.

Nota publicada en la edición 476 de Weekend, mayo de 2012. Si querés adquirir el ejemplar, llamá al Tel.: (011) 4341-8900. Para suscribirte a la revista y recibirla sin cargo en tu domicilio, clickeá aquí.

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Marcelo Ferro

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